Es ampliamente conocido que Colombia ha venido experimentando desde mediados del siglo pasado el proceso conocido como "transición demográfica", es decir el paso de altos a bajos niveles de fecundidad y mortalidad. Las estimaciones obtenidas claramente indican que el país pasó de tener una tasa de crecimiento baja y casi constante durante las primeras tres décadas, a una tasa de crecimiento baja y decreciente a finales de siglo. Así, la población colombiana empieza y termina siglo con un crecimiento similar: alrededor del 2% promedio anual (ver anexo1). Sin embargo, el bajo crecimiento de la población al inicio fue el producto de unas tasas de natalidad y mortalidad altas y constantes; mientras que el bajo crecimiento de finales se debe a unas tasas de natalidad y mortalidad bajas y decrecientes (Gráfico 1).El proceso de la transición demográfica se inicia hacia finales de los años treinta, con los descensos en mortalidad, mientras la fecundidad permanece constante, generando la "explosión demográfica" - incremento en la tasa de crecimiento - de mediados de siglo. El freno al crecimiento demográfico -que se inicia hacia mediados de los años sesenta, y continúa en la actualidad - se debió principalmente al notable descenso de la fecundidad.La situación demográfica del país - tamaño y composición de la población por edad – es el resultado de la evolución reciente de su tasa de crecimiento, y principalmente del alto crecimiento que se tuvo hasta finales de los años cincuenta. Aunque la tasa de crecimiento de la población ha disminuido desde entonces, la población ha seguido aumentando en números absolutos. De hecho, la población total se multiplica por 9 al pasar de un régimen demográfico a otro en el transcurso del siglo: aumenta de 4.6 millones en 1905, a 42.3 millones en el 2000. Este multiplicador transicional es mucho más grande al que se observó en los países desarrollados. De hecho, tanto la mortalidad como la fecundidad descendieron en períodos relativamente cortos en comparación con otros países latinoamericanos o europeos. En Colombia los mayores descensos de la fecundidad se dan en menos de 20 años y la transición demográfica se da casi en su totalidad en la segunda mitad del siglo(ver anexo 2). Los países europeos, que iniciaron el proceso de transición demográfica en el siglo XVIII, necesitaron 60 años para descender su fecundidad y períodos muy largos de tiempo (más de un siglo y en algunos casos hasta 150 años) para completar el proceso. Estas diferencias en tiempo en el proceso de transición demográfica se enmarcan dentro del tiempo que tomó el proceso de modernización. Como lo dice Zavala de Cosio (ver anexo 3), el proceso de transición de los países europeos es el de "las sociedades que inventaron la modernización"; mientras que el de los países latinoamericanos se aplica a las sociedades "en las cuales la modernización se impuso en cierto grado".Las tendencias recientes de la mortalidad y la fecundidad no sólo afectan la tasa de crecimiento, sino que tienen un impacto demográfico directo sobre la estructura por edad de la población. Por un lado, la disminución de la mortalidad origina un aumento progresivo de la sobrevivencia, un número cada vez mayor de personas que llegan a la edad adulta, lo cual se refleja en una población más joven. Por otro lado, la disminución de la fecundidad hace que el número de nuevos nacimientos tienda cada vez a ser más reducido, lo cual se refleja en proceso paulatino de envejecimiento de la población.Efectivamente, la distribución por edad colombiana cambia significativamente durante el siglo XX a medida que se da el proceso de transición demográfica. A principios de siglo, con una altos niveles de fecundidad y mortalidad, se tenía una distribución por edades joven, estructura en forma piramidal aguda, con una base ancha compuesta por la población joven. Los descensos en la mortalidad frente a una fecundidad constante que se tuvo a mediados de siglo, llevaron a un rejuvenecimiento de la población, que se tradujo en una expansión de la base piramidal, es decir en una mayor proporción de niños. La distribución por edades estimada para 1964 es más joven que la observada a principios de siglo, producto de una mayor sobrevivencia de las cohortes provenientes de la alta fecundidad imperante en las décadas anteriores. A medida que la fecundidad baja, la población se va envejeciendo y la estructura por edad se transforma en un perfil más constrictivo, con una reducción en el porcentaje de jóvenes y un incremento progresivo de la población de adultos y viejos (Gráfico 2). La población de menores de 15 años que a principios de siglo representaba el 40.6%, aumenta a 45.3% en 1964, y se reduce a 32.5% en el 2000. Por el contrario, la población de la tercera edad, que representaba el 2.5% de la población total en 1964, crece paulatinamente a partir de entonces, cuando empieza a disminuir la fecundidad, llegando, en el 2000, a representar el 4.7% de la población total. Aunque la población de 65+ años representa menos del 5% de la población total en el 2000, su crecimiento es muy marcado. En la primera mitad de siglo, la población de la tercera edad se triplicó, llegando en 1964 a representar menos de 500 mil personas. Entre 1964 y el 2000, la población de la tercera edad más que se cuadruplica, llegando en el 2000 ser casi 2 millones de personas. La dinámica de crecimiento de este grupo, inédita en la historia demográfica del país, refleja el envejecimiento de la población colombiana. Este proceso es aún más claro en el índice de envejecimiento(ver anexo 4) . En el caso colombiano, la carga de dependencia aumenta paulatinamente, entre 1938 y 1964, a medida que la población se rejuvenece; mientras que vuelve a descender a partir de 1964, con el envejecimiento de la población. El índice de envejecimiento muestra un descenso paulatino en la primera mitad de siglo, y luego un aumento acelerado a partir de principios de la década de los sesenta, cuando se dan los notables descensos en fecundidad (Gráfico 3). Este indicador refleja la velocidad del proceso de envejecimiento de la población colombiana.*Profesora investigadora de CEDE – Facultad de Economía de la Universidad de Los Andes