El pasado 9 de junio Quibdó parecía como si Colombia hubiera ganado el Mundial de Fútbol. Una bandera humana de miles de personas vestidas de amarillo alcanzó a llenar más de diez cuadras alrededor del aeropuerto. A pesar de que cayó un torrencial aguacero, digno del lugar más lluvioso del planeta, este no alcanzó a apagar la chirimía, la algarabía y el jolgorio que duró varias horas.  Los chocoanos estaban reunidos alrededor de una selección, pero no la de fútbol, sino la de baloncesto. Ese día fue histórico para ese departamento, más conocido por su pobreza y sus tragedias que por sus victorias. Por primera vez un equipo llamado Cimarrones, que los representó en el campeonato nacional, se llevó la copa del balón naranja.Lo que pasó en el Chocó esta semana parece una especie de epopeya. En Quibdó dicen que una alegría así no se vivía desde que Vanessa Mendoza se coronó como la primera reina afroamericana en Cartagena, pero que el triunfo de los Cimarrones superó esa victoria. Detrás de la historia de un equipo que no existía hace dos años y que logró en medio de todas las dificultades ser el número uno del país está Édgar Moreno.Este chocoano de 32 años creció viendo a su mamá jugar baloncesto. Ella, que era profesora de matemáticas, pasaba todas las tardes entrenando, y como no tenía con quién dejarlo lo llevaba al coliseo. Édgar se apasionó tanto por el balón que jugaba todos los días en la cancha de su colegio en Quibdó. Entró a la liga del Chocó y en un partido en Cartago, Valle, cuando tenía 17 años, lo ficharon y le ofrecieron un cupo en el equipo de Caldas. Años más tarde la Universidad de Texas le ofreció una beca completa para que fuera parte de su equipo. Allá terminó sociología con énfasis en estudios afroamericanos.Pero el sueño de Édgar no era quedarse en Estados Unidos, sino volver al Chocó y crear una selección para que los chocoanos no tuvieran que ir a jugar para otros. “Todos los basquetbolistas tenemos ese sueño. Yo me siento bendecido por haber podido hacerlo realidad”, dice Moreno. La suerte lo acompañó. Cuando volvió de Estados Unidos, en Chocó fue elegido gobernador Luis Gilberto Murillo, oriundo de Andagoya y que, como mejor Icfes del país, estudió becado también en Estados Unidos, donde se conocieron. Murillo lo invitó a liderar en la Gobernación el tema deportivo y a sacar adelante un equipo profesional de baloncesto. Entre ambos remodelaron el coliseo, que era de madera y que por la humedad estaba prácticamente podrido y lleno de goteras, y montaron la selección que tenía como nombre Nuevo Chocó,  el lema de la Gobernación. Murillo decía que se inspiraba en Nelson Mandela quien creía que el deporte era la mejor vía para unir al pueblo. Pero el equipo sufrió su primer revés por cuenta de la política y del poder, y no del deporte. Un fallo del Consejo de Estado apartó del cargo al gobernador pues hacía más de una década, cuando era director de Codechocó, había desviado 5 millones de un programa de saneamiento ambiental para reconstruir la escuela de su pueblo. Nuevo Chocó se apagó por esa decisión y prácticamente tuvieron que comenzar de cero.Ahí decidieron cambiarse al nombre de Cimarrones y hacer todos los esfuerzos por entrar a las ligas profesionales. Pero para lograrlo necesitaban cumplir muchos requisitos. Les pedían tener coliseo, un equipo con experiencia y una ciudad con buenos hoteles y transporte para poder jugar allí. En 2013 hicieron las vueltas para la Liga DirecTV de Baloncesto. Entraron tarde porque no tenían los 50 millones de la inscripción, que al final terminaron pagando a cuotas. Los Cimarrones tuvieron todos los problemas económicos posibles. Una vez, incluso, no pudieron pagar un hotel en Cúcuta porque no tenían un centavo. El dueño les dijo que cuando les fuera bien le devolvieran, y así fue.Como en Chocó no hay empresas, tampoco hay patrocinadores. “Nosotros no tenemos plata pero tenemos las ganas y el solitario apoyo de la afición”, dice el gerente del equipo John Freddy Chaverra. Ellos son de los pocos deportistas que sobreviven a punta de partidos. Más del 70 por ciento de los ingresos provienen de la taquilla. Como en Quibdó no hay cine, no hay centros comerciales y no hay parques de diversiones, la pasión por el baloncesto sacó a toda una ciudad de la monotonía. En cada juego los adultos pagan 10.000 y los niños 5.000 por verlos jugar. Es una verdadera fiebre. Siempre hay lleno total y juegan a veces lunes, martes, viernes y sábados. Tanto que al coliseo ahora le dicen “la caldera”, porque arde cada vez que juega Cimarrones. Para este año, Dispac, la empresa de energía del Chocó, Representaciones Educar y Unisanar patrocinaron al equipo. “Había mucho talento, pero financieramente siempre estaban en rojo, por eso decidimos apoyarlos”, dice Jesús Delgado de Unisanar. Ese apoyo permitió que el equipo contara con tres jugadores estadounidenses que le dieron vida internacional al conjunto chocoano. “El papá de un amigo que es entrenador y vive en Estados Unidos los convenció de que vinieran a jugar en este pueblo remoto. Ni siquiera sabían qué era el Chocó”, dice Moreno. El tema económico era tan complejo que el creador de los Cimarrones ahora, con algo de sonrisa, recuerda  que para poder ir a la Liga DirecTV los jugadores tuvieron que renunciar a parte de su sueldo. “Más que una historia de superación personal, los Cimarrones muestran el poder de la educación y del esfuerzo”, dice Mario Luis Benítez, de la emisora de la región, Mario en tu Radio, quien los ha seguido desde que comenzaron.Con el triunfo de Cimarrones en ese torneo todo cambió. Ahora cuentan con el aval en la Liga de las Américas para representar a Colombia en enero de 2015 y tienen asegurado volver a la Liga DirecTV. El próximo semestre piensan abrir la Escuela de Formación Deportiva Cimarrones del Chocó para poder darle la oportunidad a los miles de chocoanos que hoy sueñan ser como ellos. También piensan jugar un papel clave en los Juegos Nacionales del año entrante pues el presidente Santos prometió que Chocó iba a ser la sede.  Lo único que les falta es tener un gran patrocinador.Édgar le puso Cimarrones al equipo pues así se les llamaba a los esclavos que lograron rebelarse para lograr su libertad. Y hoy el equipo simboliza esa lucha. Eddi Bermúdez, un politólogo chocoano que tiene la camiseta del equipo enmarcada en la sala de su casa, asegura que el mayor triunfo de Cimarrones no es ganar un torneo sino “haber logrado unir una sociedad que ha estado muy dividida”. La semana del triunfo la caravana del equipo no solo estuvo en Quibdó sino en muchos municipios. Con esto querían que todos los habitantes sintieran que ese trofeo era de ellos. Como dice José Manuel Perea, uno de sus hinchas,  “El fútbol nos separa, porque hay gente de diferentes equipos, pero con los Cimarrones es como con la selección Colombia: todos nos unimos a hacerle barra. Es una celebración llena de vida, sin ningún muerto ni herido. Creo que nunca antes nos habíamos sentido más orgullosos de ser chocoanos”.