Semana: ¿Por qué renunció a Migración Colombia? Christian Krüger: Llevo siete años en esta institución, un poco menos de dos como secretario general y cinco al frente de la misma. Este puesto maneja mucho estrés, y el sacrificio de la familia es muy alto. Esa es la principal razón. He tenido una muy buena relación con el presidente Iván Duque, así como la tuve con Juan Manuel Santos. Le comenté mi salida al presidente hace tres meses. Él no quería que me fuera, pero además del compromiso con mi familia, surgió una excelente oportunidad en el sector privado, que va a causar un giro de 180 grados en mi vida, ya que estaré más cerca de mi casa.

Semana: Usted participó en la creación de Migración Colombia y se podría decir que la vio crecer. ¿Cuáles fueron los cambios en materia migratoria en el país? C.K.: Migración Colombia nació luego de que el DAS se acabó. Entonces el país creía que la migración era solo sellar pasaportes en los aeropuertos, puertos y puntos de frontera. Nosotros tuvimos que hacer un arduo trabajo para cambiarle el chip a los trabajadores. Pero en estos siete años tuvimos un choque externo que nos obligó a repensar la migración. El primer impacto fue en 2015, cuando ocurrió el tránsito de 2.000 cubanos en Turbo, víctimas de una red de tráfico de migrantes. Luego vino el tema de Venezuela, inicialmente con la deportación de más de 20.000 colombianos que la dictadura de Maduro hizo en 2015, y después con la llegada masiva de venezolanos que huían de la pésima situación. Ese contexto nos obligó a ver la migración de otra manera. Tuvimos que generar estrategias y políticas de Estado que incluían muchos otros factores sociales y el trabajo con otras entidades. "La restricción y la exigencia de visa no solución en nada la migración venezolana. Al contraria, generan problemas de seguridad". Semana: ¿Esto significa que Colombia se convirtió en un país que recibe migrantes? C.K.: Se podría decir que sí, pero no solo por los más de 1,63 millones de venezolanos que viven en el país, sino porque hay un aumento considerable de extranjeros que vienen a hacer diversas actividades, incluso para quedarse a vivir. Nosotros éramos un país de origen, es decir, un exportador de migrantes. Yo creo que aquí todos tenemos un amigo, un familiar que se fue a otro país, a Estados Unidos, a Europa, a Argentina o a Chile a buscar un mejor futuro. Pero esa situación comenzó a cambiar drásticamente. “La educación es un derecho que habilita otros derechos para los migrantes” Semana: Pese a ese cambio, Colombia sigue siendo hostil a la migración... C.K.: Históricamente, el país ha sido cerrado a la inmigración, y eso se ve reflejado en las normas. Antes de 2012, el trámite para sacar una visa era casi imposible. Un ejemplo práctico: las visas de turista que le permiten al extranjero quedarse 90 días. Si quería extenderlo otros 90 días, tenía que salir del país, sellar el pasaporte y entrar. Si ese extranjero se enamoraba de una colombiana o colombiano, para cambiar su estatus migratorio tenía que salir. Era algo absurdo, y por eso hemos modificado muchos procedimientos hostiles. Por ejemplo, ahora no hay que salir del país para extender su visa de turista, lo puede hacer por internet. Semana: ¿Esa hostilidad hacia el extranjero se ve en la xenofobia que ha empezado a surgir con los venezolanos? C.K.: Hay más colombianos dispuestos a tenderle una mano al pueblo venezolano. Sin embargo, hemos visto algunas expresiones de xenofobia y creo que la mejor manera de evitar esto es entender, como colombianos, que la migración puede ofrecer una oportunidad para el desarrollo. Lo importante es mantener un enfoque migratorio inteligente, en que aprovechemos al máximo lo que esta población nos puede ofrecer. Los países desarrollados, sin excepción, han tenido una historia migratoria en su momento muy compleja, pero esta ha contribuido al progreso de esas naciones. Considero que le llegó el momento a Colombia de asumir ese fenómeno. Y tendrá éxito si todos aportamos un granito de arena. No es fácil, aquí tenemos que concientizarnos y entender que no estamos hablando de incorporar a la sociedad 20.000 o 30.000 personas, sino de más de 1,63 millones.

Semana: ¿Qué opina de esas voces que dicen que Colombia debe cerrar las fronteras y exigir visa a los venezolanos? C.K.: Que están en un craso error. Uno puede preguntarles si, al ponerle visa y restricciones, esta población va a dejar de llegar al país. Probablemente no. Se reducirá la migración legal, pero aumentará vertiginosamente la ilegal. ¿Qué es mejor, una población venezolana legal e identificada, o una ilegal que no sepamos dónde está o qué hace? Los colombianos deben entender que las restricciones y la ilegalidad generan más inseguridad. Es más fácil que un venezolano ilegal le quite el empleo a un colombiano que uno legal. Hay mayores posibilidades de que un ilegal cometa actos delictivos. Y así hay cientos de ejemplos de las bondades de la política de flexibilización migratoria que llevamos a cabo. De hecho, gracias a esta sabemos que hay 1.630.000 venezolanos en Colombia. Si hubiéramos cerrado las fronteras y exigido visas, seguramente tendríamos el mismo número pero sin la certeza, lo cual, en términos de seguridad, es catastrófico. Semana: ¿Qué le dice a los que creen que los venezolanos les van a quitar sus empleos? C.K.: Si un venezolano está ilegalmente acá, sí se convierte en un riesgo para el trabajador colombiano. Su condición irregular permite que personas inescrupulosas aprovechen la situación y no les paguen un salario mínimo, sino 200.000 pesos. En cambio, si tiene los papeles en regla, el venezolano puede exigir un puesto digno, con prestaciones sociales. En esa situación, el empleador deberá escoger al trabajador no por temas de economía, sino por sus cualidades y perfil profesional. Por otro lado, un venezolano ilegal es un desangre para el sistema de seguridad social. Por ley, toda persona, sin importar su nacionalidad, tiene derecho a la salud. Un venezolano regularizado va a poder aportar para contribuir a sostener ese sistema. La migración es positiva si se hace de manera inteligente.

Semana: ¿A qué se refiere con migración inteligente? C.K.: La migración venezolana no es un problema, sino una situación que necesita del trabajo del Estado. La migración inteligente consiste en articular el trabajo de esas instituciones para lograr que ese 1.630.000 de hermanos del país vecino se incorporen a la vida productiva del país, que sus hijos puedan estudiar y cotizar al sistema de seguridad social. Hoy tenemos a 180.000 venezolanos en el régimen contributivo y subsidiado, y a más de 215.000 niños estudiando. Lo hacemos porque, además de la solidaridad con nuestros vecinos, priorizamos la seguridad. Si no educamos a los niños venezolanos, en poco tiempo se pueden volver presas de grupos delincuenciales. Si no los vacunamos o asistimos médicamente, se pueden volver focos de epidemias. Tenemos que profundizar esa política. Por ejemplo, en el Conpes 3950, hay un interesante punto sobre homologación de títulos, ya que no podemos olvidar que muchos venezolanos son profesionales y mano de obra calificada. ¿No sería bueno que médicos venezolanos homologaran sus títulos si viajaran al Chocó, Tumaco y a otros lugares apartados donde los médicos colombianos no quieren ir? Semana: ¿Qué va a pasar con el fenómeno migratorio venezolano? C.K.: Creo que va a aumentar, y no va a tener solución hasta que Maduro y su círculo de amigos delincuentes caigan del poder. La solución final, en últimas, es que haya una real democracia. A ellos les conviene tener menos población en Venezuela por una sencillísima razón: si tienen menos gente que alimentar, mejorarán los índices sociales y, por ende, la favorabilidad. Pero adicionalmente está el tema de las remesas. El dinero de los venezolanos que trabajan acá y que envían a sus familiares a Venezuela es un respiro económico para la dictadura. Semana: ¿Colombia se siente sola en la región asumiendo el tema de la migración? C.K.: La migración venezolana es un fenómeno regional creado por Maduro y su dictadura, y su atención no solo le compete a Colombia. Solo me queda decirles a Chile, Perú y Ecuador que adoptar las restricciones a los venezolanos (decisión soberana y autónoma que no podemos criticar) puede terminar generando problemas de inseguridad en sus territorios. En este sentido, hay que recalcar que este fenómeno no lo puede enfrentar Colombia sola. Ni siquiera los países desarrollados como Alemania y Francia podrían afrontar solos una migración de más 1.630.000 personas. Aquí necesitamos de un trabajo en equipo no solo regional, sino global.