Durante la campaña Iván Duque hizo dos importantes anuncios sobre el talante de su gobierno. El primero, que se trataría de una administración renovadora con perfiles jóvenes, técnicos y paritarios entre hombres y mujeres. El segundo, que no habría mermelada. Es decir, que rompería con la tradicional forma de mantener alineado al Congreso por medio de puestos, contratos y cupos indicativos.Ya cumplió el primero de esos ofrecimientos, el del gabinete. El segundo, el de la mermelada, sigue siendo un propósito, pero está por verse si en Colombia es posible tener gobernabilidad sin consentir al Congreso. En todo caso, ante la combinación de primíparos sin partido en el gabinete y nada de zanahorias para el Congreso, el liderazgo del expresidente Álvaro Uribe resultaría crucial para que el gobierno funcionara y se aprobaran sus leyes. Su guante de hierro, su autoridad y su popularidad podían suplir los vacíos del experimento renovador del Ejecutivo.Puede leer: ¿Por qué testigo clave contra Uribe pide pista en la JEP?Gobernar requiere mayorías y estas nunca son fáciles de armar, menos ahora que el gobierno va a manejar el Capitolio a palo seco. La semana pasada vivió esa dificultad la nueva ministra del Interior, Nancy Patricia Gutiérrez, quien inicialmente pareció enredarse mientras trataba de lograr consensos entre los congresistas alrededor de la distribución de cargos en las mesas directivas. Después de mucho forcejeo, finalmente logró el acuerdo en la noche anterior a la posesión. En las reuniones con La U y Cambio Radical, la futura ministra del Interior insistió en que la coalición de gobierno de ahora en adelante no debería girar alrededor de los puestos, sino del “compromiso de construir un nuevo país”. Buena parte de los presentes recibió esa afirmación con escepticismo.Pero ante el anuncio de su renuncia, la ausencia de Álvaro Uribe complicaría las cosas. Su presencia sería importante para mantener a los partidos de la coalición en el corral. No solamente la bancada del Centro Democrático, sino también los conservadores, La U, el Liberal y Cambio Radical. La obediencia de los uribistas es automática en un partido caudillista. La de los otros partidos requiere manejo político. Esa era una de las responsabilidades que se esperaba que asumiera el expresidente Uribe. Se daba por hecho que su guante de hierro produciría resultados no solo en su bancada, sino también en las otras. Nancy Patricia sin él quedaría bastante huérfana para manejar una agenda política tan compleja como la que ha anunciado Duque y que pasa por reformas a la paz.Si se concreta, la ausencia de Uribe en el Congreso se sentiría. Eso no significa que vaya a perder su poder.Pero Uribe también cumpliría otro papel igual o más importante: enfrentar a los leones de la contraparte. El Congreso va a ser un campo de batalla con Gustavo Petro, Jorge Robledo, Iván Cepeda, los senadores de la Farc y hasta Antanas Mockus en la oposición al gobierno. Duque, para frentear a esa manada de leones, necesitaba definitivamente el contrapeso de Uribe. Sin el expresidente, en el Congreso quedarían muy buenos coroneles del Centro Democrático, pero ningún general. Y los generales sirven mucho para ganar batallas. La curul de Uribe sería ocupada por la discreta Milla Patricia Romero Soto, quien a última hora no alcanzó a entrar al Congreso, pues José Obdulio Gaviria le ganó por 93 votos.No hay duda de que la ausencia de Uribe en el Congreso se sentiría. Eso no significa, sin embargo, que pierda su poder. Por lo menos para la bancada del Centro Democrático el jefe fuera del recinto siempre seguiría siendo el jefe. Es más, el partido percibe en él a un mártir víctima de una persecución injusta, lo que aumenta su autoridad.En su comunicado sobre el tema del miércoles pasado, Duque logró un equilibrio entre lealtad con el jefe y respeto con la independencia de la Justicia.Con los otros partidos las cosas podrían ser un poco más complicadas. Personajes como Germán Vargas, César Gaviria, Aurelio Iragorri y Hernán Andrade, el jefe del Partido Conservador, negocian de tú a tú cuando el interlocutor es Álvaro Uribe. Pero no sucede lo mismo con uno de sus coroneles. La relación de poder cambia ante un partido sin líder. En el nuevo escenario, Germán Vargas podría ser favorecido con el vacío de poder que dejaría la salida del expresidente. Él –sumando a La U y a Cambio Radical– quedaría prácticamente siendo el jefe de la bancada más grande del Senado. Aunque no está en el Congreso, tiene el juego y la autoridad para hacerlo. Entre otras, porque los otros pesos pesados (Robledo, Mockus, Petro) están en la oposición.Así como la indagatoria de Uribe le hace daño a Iván Duque en su manejo del Congreso, no tiene efectos negativos en su imagen. Nadie asocia al nuevo presidente con los hechos que tienen en líos al expresidente. En su comunicado sobre el tema del miércoles pasado, Duque logró un equilibrio entre lealtad con el jefe y respeto con la independencia de la Justicia. Y como no hay mal que por bien no venga, la salida de Uribe del escenario político, aunque sea solo en el Congreso, diluiría la imagen que hay en algunos sectores de que el próximo gobierno operaría bajo la tutela “del presidente eterno”.