A la Selección Colombia la dieron por muerta el 19 de junio de 1990, en el Giuseppe Meazza, de Milán. Migajita Littbarski, como le decía Andrés Salcedo en el Canal 3, marcó el 1-0 para Alemania.Minuto 43, segundo tiempo. Eran casi las 12 del mediodía en Colombia, cuando la medianoche parecía haber caído.
La gesta, no perder ante los campeones (a la postre), se escurría como agua entre los dedos, a solo 120 segundos de conquistarla. Un milagro llegó al minuto 47, segundo de adición. El 1-1, el gol más gritado en la historia de Colombia, llevó la firma de Freddy Rincón, desde entonces el Coloso de Buenaventura. Tenía 24 años. Treinta y dos años después, el Coloso perdió el partido más importante de su vida.
El lunes santo, en Cali, Rincón, de 56 años, sufrió un severo traumatismo, tras estrellarse a bordo de una camioneta contra un bus del MIO, en flagrante fuera de lugar, y a pocos metros del parque de banderas del Pascual Guerrero, donde forjó parte de su leyenda. Fue internado en la unidad de cuidados intensivos de la Clínica Imbanaco, en la capital vallecaucana, donde por más de 48 horas luchó por su vida.
Desde las 4:11 de la mañana del 11 abril, Rincón enfrentó la muerte por un severo trauma craneoencefálico. Sebastián, 28 años, único de los cuatro hijos en seguir sus pasos, viajó desde Argentina, donde juega con el Barracas Central (primera división). Una foto agarrando la mano de su padre alimentó la esperanza.
Pese a los partes médicos, agónicos como el 1-1 contra Alemania, Colombia se encomendó al milagro de la recuperación de Freddy Eusebio, el bonaverense más famoso de la historia, el colombiano que mejor supo marcar goles, incluso en tiempo de descuento. Pero el tiempo se agotó y casi a la medianoche del miércoles 13 de abril, Laureano Quintero, director médico de la clínica, anunció el fallecimiento de una de las estrellas del fútbol colombiano.
Una historia de gloria
Reclutado por Santa Fe, llegó a Bogotá en 1986. Primero, al barrio La Macarena, junto con su hermano Manuel. Luego, al Ricaurte, en la ferretería de Rafael Pachón, su mecenas.Freddy Eusebio, hijo de José Rafael Rincón y Rufina Valencia, le puso el pecho al frío de Bogotá. No quería pronunciar la palabra hambre. En el puerto aprendió a patear muy duro, aguantando el dolor al hacerlo descalzo y en calles polvorientas.
Emuló los pasos de Maravilla Gamboa, el mejor futbolista bonaverense de la historia hasta entonces. Alfonso Sepúlveda, de Guayos AS y exitoso cazatalentos, vio al diamante y lo pulió en las canchas de La Florida. Jorge Luis Pinto, formado en Alemania, le dio la camiseta número 14. “Usted verá si se la pone o si se devuelve a Buenaventura, señor Rincón”.
Con el santandereano, “el mejor técnico de mi carrera”, confesó Freddy en Acceso, de Win (2017), venció la pereza, el mayor obstáculo de su habilidad y portentosas condiciones físicas. “No me gustaba correr, pero no quería devolverme a Buenaventura”, le confesó a César Augusto Londoño. “Me dejaba dos horas trabajando después de los entrenamientos. Siempre le agradecí”.
Santa Fe derrotó 4-2 al Junior con dos goles suyos el día de su debut. Siempre que la Espiga –su primer apodo– atravesaba la cancha con la pelota, sonaba el tradicional “ta-ta-táaa” de la corneta con que la Barra 25 de oriental numerada del Campín empujaba a los cardenales al gol.
Los santafereños, expertos mundiales en marcar en el último suspiro, o “minuto de Dios”, lo hicieron ídolo.Tras ganar la Copa Colombia de 1989 junto con su hermano Manuel, fue transferido al América de Cali, a pedido de Gabriel Ochoa Uribe. Con el porcentaje, le regaló una casa a doña Rufina.
Pacho Maturana lo convocó al Mundial de Italia, sin jugar en la eliminatoria, razón para no clasificar entre las 16 monitas de Colombia en el Panini, álbum oficial.
Decepcionó contra Emiratos y Yugoslavia. Pacho lo atribuyó al “miedo escénico” que “pasó factura” a uno de los jóvenes del plantel, el más callado en la concentración.“¿Miedo escénico? Qué va. Baches que cualquier futbolista puede tener”, respondió Freddy al periodista Víctor Rosas, tras el entrenamiento previo al duelo contra los alemanes.
Se probó unos guayos Adidas, le calzaron como guante los talla 42, los compró en 80 dólares a José Iber Gruesso, exjugador de Santa Fe, quien se había radicado en Alemania, y cuatro años después llevó al Tren Valencia (de Buenaventura) al Bayern Múnich.
Freddy los estrenó el día en que el país amaneció con su foto, en la página 10B de El Tiempo: “Rincón, una deuda por cancelar”. La saldó contra Alemania, con unos zapatos alemanes, y en el “minuto de Dios”.
El grito
Tras el magistral pase del Pibe Valderrama, José Clopatofsky, de El Tiempo, inmortalizó con su cámara el rostro de Rincón juagado en lágrimas, y la boca llena de gol. Hizo clic segundos después de que el Coloso venció de túnel al portero Bodo Illgner,y justo antes de que una montaña de jugadores cubriera esa torre de 1,87 metros de estatura, sin derribarlo.
Freddy se ganó un rincón en el alma de los colombianos.Campeón con el América, marcó otro gol histórico en el Maracaná el 2 de marzo de 1993, primera victoria de un club colombiano en Brasil: 3-1 contra Flamengo.
El 5 de septiembre, el primero del 5-0 contra Argentina, en Buenos Aires; 76 colombianos murieron y 912 heridos tras los excesos que provocó la gesta, con dos goles del Negro Hermoso, como le puso William Vinasco.
El mejor gol de Rincón que vio el Tino Asprilla fue en Pereira (12 de junio de 1994), último amistoso antes del Mundial de Estados Unidos, ante Palmeiras. Un misil al ángulo desde más de 30 metros. “No pude ir a celebrar, quedé asustado por esa potencia”.
Tras el doloroso fracaso, y dos títulos con el Palmeiras, de Brasil, Rincón saltó a Europa. Siete goles, 28 partidos con el Nápoles, muchos con la número 10, sin dueño desde el primer retiro (por doping) de Diego Maradona. Ramón Mendoza, presidente del Real Madrid, al borde de la quiebra en 1995, soltó 4 millones de euros al entrenador Jorge Valdano para reforzar la plantilla. Consideró que con Rincón era suficiente.
Fue el primer colombiano en la historia en jugar en la Champions League, disputó 21 partidos, marcó un gol y compartió vestuario con Buyo, Hierro, Laudrup, Michel (el que tocó los genitales del Pibe Valderrama), Luis Enrique, Guti, Raúl y Bam Bam Zamorano.
Víctima de una evidente discriminación, fue crucificado y arrinconado por Arsenio Iglesias, español que sustituyó a Valdano. Lorenzo Sanz, aspirante a la presidencia, prometía “limpiar la plantilla”.Señalado, el único jugador de color del conjunto blanco, el que llegaba al estadio Santiago Bernabéu y leía sus paredes pintadas: “Negro”, “Sudaca”, “Vete a la selva”, “Ku Klux Klan”. Volvió a Brasil, donde fue feliz.
Conquistó 30 millones de corazones, los de los torcedores (hinchas) de Corinthians, el 14 de enero de 2000: primer futbolista del planeta en levantar el trofeo del mundial de clubes.Lorenzo Sanz, presidente del Real Madrid, viajó para contratar al mejor jugador del fútbol brasileño. Regresó con las manos vacías. No podía volver con el que todos habían señalado: otra vez, el de Buenaventura.
Rincón colgó guayos en 2004. En sus pinitos como entrenador, una propiedad resultó vinculada al nombre de Pablo Rayo Montaño, narco del cartel de Cali. La Fiscalía de Panamá ordenó su captura, la Interpol le mostró la circular roja en Brasil, en 2007. Logró demostrar su inocencia, pero cargó el inri de aquellos titulares de prensa.
En 2013, América hasta pensó en su regreso, a los 46 años, para salir del infierno de la B. Un amistoso contra San Martín de Perú desinfló la locura.
En 2019, Pinto, su mentor, lo llevó de asistente técnico a Millonarios. América, equipo de sus amores, lo despertó del sueño de alcanzar el título con la mayor cantidad de puntos posibles en la historia, más de 50, una tarde de sol de junio, cuando los diablos rojos hicieron un infierno en el Campín.
Muchos lo bajaron del pedestal por sus comentarios. Que la selección de Maturana le ganaba a la de Pékerman, que James Rodríguez había fracasado por “no ser profesional”. Lo llamaron “apátrida” y hasta “el envidioso de Buenaventura”. Pero, más allá de sus comentarios, siempre defendió, protegió y cuidó la selección Colombia.En la memoria quedarán los goles, las jugadas y el tranco largo y potente del Coloso de Buenaventura. Le regaló a Colombia momentos que el país nunca olvidará y ya forman parte de la historia del fútbol nacional. Paz en su tumba.