El primero de enero, los habitantes de Bogotá se sorprendieron con un trino de la alcaldesa, Claudia López, desde el muelle internacional del aeropuerto El Dorado. La mandataria publicó una fotografía en la que aparecía acompañada de su esposa, la senadora Angélica Lozano. De esa forma, se despidió de la ciudad y salió del país a disfrutar sus vacaciones, que iban hasta el 11 de enero. Mientras tanto, el secretario de Gobierno, Luis Ernesto Gómez, se posesionó como alcalde encargado.
La tormenta estalló de inmediato. A la par que la alcaldesa se montaba en un avión rumbo a Costa Rica, se conocían las alarmantes cifras de muertes y contagios por coronavirus, y la ocupación crítica de las unidades de cuidados intensivos, que probaban la llegada con fuerza del segundo pico de la pandemia. Desde todas las orillas políticas la tildaron de incoherente, de dejar tirado el barco en el peor momento posible y de abandonar la ciudad. ¿Por qué ha sido tan mordaz la crítica contra ella por sus vacaciones? Cuando los primeros casos de coronavirus fueron diagnosticados en Colombia, la mandataria asumió un fuerte liderazgo que le reconocieron hasta sus propios opositores. Se puso al frente de la emergencia sanitaria, volcó toda su agenda para enfrentar un virus desconocido y se le adelantó al presidente Iván Duque al proponer un simulacro de aislamiento voluntario, que después se replicó en todo el país con las cuarentenas por varios meses.
Durante 2020 fue estricta. Pidió el cierre anticipado del aeropuerto El Dorado, se enfrentó con Duque y amenazó con que lo reabrirían sobre su “cadáver”, se autocalificó como enfermera, dijo que descansaría en “la otra vida” y tuvo mano de hierro para decretar confinamientos por localidades, mientras que el resto de ciudades activaba la economía. Mantuvo su pulso con la Casa de Nariño y siempre se mostró más partidaria del encierro que de la apertura para proteger la vida.
Hoy, casi un año después de la llegada oficial de la covid-19 al país, las cosas pintan muy distintas para Claudia López. Ya no recibe los mismos aplausos de antes, sino constantes críticas. La presión desde diferentes flancos llegó a tal nivel que no tuvo otra alternativa que suspender su descanso de manera abrupta y regresar a la ciudad, también de forma sorpresiva, en la noche del miércoles, tres días antes de que finalizaran sus vacaciones.
Aunque mostró el certificado de una prueba PCR negativa, al igual que su pareja, la alcaldesa decidió no acatar el Decreto 007 del pasado 4 de enero, firmado por el propio alcalde encargado, para confinar a 2,7 millones de habitantes de Usaquén, Suba y Engativá. Allí, en relación con los viajeros, se señaló textualmente que “todas las personas que lleguen a Bogotá propenderán por mantener aislamiento físico por mínimo siete días calendario, en aras de detectar síntomas consistentes con coronavirus covid-19”.Luego, en la rueda de prensa que dio el jueves desde la Alcaldía, y en la que ordenó la cuarentena actual en la ciudad, pasó por alto el tema de las vacaciones. Prefirió no mencionarlo ni dar una explicación, ni mucho menos ofrecer una excusa, como algunos le exigieron.
Además de anunciar el paquete de restricciones, casó la primera pelea de 2021 con el Gobierno nacional. Dijo que era posible que en Bogotá ya estuviera circulando la cepa británica del coronavirus, una información que tuvo que salir a desmentir de inmediato el propio presidente Iván Duque, soportado en los análisis del Instituto Nacional de Salud (INS). La explicación de la alcaldesa ante el dramático aumento de los contagios en los últimos días fue la posible presencia de dicha cepa en Bogotá. No obstante, el INS explicó que no hay ninguna evidencia científica para soportar esa afirmación, aunque se prevé que esa variación de la covid-19 se detecte en el país en cualquier momento.
Lo que llama la atención es que, en privado, a la mandataria ya le habían señalado oficialmente que la mutación del virus proveniente del Reino Unido no ha sido aún detectada en los exámenes realizados. ¿Por qué, entonces, soltó esa tesis que genera alarmismo entre los ciudadanos? ¿Fue una cortina de humo para no responder por sus vacaciones en Costa Rica en pleno segundo pico de la pandemia? Son preguntas que ameritan una respuesta.
Como si todo esto fuera poco, SEMANA conoció que la alcaldesa subió fuertemente el tono en una de las reuniones virtuales desde sus vacaciones en Costa Rica. En un diálogo con los ministros de Salud, Fernando Ruiz, y del Interior, Daniel Palacios, amenazó al titular de Salud con cerrar Bogotá, en un gesto que, según testigos, rayó con la altanería. Ruiz, un funcionario al que todos le reconocen su diplomacia y sus buenas maneras, le tuvo que replicar con contundencia. “Pues ciérrela”, le dijo.
El viernes, el ministro públicamente perdió la paciencia. “Deje de poner cortinas de humo a su responsabilidad”, le escribió en Twitter, luego de que la mandataria acusara al Gobierno de no cumplir con las vacunas.
Una foto que no se olvida
Por todo lo que puede significar, lo cierto es que pocos van a olvidar la foto de Claudia López con su pareja saliendo del país el primero de enero. Esa imagen contrastó con la angustia que desde entonces sienten los ciudadanos por la disparada de los contagios, el regreso de las cuarentenas, y la incertidumbre sobre la llegada de la vacuna y su aplicación. Los nuevos encierros prometen arrasar con una economía resentida por los estragos de 2020 e impactar gravemente el sustento de miles de hogares. Según las propias cifras de la Alcaldía publicadas en Salud Data, Bogotá ocupa el quinto lugar entre las grandes ciudades en número de contagios por millón de habitantes (64.091 casos), por encima hoy de Nueva York, Asunción, Santiago de Chile, Lima, Ciudad de México, Quito, São Paulo, Caracas y Montevideo. La capital del país, en ese ranking, solo aparece superada por Brasilia, Buenos Aires, Miami y Madrid. Una realidad desalentadora.
Los números de las unidades de cuidados intensivos están en alerta roja. La ocupación de las 1.786 camas uci para pacientes con covid-19 se encuentra en más del 86,2 por ciento, un indicador superior al de agosto cuando la ciudad afrontó el primer pico de la pandemia. La velocidad en los contagios alarma a los médicos en las salas de urgencias y cuidados intensivos, y a los epidemiólogos. Ante esta preocupante radiografía, a muchos, en diferentes sectores, incluso afines a la alcaldesa, les resultó más que extraño que ella haya tomado la decisión de irse de vacaciones en un momento que demandaba su presencia en el Palacio Liévano. La Claudia política que el país conoce, dedicada, juiciosa, trabajadora, intensa frente a sus obligaciones, dista mucho de la Claudia que en el inicio del segundo pico de la pandemia tomó un avión para irse de vacaciones.
¿Se relajó la alcaldesa?
Nadie duda de que la mandataria, como cualquier colombiano, tiene derecho a tomar su periodo de descanso, como lo ordena la ley. Todos los funcionarios lo hacen. Algunos gobernantes recargan baterías de manera discreta, aprovechando algún viaje internacional o dentro del país, incluso en sus casas de descanso. Sin embargo, también es cierto que la alcaldesa, que suele cuidar cada decisión que toma de cara a la opinión pública, se equivocó en esta oportunidad de forma grave. Para muchos resulta incoherente que la misma mandataria que pedía cerrar El Dorado, exigir la prueba PCR a los viajeros que llegaban a Colombia o ser reconocida como la mujer cuidadora de Bogotá haya decidido abandonar temporalmente a los ciudadanos en el momento menos indicado.
Ella sabía desde diciembre que enero sería un mes muy duro para la capital, pues el Día de las Velitas, las compras, la final del fútbol colombiano y las fiestas de Navidad y fin de año llevaron a miles de personas a relajarse con el autocuidado. Muchos lamentan que en Bogotá no se hayan tomado medidas, como el toque de queda o la ley seca, en medio de las celebraciones de Año Nuevo, pese a que el Gobierno sugirió hacerlo a todos los alcaldes de ciudades capitales. Varios atendieron el llamado, pero Claudia López lo pasó por alto. El pasado 26 de diciembre, en un video que compartió en sus redes sociales, la mandataria ya hablaba de un “incremento de casos importante” en la capital. Pese a eso, cuatro días antes, el 22 de diciembre, ella le envió una carta al presidente Duque, solicitando su periodo de descanso, como es lo habitual en estos casos.
En otros países, a algunos funcionarios les ha salido muy caro irse de vacaciones en plena pandemia. Por ejemplo, en Canadá, el ministro de Finanzas, Rod Phillips, tuvo que renunciar a su cargo después del escándalo por su viaje de descanso a una isla del Caribe. El principal reclamo que le hicieron fue la falta de coherencia, pues el Gobierno allí viene insistiéndoles a sus ciudadanos que se queden en la casa. En Europa, por el recrudecimiento de la pandemia, el primer ministro del Reino Unido, Boris Johnson, aplazó un viaje programado a la India. ¿La razón? Quedarse en el país para “poder centrarse en la respuesta nacional al virus”, según su portavoz.
Pero el viaje de Claudia López a Costa Rica, además de inoportuno, envía un mensaje que confunde a la sociedad, pues los servidores públicos deben gobernar con el ejemplo. Sin embargo, por momentos, la alcaldesa parece olvidar esa máxima. En la primera fase de la pandemia, se le vio mercando en compañía de su esposa, aunque la restricción que ella misma impuso exigía que una sola persona por familia saliera a aprovisionarse de los alimentos. La Fiscalía abrió una investigación preliminar en su contra, y ella la descalificó diciendo que se trataba de un ataque político. Luego fue vista de paseo por los cerros orientales, de nuevo en compañía de su pareja. En esa ocasión también hubo cuestionamientos, pues el país afrontaba un estricto confinamiento y sus mensajes se centraban en no salir de la casa. Meses más tarde, mientras criticaba con firmeza al presidente Duque por el día sin IVA, al calificar esas jornadas como un foco de contagio por las aglomeraciones, la alcaldesa se vio envuelta en una polémica porque permitió el ingreso de más de 8.000 indígenas del Cauca a Bogotá. Además, en diciembre pasado, promovió un evento masivo en Ciudad Bolívar, donde había personas sin tapabocas a su lado, para encender las luces de Navidad. Su explicación fue que le pudo más la emoción, lo que le costó recriminaciones.
La alcaldesa, por momentos, dio muestras de no querer interrumpir sus vacaciones en Costa Rica, y, de hecho, se demoró cinco días en volver al país. Fue la intensa presión ciudadana la que la obligó a regresar el pasado 6 de enero cuando la cifra de ocupación de las ucis para covid-19 ya superaba la barrera del 80 por ciento. Su retorno era lo mínimo. En momentos de emergencia, los presidentes y los alcaldes suspenden sus viajes y regresan de urgencia para asumir el control de la situación. Aunque 2021 promete ser el año de la vacuna y de la reactivación de la economía, el arranque está siendo traumático. Confinamientos, toques de queda y demás restricciones han sembrado incertidumbre sobre lo que viene.
Bajo ese contexto, los ciudadanos quieren ver a sus gobernantes al pie del cañón. En Bogotá, además, pese a la popularidad de la mandataria, los habitantes empiezan a mostrarse críticos. En una encuesta pagada por la Alcaldía, y que se mantuvo en reserva hasta que la reveló el concejal Emel Rojas, el 83 por ciento dijo sentirse inseguro en la ciudad; el 76,5 por ciento afirmó que la inseguridad hoy es peor que antes de la pandemia; y el 87 por ciento dijo sentirse inseguro en TransMilenio. Adicional a ello, en una encuesta del programa Bogotá, Cómo Vamos, divulgada a mediados de diciembre, solo el 19 por ciento de los consultados aseguraron que las cosas en la ciudad van por buen camino.
La pregunta es hasta dónde este episodio de las polémicas vacaciones repercutirá negativamente en la imagen de Claudia López como alcaldesa de Bogotá y en sus futuras y conocidas aspiraciones presidenciales. Tampoco se sabe a ciencia cierta qué ocurrirá cada vez que ella ordene cuarentenas, medidas que impidan los viajes en pandemia o cuestione la actividad en el aeropuerto. Para algunos, la mandataria perdió la autoridad moral para hacerles exigencias a los ciudadanos que gobierna.
En política, las embarradas, en muchas ocasiones, terminan por marcar la imagen de los líderes ante los ciudadanos, incluso por encima de los grandes logros. En Colombia, con una corrupción galopante y altos niveles de impunidad, la gente suele castigar duramente algunas salidas en falso.
Un ejemplo reciente fue la debacle que sufrió Germán Vargas Lleras en las elecciones presidenciales de 2018 tras el coscorrón que le propinó a uno de sus escoltas. Sus asesores consideran que, luego de ese episodio, su imagen no se levantó, pese al esfuerzo por explicar lo ocurrido y mostrar las ejecuciones desde la Vicepresidencia.
La salida en falso de Claudia López también les da motivos a quienes creen que ella debe ser revocada de su cargo. Aunque las probabilidades de que estos procesos prosperen son bajas, por lo general terminan por impactar de alguna manera al alcalde de turno y lo obligan a defenderse jurídicamente. En todo caso, Álvaro Uribe y Gustavo Petro ya anunciaron que no apoyarán ni la revocatoria de ella ni la del alcalde de Medellín, Daniel Quintero.
En su primer año de gobierno, Claudia López ha tenido aciertos y desaciertos y ha afrontado la crítica constante de su exaliado Petro. Sin embargo, si hay un episodio que no termina de aclararse, es el de las oscuras y violentas noches del 9 y 10 de septiembre, que dejaron 13 muertos. En esos días, ella pareció haber perdido el control de la Policía y de la ciudad. La mandataria dijo en público que supuestamente los uniformados no atendían sus órdenes.
Desde hace muchos años, la hoy alcaldesa de Bogotá ha sido una consentida de los medios, en los que ha tenido un registro de prensa favorable gracias a su trabajo y coraje. Su labor como investigadora fue determinante para desenmascarar la parapolítica, por ejemplo. Otro de sus hitos fue la consulta anticorrupción, con una votación sin antecedentes. Finalmente, su histórica llegada a la Alcaldía al ser la primera mujer y LGBTI en dirigir los destinos de la capital del país. Nadie pone en duda todas sus cualidades.
Pero, en verdad, se equivocó al irse de vacaciones en el segundo pico de la pandemia, teniendo que regresar de forma anticipada sin dar explicaciones ni reconocer el error. Tampoco es el ejemplo de uno de sus principales mentores, el exalcalde Antanas Mockus, quien cree firmemente en el perdón. SEMANA consultó al candidato presidencial Sergio Fajardo, el principal aliado político de la alcaldesa, sobre la polémica de las vacaciones que la rodea, y solo dijo: “Ya Claudia López llegó de su viaje, ya tendrá la oportunidad de explicar por qué viajó”. En el Partido Verde, el movimiento que la avaló en la campaña a la Alcaldía, otros fueron más agudos. La representante a la Cámara Katherine Miranda señaló: “No fue conveniente el viaje de la alcaldesa. No es conveniente que cuando el barco esté a la deriva la capitana salte. Uno gobierna con el ejemplo, debe pedirle perdón a la ciudadanía”.
Por su parte, el senador Antonio Sanguino manifestó: “Los cinco días de los 15 a los que tiene derecho de vacaciones la alcaldesa, después de un año difícil, no significaron de ninguna manera la parálisis de la administración distrital”.
El senador petrista Armando Benedetti fue de hecho el más agresivo en sus reparos a la mandataria y el primero que encendió la chispa cuando ella apenas salía del país. Desde entonces, el congresista empezó a trinar. El 4 de enero escribió: “A Claudia López no le dio la gana de volver, no le importa la gente. Desde hace semanas se advirtió de lo grave que sería la catástrofe de la pandemia en Bogotá. Todo quedó en decretar cuarentenas desde Costa Rica, UCIs llenas y el aprendiz de alcalde tomando semi-decisiones”.
La alcaldesa, hasta el momento, ha preferido guardar silencio sobre sus inoportunas y polémicas vacaciones y hacer como si nada, mientras los ciudadanos, hoy encerrados de nuevo y con miedo e incertidumbre ante la crisis por la covid-19, difícilmente olvidarán este controvertido episodio.