Este miércoles 8 de junio, el Ejército de Liberación Nacional (ELN) publicó un comunicado en el que aseguró que nunca tuvieron a Juliana Hernández Olivero, hija adoptiva del candidato por la Liga de Gobernantes Anticorrupción a la Presidencia, Rodolfo Hernández.

Fue la misma guerrilla la que envió la información en la que se libraron de “toda responsabilidad” sobre esta desaparición que ocurrió en Ocaña, Norte de Santander, en 2004.

“Después de hacer las indagaciones respectivas le informamos al país que nunca tuvimos retenida a Juliana Hernández Olivero hija adoptiva de Rodolfo Hernández, quien según él desapareció en el 2004 en la región de Ocaña, Norte de Santander” (sic), dijo la guerrilla.

“Ninguna de nuestras estructuras en la región tiene responsabilidad directa ni indirecta en este caso, es falso que ella hubiese desaparecido o muerto en manos del ELN; nunca nos comunicamos con Rodolfo Hernández para solicitar dinero por su liberación porque ella no estaba con nosotros, ni teníamos información al respecto”, agrega el comunicado.

“No descartamos que alguna banda en complicidad con los organismos de inteligencia como ha ocurrido otras ocasiones, se haya comunicado utilizando el nombre del ELN para exigir dinero por su liberación. ¡Colombia… para los trabajadores! ¡Ni un paso atrás… Liberación o Muerte!” (sic), añadió.

Vale la pena recordar que, en días pasados, Rodolfo Hernández tuvo una entrevista sentida con Andrés Oppenheimer en CNN. El periodista contó los detalles de esa conversación que será publicada completa el domingo en la noche, pero reveló algunos apartes. Lo más conmovedor, relató el analista, tuvo que ver con los recuerdos que tiene el candidato sobre su hija Juliana.

Vea los fragmentos de la entrevista de Rodolfo Hernández en CNN.

Oppenheimer le preguntó a Hernández cómo le cambió la vida el secuestro y posterior asesinato de su hija Juliana. En esa respuesta, el ingeniero no pudo contener las lágrimas. “Me metí a la política para ver cómo colaborar con ese flagelo que tuvimos los colombianos, a ver cómo se corregía, porque yo sé que todo eso que pasó en Colombia fueron expresiones de necesidades del sector campesino que en la época los gobiernos no atendieron. Cuánto dolor tuvo que correr, cuántas destrucciones de familias... Ahora que tengo la posibilidad de ayudar, me voy a dedicar a la paz”.

A Rodolfo Hernández, los recuerdos de Juliana le llegan al alma cada instante. Su hija, una joven que desapareció en 2004 sin dejar rastro, protagonizó una historia indescifrable que 17 años después no logra entenderse.

Era la niña de sus ojos. La única hija mujer. La primera en llegar a su vida en la década de los setenta, cuando Rodolfo y Socorro Oliveros, su esposa, no podían concebir y, ante el anhelo de abrazar una pequeña que alegrara este hogar, decidieron adoptar a una niña.

Socorro tomó un carro y pidió que la llevaran a un orfanato dirigido por religiosas católicas, en Bucaramanga. Y allí, después de cumplir con las normas y documentos exigidos, le entregaron a Juliana.

Fue tanta la alegría con la niña que Hernández le pidió a su esposa regresar al mismo lugar y adoptar a un segundo bebé. Querían un hombre para completar la pareja. Uno de los huérfanos, Mauricio, se aferró al dedo de Socorro al verla y no se desprendió de ella. Ambos entendieron que se trataba de un mensaje divino. Él era el escogido.

Luis Carlos y Rodolfo José llegaron después, cuando Socorro, que creía que no podría tener hijos, quedó embarazada.

Juliana creció como la niña mimada de la casa. Rodolfo la alzaba, la llevaba de la mano, la acompañaba a fiestas y le mostró parte del mundo. Se amaban con locura y nunca le faltó nada.

Socorro era más estricta. Aun así, la relación entre madre e hija era maravillosa.

La joven se independizó pronto. Rodolfo Hernández le regaló un apartamento –como lo hizo con cada uno de sus hijos–, buscando que emprendieran su propio camino. El de Juliana está ubicado en el barrio Sotomayor, en el oriente de Bucaramanga, al lado de la iglesia San Pedro. La escritura aún reposa a su nombre.

Allí vivió desde temprana edad, en un lugar privilegiado, a escasas cuadras de la casa paterna. Llevaba su propia vida porque amaba la libertad, la misma que le costó conservar. O, al menos, el desprendimiento de sus seres queridos.

A Juliana, aficionada a la gimnasia y los aeróbicos, empezaron a extrañarla días después de su desaparición. Su padre llamaba al teléfono, pero ella no contestaba. Y en su residencia tampoco respondía. El lugar permanecía desocupado.

¿Qué pasó con Juliana? Las versiones fueron varias. Una de ellas apuntó a que en 2004 salió de su apartamento con un joven a tomar una cerveza. Se dirigían a Ocaña a disfrutar de los festivales de enero. “Yo le pedí que no fuera”, rememora Rodolfo Hernández con un tono amargo.

Las chicas, junto con otras compañeras de quinto semestre de derecho de la Universidad Santo Tomás de Bucaramanga, donde estudiaba Juliana, se hospedaron en una finca. De repente, según versiones de testigos, hombres sin identificar se la llevaron. Al parecer, eran delincuentes comunes que se enteraron de que era la hija de Rodolfo Hernández, el afamado ingeniero, empresario y constructor de Santander.

Una de sus compañeras también fue plagiada, pero días después la dejaron libre. Ella, según contó, no tenía dinero para financiar su liberación y los captores la devolvieron a su familia.

Pero los Hernández Suárez no contaron con la misma suerte. Rodolfo Hernández empezó una búsqueda que paró en 2021. Habló con intermediarios, envió mensajes a grupos armados, pero no encontró eco. Al contrario, le cobraron a través del teléfono una millonada. Él, que ya había vivido la historia del secuestro porque las Farc plagiaron a su padre, no aceptó pagar a cambio de que le devolvieran la hija.

Le exigían que –como ocurrió cuando su padre, que estuvo en cautiverio 135 días por las Farc– fuera y entregara el dinero. El temor en la familia era que él también terminara secuestrado.

Hernández pasó varios años pensando que las Farc habían secuestrado a su pequeña. En Caracol Radio, en abril de 2016, le hicieron el puente con Humberto de la Calle, exjefe negociador de paz con las Farc, quien en la época estaba en La Habana. Él prometió interceder con esa guerrilla, pero ellos, según dijeron, no la tenían en su poder.