La cuenta del número de escándalos de corrupción sigue creciendo. Hoy está de moda hablar de ‘carruseles’, ‘pulpos’, ‘carteles’, ‘mafias’, ‘venas rotas’ y ‘ollas podridas’. El de la salud, el de las pensiones, el del polémico programa Agro Ingreso Seguro, por solo nombrar algunos, cada caso es más grave que el anterior. Ahora el turno es para la Dirección de Impuestos y Aduanas Nacionales (DIAN). El presidente Juan Manuel Santos confirmó este jueves el hallazgo de falsas devoluciones del IVA por exportaciones ficticias que se reclamaron con facturas falsas y con la complicidad de funcionarios y exfuncionarios de la dirección de impuestos. El desfalco a los recursos del Estado alcanzaría el billón de pesos. Pocos se atreven a decir cuánto pierde el país por corrupción, más cuando nuevas ‘ollas podridas’ comienzan a destaparse. El ministro del Interior, Germán Vargas Lleras, en su defensa del proyecto del Estatuto Anticorrupción que ya fue sancionado por el presidente, estimaba que las pérdidas alcanzaban los 6 billones de pesos. Sin embargo, es la punta del iceberg. Sólo en el desfalco por recobros en el sector de la salud, el presidente Juan Manuel Santos habló de 300.000 millones de pesos, pero advirtió que serían “billones” los saqueados al Estado. Falta ver cuántos recursos más se han perdido por los 116 puntos de alto riesgo de fuga que tiene detectados la Contraloría. Las cifras son sorprendentes y vergonzosas. Para entender el impacto social que tiene el robo de los recursos públicos, basta mirar los resultados de una encuesta que la Universidad Externado realizó a 530 empresarios, quienes admitieron que, en promedio, el 13 por ciento del valor de un contrato se destina al soborno o las ‘mordidas’, un equivalente a 3,9 billones de pesos. Según Óscar Ortiz, exzar anticorrupción, con ese dinero se podrían construir 2.000 alcantarillados o 1.800 acueductos de sexta categoría, pagarles la universidad a 80.000 jóvenes (a 5’000.000 el semestre) o construir 200.000 viviendas de interés social. Para el presidente Juan Manuel Santos, ese billón de pesos que está en el bolsillo de los corruptos por devoluciones ilegales del IVA es construir “un transmilenio al año”. Pero son varias las razones para que la corrupción sea el pan de cada día en Colombia y en todos los niveles: desde la casa, hasta las más altas instancias de un país. Todos los expertos advierten que la corrupción es más sofisticada y que va unos pasos adelante a la capacidad de previsión y de reacción de los entes de control. Es un negocio rentable. Para Elizabeth Úngar, directora de Transparencia por Colombia, los recientes casos de corrupción demuestran la “perversa red de delitos entre el sector público y privado. Son un triste ejemplo de que es corresponsabilidad de todos”, asegura Elizabeth Úngar. ¿Por qué hay corrupción? Son varios los factores que alimentan la corrupción. Y en todos ellos hay un elemento común: la tendencia de buen número de colombianos para aceptar, inculcar y ayudar a perpetuar la cultura del vivo. - Instituciones débiles Marcela Restrepo, socióloga y directora del área del sector público de Transparencia por Colombia, explica que los individuos, por naturaleza, compiten para satisfacer intereses, como tener dinero y una mejor calidad de vida. Y es en este escenario donde las normas y las instituciones tienen un papel clave, porque son las encargadas de regular que ese comportamiento humano no pase los límites. En este punto se ha fallado. “En Colombia las normas y las instituciones, incluidas las que regulan los comportamientos de los individuos (como Contraloría, Fiscalía y Procuraduría) siguen siendo débiles. Es complejo: en un escenario egoísta, donde alguien quiere sacar ventaja, se roba los recursos públicos y fuera de eso no hay quien lo castigue, es un círculo perverso”. Son muchos los ejemplos de la debilidad en las instituciones donde la corrupción ha logrado instalarse, y en todos los niveles. Para mencionar algunos, están las controvertidas investigaciones que la justicia tiene contra exfuncionarios y exdirectivos de la Alcaldía de Bogotá, del Instituto de Desarrollo Urbano (IDU), de la Contraloría y de los ministerios de Agricultura y de la Protección Social. Hay cifras que demuestran la debilidad en las instituciones. La Fiscalía tiene 700 investigaciones, sólo por temas relacionados por salud, 157 de ellas por delitos cometidos desde la administración pública. Y aquí también entra la reflexión para las escuelas, colegios y universidades. ¿Qué tanto contribuyen a que la cultura del atajo, del todo vale, siga pasando de generación en generación? - Se acepta y no se denuncia Pero además de ser una responsabilidad del Estado, también lo es para la sociedad, que convive con la corrupción. “Se acepta cuando busco y soborno al concejal o al funcionario para tener un subsidio o un favor. La aceptamos y la encubrimos”, agrega Restrepo. Es tan aceptada, que en la reciente encuesta que Transparencia por Colombia les realizó a 611 empresarios, el 61 por ciento de ellos admitió que los sobornos ayudaban a agilizar los procesos para contratar con el Estado, y no pagarlos implicaba perder el negocio. Además, justificaron este comportamiento en que “la competencia paga sobornos”. Las bajas penas, los vacíos de las leyes y la dispersión de la mismas (que el Estatuto Anticorrupción intentó agrupar) y las pocas y bajas condenas a los corruptos de cuello blanco no solo desestimulan la denuncia, como lo reconoció la fiscal General, Vivian Morales, sino que alimenta la cultura de la corrupción. “Se cree que si los demás cometen actos de corrupción y sacan beneficio, por qué yo no puedo hacerlo. Es un problema que viene de cuna, pero también de un aparato de justicia que no funciona, de un sistema donde la gente no logra las cosas por mérito, sino por ser vivo y porque se denuncia y no pasa nada. Mientras no se combata la impunidad, mientras la corrupción no sea efectiva, oportuna y eficazmente sancionada, va a ser difícil combatirla”, asegura Elizabeth Úngar. - Falta de protección a testigos El miedo y el estigma hacia quien denuncia es un punto a favor de los corruptos. “Los funcionarios no denuncian porque piensan que no va a pasar nada, también porque les da miedo a perder el puesto y al desprestigio, porque una forma de hacer quedar mal al denunciante es desprestigiándolo. También, por el miedo a poner en riesgo su vida”, recalca Úngar. La protección de testigos y denunciantes en el país está avanzando en temas relacionados con el conflicto armado, pero no ocurre con quienes denuncian casos de corrupción. “La protección de testigos es un tema grueso –afirma Marcela Restrepo–. La OEA diseña el marco de protección a testigos, porque nadie denuncia si no tiene mecanismos de protección. En Colombia eso no está claro”. Ejemplos sobran. Está el atentado, con puñal, contra la funcionaria de la DIAN que denunció el desfalco, una situación que contó el mismo presidente Santos este jueves. También están las amenazas contra la trabajadora de la Dirección Nacional de Estupefacientes que contó las irregularidades en la entrega de bienes incautados a la mafia o las amenazas contra el exsubdirector del IDU, Inocencio Meléndez, involucrado en el caso del carrusel de la contratación y quien intenta negociar con la Fiscalía. No se pueden dejar atrás los líderes asesinados por denunciar corrupción en la reclamación de tierras. Ya van 39 en el último año. - Falta de educación La denuncia es vital para luchar contra la corrupción, pero uno de los graves problemas es que, para los expertos, el país no tiene un canal claro para denunciar. Al ciudadano le cuesta saber dónde puede denunciar e identificar si determinado delito es competencia de la Procuraduría, la Contraloría o la Fiscalía. La corrupción también evoluciona y tanto para los entes de control, como para el ciudadano de a pie, es cada vez más difícil identificar un hecho ilegal que ponga en riesgo los recursos públicos. En este sentido, para el exzar de anticorrupción, Óscar Ortiz, un reto del Estado es lograr que la ciudadanía aprenda a identificar los delitos y, además, se capaciten a los funcionarios de los entes de control encargados de hacer las investigaciones. Para el procurador delegado de entes territoriales, Carlos Augusto Mesa, es importante no detectar el delito cuando se ha cometido, sino aprender a identificar los riesgos, antes de que ocurra y se pierdan los recursos. Para él, los corruptos conocen muy bien las leyes, saben blindarse y saben actuar para que la comisión de estos delitos pase por “correcta” ante la ley. Según la Procuraduría, “las asociaciones criminales orientadas a la corrupción se caracterizan por su elevada complejidad organizativa, que adoptan modelos y estructuras de tecnología de punta, con flujos de sus recursos complejos y altamente especializados”. - Falta de información Es otra deficiencia. En el análisis de riesgo de corrupción que emitió Transparencia por Colombia hizo una alerta sobre la falta de transparencia en la contratación pública y advirtió que las entidades del Estado no cumplen con su obligación de hacer públicos todos los procesos de contratación que realizan. Solo el 0,5 por ciento de las 158 entidades estatales usó la licitación pública para adjudicar contratos, un indicador “bajo, alarmante y preocupante”, según Restrepo. Lo que pone en duda sobre qué tan transparentes son los contratos que el Estado adjudica. Las instituciones también están en deuda con la divulgación de su información para que el ciudadano conozca cuántas licitaciones se convocaron, cuántos se postularon y a quiénes se eligieron. Sin el acceso a la información, es muy difícil enfrentar y acabar con este problema, asegura Óscar Ortiz, exzar anticorrupción.