El 2020 no solo será recordado como el año que rompió récords en materia de ciclones tropicales, sino como el periodo en el que Iota pasó por Providencia, dejando destrucción y ruina. Esta experiencia pone sobre la mesa la importancia de que el país tome acciones tendientes a minimizar los impactos de tales eventos.

Solo falta una semana para que se inicie de manera oficial la época de estos fenómenos en el océano Atlántico, el mar Caribe y el golfo de México, los cuales se desarrollan entre el 1 de junio y el 30 de noviembre.

Christian Euscátegui, meteorólogo y director de la Maestría en Gestión del Riesgo en la Escuela de Ingenieros Militares, explica que este periodo ha sido definido por los expertos como “oficial”, dado que más del 95 por ciento de los eventos registrados en la historia ocurrieron en ese lapso.

El huracán Iota, registrado en noviembre del año pasado, dejó graves afectaciones en Providencia. | Foto: EPM

El escenario de pronósticos presentado por agencias como la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA) y la Universidad Estatal de Colorado (CSU), así como otros organismos internacionales, no es halagador: se prevé que la temporada de este año estará por encima del promedio, que es de 12. La CSU asegura que es muy probable que ocurran 17 tormentas tropicales, de las cuales ocho podrían convertirse en huracanes, con al menos cuatro de ellos de categoría igual o superior a la 3, es decir, los que mayor destrucción suelen dejar.

El año pasado se presentaron 30 tormentas tropicales con nombre, cuando en su primer informe de mayo la NOAA pronosticaba entre 13 y 19, y la CSU indicaba la probabilidad de 16 sistemas; algo distante de lo que en realidad sucedió, explica Euscátegui.

Si bien esto, según los expertos, no debe tomarse como una señal de alarma y de que este año se tendrá una temporada tan extrema como la de 2020, lo cierto es que el país debe prepararse para enfrentarla. Omar Franco, exdirector del Ideam, indica que, aun cuando tradicionalmente Colombia no ha sido afectada de manera directa por estas tormentas, con excepción de lo sucedido con el huracán Iota, sí puede haber perjuicios indirectos, como inundaciones en la costa caribe.

Los bosques de Providencia fueron grandes damnificados tras el paso del huracán Iota. | Foto: Instituto Humboldt

Para Franco, lo sucedido con Iota debe cambiar la agenda de las autoridades con respecto a la responsabilidad de hacerle frente a esta situación, como es el caso de la Dirección Marítima (Dimar), el Ideam y la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres (UNGRD), las cuales, desde ya, deben trabajar de manera articulada con el fin de prevenir y mitigar las posibles afectaciones.

Aunque los avances en la tecnología han incidido en una mayor certeza del pronóstico de trayectoria con estos fenómenos naturales, siguen las falencias en la proyección de la intensidad, según lo expresa Euscátegui. Según él, es clave que se sumen esfuerzos para una difusión de información oportuna, clara y efectiva, que permita reaccionar de forma adecuada cuando se presenten estos eventos.

Ante este panorama, el Ideam ya comenzó un seguimiento detallado de las condiciones océano-atmosféricas del Atlántico y el mar Caribe, y, con base en el plan operativo acordado con los países de la región, coordinará con el Centro Nacional de Huracanes (NHC) la emisión de avisos y alertas, de acuerdo con los lineamientos del Protocolo Nacional ante Huracanes y otros ciclones tropicales, que, según la UNGRD, entrará en vigencia el 1 de junio.

Montones de basura y escombros se visualizaron luego del paso de Iota. Foto tomada con Canon 5D Mark lV | Foto: jodi jacobson

Daniel Useche, jefe de la Oficina de Pronósticos y Alertas del Ideam, indica que están a la espera de la emisión de la predicción oficial de la temporada por parte del NHC, a finales de este mes, para fijar una postura oficial en torno al tema.

Por ahora, les advierte y recomienda a la UNGRD y a los consejos departamentales y municipales de la región caribe y del archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina que junto con las comunidades se tomen las medidas necesarias para evitar muertes y pérdidas de bienes materiales, activando y reforzando las medidas de prevención.