SEMANA conoció el testimonio de Juan Pablo Vargas, un joven de tan solo 21 años que ha vivido en carne propia uno de los episodios más traumáticos de su vida al someterse a las conocidas terapias de conversión después descubrir su gusto por los hombres.
Todo inició cuando Vargas, a sus 13 años, decidió contarle a su familia, la cual considera “conservadora y religiosa”, su atracción hacia los hombres. Por ese arraigo familiar, el niño de esa época creía que su identidad de género era un problema que se podría considerar hasta como una enfermedad, y como tal debía ser tratado.
Después de la conversación con su mamá, arrancó por terapias psicológicas en las cuales “tenía que contar todos mis pensamientos. Si me atraía algún chico, si había tenido alguna relación sexual, si había visto pornografía gay. Tenía que rendir cuentas de eso, más o menos. Y se suponía que esa terapia mezclaba el psicoanálisis y la psicología con la oración”, relató Vargas a SEMANA.
En medio de ese proceso que mezclaba la psicología y la espiritualidad, Juan Pablo comenzó a vivir serios episodios de ansiedad que lo terminaron llevando a “autoflagelarse”, a pensar en el suicidio y hasta en dos oportunidades atentar contra su propia vida.
“Luego de eso hubo una reunión con el psicólogo. Estaba toda mi familia y me dieron a elegir entre vivir con alguno de ellos o salir del clóset. O sea, me dieron a elegir entre ser gay o cambiar mi orientación del clóset y vivir con alguno de ellos. Entonces, pues yo decidí salir del clóset”, le contó Vargas a esta revista.
Pero esa decisión se convirtió en una de sus peores pesadillas, pues después de que decidió definirse por su orientación sexual, tuvo que huir de su casa, vivir el abandono de su familia frente a sus propias decisiones y en medio del complejo panorama decidió volver a intentar resolver lo que para ese entonces sentía era una enfermedad.
Juan Pablo, con tan solo 19 años, decidió buscar una IPS para poder solucionar el supuesto problema y esa decisión terminó llevándolo hasta la Fundación Resurgir por la Vida, el famoso lugar conocido como la “casa del terror”, adonde a mediados de 2022 llegó el CTI de la Fiscalía para intervenirla, porque realmente lo que funcionaba era una secta que rehabilitaba adictos y brindaba terapias de conversión a personas LGBTIQ+.
Juan Pablo contó que estuvo internado casi dos semanas. “Nos aplicaban choques eléctricos, nos ponían en un televisor pornografía gay para generar en nuestro subconsciente una aberración por nuestra orientación sexual. Otra ‘terapia’ era que ponían mi cabeza en una pila de agua y hacían que me ahogara, y luego me sacaban para gritarme ‘eres una abominación, eres un enfermo, tienes que cambiar, te tienen que gustar las mujeres’. Todas esas cosas me dejaron marcado”.
Después de esa terapia de conversión que se traduce en actos de tortura, el joven que hoy tiene 22 años decidió dejarla y se dio cuenta de “que realmente no hay nada que curar. Yo no sabía que me iban a hacer ese tipo de torturas, pero quería cambiar por buscar aceptación de mi familia”.
Con esa experiencia vivida, Juan Pablo terminó gravemente afectado en su salud mental, tuvo que vivir un postrauma que duró varios meses y un camino por recorrer para volverse a recuperar.
Para este joven de 21 años que terminó siendo víctimas de las terapias de conversión, en Colombia “hay un vacío jurídico enorme. Porque al no estar prohibidas expresamente en la legislación, lo que se permite de manera clandestina, porque muchas veces es de una forma clandestina que es realidad, pues se acceden ese tipo de torturas. Porque realmente lo que se hace es atentar contra la gente. En Colombia estamos mucho más retrasados en este tema”.
Después de vivir uno de los momentos más difíciles de sus cortos 21 años, Juan Pablo Vargas estuvo presente en el Congreso de la República para el arranque del segundo debate sobre el proyecto de Ley para que se prohíban las terapias de conversión en Colombia.
La iniciativa legislativa impulsada por la representante de la Alianza Verde, Carolina Giraldo, se debatió este 19 de marzo en plenaria de la Cámara de Representantes. “En realidad no hay nada que curar. Se debe aprobar este proyecto de ley para que a nadie se le pueda torturar, discriminar o lesionar física o psicológicamente por su orientación sexual, identidad o expresión de género”, dijo Giraldo.
Ese proyecto de Ley “prohíbe la práctica de los esfuerzos de corrección y/o represión de orientación sexual e identidad y expresión de género (Ecosieg) en el territorio nacional y se promueve la no discriminación por motivos de orientación sexual, identidad y expresión de género en las redes de salud mental y otras instituciones y se dictan otras disposiciones”.
En septiembre del año pasado, el ministro de Justicia, Néstor Osuna, se pronunció sobre la persistencia en el país de las denominadas “terapias de conversión” a las cuales calificó como una “estafa” y una “burda manipulación” en contra de las personas que enfrentan miedo y discriminación.
“A mi modo de ver, una estafa, una burda manipulación de personas que tienen temor, de personas que han sido discriminadas, pero cuando son forzadas, en virtud de la violencia que esas terapias suponen para las personas que se someten a ellas, se pueden tipificar como tortura y hay instrumentos internacionales que ya hablan de que esas terapias, cuando son forzadas, son tortura”, declaró el representante del Gobierno Petro.