David Esteban Blandón llegó a Cerro Gordo -esa montaña de La Unión ahora convertida en camposanto- caminando a tientas en medio de cultivos de fríjol. Antes había subido por una loma, sin linterna, apenas guiado por las voces de los rescatistas que luchaban contra el lodo intentando divisar el avión.   Eran las 11: 45 de la noche. Había sido tanta la premura, que David no alcanzó a ir por las cámaras hasta la oficina del portal MiOriente.com, un medio de comunicación de Rionegro en el que trabaja hace casi un año. Se llevó una Canon T5 que tenía en la casa y el celular.Le recomendamos: Chapecoense, morir en el camino a la gloria Estando a pocos metros de divisar los pedazos de la aeronave y, en medio de la tiniebla, este joven de 24 años, estudiante de sexto semestre de Comunicación Social de la Universidad Católica de Oriente, escuchó una voz conocida. Era la de Edson Zuluaga, el comandante de Bomberos de Rionegro. Y fue cuando encendió la cámara. Eso era lo que le indicaba la misión que le habían encomendado. Lo hizo instintivamente hasta que escuchó que Zuluaga comenzó a hablar de muertos. Entonces David no pensó dos veces en volver a guardar el aparato. No había tiempo para plantearse esa disyuntiva de si el camarógrafo debe estar allí para registrar lo que pasa, o para dar una mano.Le puede interesar: Un niño guió el primer rescate en el accidente aéreo del ChapecoenseLo que salió de su boca fue, “¡qué hay qué hacer comandante!”. De algún lado le entregaron unos guantes.  “En ese momento comencé a ver cuerpos. Los rescatistas estaban pidiendo ayuda para sacar a Jackson (Folmann, arquero suplente de Chapecoense, uno de los seis sobrevivientes de la tragedia). Ahí entendí que se había acabado la reportería, que no iba a sacar la cámara”, dice David sentado en el parque de Rionegro, luego de haber procesado todo lo que alcanzó a ver ese día.  La condición de Jackson era crítica. En la pierna derecha dejaba ver una fractura de tibia y peroné, pero en la izquierda la herida estaba al descubierto. Según ese primer diagnóstico que hicieron quienes lo auxiliaron, el jugador además tenía  una perforación de pulmón. David y siete rescatistas más comenzaron a descender la montaña con Jackson al hombro. No era una tarea fácil si se tiene en cuenta la corpulencia del jugador: 89 kilos. Jackson se quejaba no poder estar respirando. Su cuerpo desnudo estaba completamente húmedo y apenas cubierto por una cobija. También decía que tenía frío. El mismo David, con tres chaquetas encima, dijo haber sentido el peso de las bajas temperaturas que se sentían en aquel filo de La Unión.  La mayor preocupación de los camilleros era que Jackson no sufriera por el abrupto camino enlodado que se precipitaba hacia abajo. Pero también, que se mantuviera despierto. “Le dábamos ánimo, ‘vamos Jackson, vamos Jackson, ánimo hermano’”, le decíamos.  “Prácticamente tocaba bajar sentados y arrastrados, para que no se nos fuera a caer. Jackson es muy grande. El único relevo que teníamos era la persona que alumbraba con linterna”, continúa David. Unos 20 minutos duró la evacuación del jugador hasta el punto en el que esperaba una ambulancia. David, sabiendo la magnitud de la tragedia, se devolvió. También alcanzó a ayudar a sacar a la azafata Ximena Suárez, otra de las sobrevivientes. Así hasta que fueron llegando los refuerzos. Hasta ese momento, David no sabía que Jackson era el arquero suplente de Chapecoense. Solo entendió que su misión allá, en principio, no era la de periodista. Que lo urgente era aprovechar cada segundo disponible para ayudar a salvar una vida. Con el transcurrir de las horas, supo que a Jackson le habían amputado una pierna, pero que estaba vivo, luchando por su vida en el Hospital San Vicente Fundación. David, que aún no ha terminado la carrera universitaria, dice que si se enfrenta de nuevo a una tragedia, ya sabe lo que tiene qué hacer. Primero lo primero.