Los acontecimientos sobre la paz y la guerra corren con frenesí. El fin de semana, con la decisión de suspender los diálogos en La Habana hasta que el general Rubén Darío Alzate (secuestrado cuando arribó, de civil, sin armas y sin escoltas, al corregimiento de Las Mercedes, en Quibdó) fuera liberado, el presidente Santos puso la pelota en el campo de las FARC. La guerrilla devolvió el balón este martes con el intrínseco anuncio de que este sería liberado pero con la petición de un cese al fuego bilateral para “impulsar” los diálogos. ‘Pablo Catatumbo’, quien respondió las preguntas de los periodistas, hizo más énfasis en el tema que en la propia suerte del general. Para el jefe guerrillero, un silencio de los fusiles generaría un ambiente “más tranquilo” para las conversaciones y evitaría “incidentes que se pueden presentar en el transcurso de una guerra”. “Mientras continúe la confrontación, se van a presentar hechos como este e incluso más graves”. Para las FARC es absurdo negociar con situaciones como la del general. “Sin cese bilateral de fuego, las que el presidente llama reglas del juego no pueden operar sólo para las fuerzas del Estado”, argumentan. Ellos interpretan que su esencia misma es la de disparar con el incomprensible desgaste en la opinión pública. Según la óptica de la guerrilla, esta ha soportado con resignación los rigores de la confrontación bélica como fue la muerte de ‘Alfonso Cano’, su jefe supremo, en momentos en que se estaban ya explorando las posibilidades de un diálogo. La cúpula de las FARC en La Habana pone este ejemplo a todos sus interlocutores. Dice que a pesar de semejante hecho no salieron a quejarse sino que continuaron adelante en un proceso que al día de hoy tiene avances tangibles como es la firma de tres puntos de una agenda de cinco. Sin embargo, para el gobierno es imposible acceder a un cese del fuego bilateral. Básicamente por dos razones. En primer lugar, el presidente Santos siempre ha sido categórico en que la única forma de negociar es esta, en la que las Fuerzas Armadas mantienen toda su ofensiva. Y que, por lo tanto, no va a cambiar ahora de posición, y menos bajo presión. Y en segundo lugar, porque si llegara a hacerlo, el expresidente Uribe, el Centro Democrático y un influyente y amplio sector de los militares lo destrozarían. ¿Cómo? Con el argumento de que las FARC utilizarían el cese al fuego para fortalecerse. Para estos, sin la presión militar lo que hacen las FARC es imponer aún más lentitud, marchar sin prisa, ganar tiempo, lo que llevaría a que el proceso fuera indefinido en el tiempo con sus negativas consecuencias para el país. En conclusión, por ahora, no va a haber cese al fuego bilateral. Va a haber, eso sí, liberación del general. Una coyuntura que seguramente las FARC utilizarán para montar un show mediático de dimensiones descomunales. Sin embargo, cuando las cosas vuelvan a su curso “normal” es posible que muchos sectores además de la guerrilla empiecen a pensar en frío la posibilidad de que las partes dejen de usar las armas. Por ahora, el proceso de paz cumple este miércoles dos años, cuando en el horizonte se vislumbra lo más difícil: cerrar el capítulo sobre cómo resarcir a las víctimas e iniciar el desarme de la guerrilla con el delicado y urgente debate para el fin de las hostilidades. Es posible que con el secuestro del general, se dé un salto en esta dirección.