Un macabro hallazgo se presentó en la mañana del pasado miércoles en Tuluá, Valle del Cauca, cuando autoridades encontraron una cabeza humana en plena vía del barrio La Inmaculada, en el sector de La Virgen.
Desde ahí se inició una ardua investigación para encontrar no solo los responsables sino para saber quién había sido la víctima de este crimen que indignó a la comunidad en ese municipio.
Seis días después, las autoridades confirmaron que este macabro hecho se hizo en contra de un hombre identificado como Wilmer Mora Montoya, de 35 años de edad, cuya cabeza fue encontrada en la carrera 27A diagonal 11 -47 del barrio La Inmaculada en inmediaciones del sitio conocido como La Virgen, zona norte de la localidad.
De Mora Montoya se sabe que era oriundo de Sevilla, Valle, y había sido reportado como desaparecido hacía 10 días. Luego de que sus familiares conocieran la noticia de que había sido encontrada una cabeza en plena calle de Tuluá, decidieron acercarse a Medicina Legal para descartar o confirmar que se tratara de su ser querido, pero no corrieron con suerte. Con pruebas de ADN de un hermano de la víctima se pudo confirmar que efectivamente se trataba de esa persona que habían estado buscando por días.
“Fue encontrada una cabeza en una bolsa en el barrio La Inmaculada, era una persona entre 30 a 35 años sexo masculino. Se realizó inspección técnica y será enviada a Medicina Legal para su identificación. Estamos en la búsqueda del cuerpo”, aseguró en ese momento el coronel Nelson Parra Mora, comandante de la Policía del Valle.
La cabeza fue encontrada en un costal que estaba acompañado por un letrero que decía: “por estafador y por rata”. Por ahora no se ha esclarecido quiénes están detrás de este lamentable hecho.
Es la cuarta ocasión en el último año que se presentan hallazgos similares en zonas urbanas y rurales de Tuluá. En enero, hombres en moto arrojaron fue encontrada una cabeza en el sector Galerías. Posteriormente, en junio del 21021 se presentó el hallazgo, en el corregimiento Aguaclara, de la cabeza del joven Santiago Ochoa, de apenas 23 años.
Santiago había desaparecido antes del 15 de junio y su cabeza fue arrojada una semana después por un motociclista en un antejardín del barrio El Delirio, corregimiento de Aguaclara, Tuluá. Las redes sociales se escandalizaron con el caso de Santiago: en una maraña de hipótesis sin confirmar, dijeron que el joven pertenecía a la primera línea y había sido capturado por hombres del Escuadrón Móvil Antidisturbios (Esmad). Esa versión jalonó una ola de indignación que terminó cuando su tía, Martha Ochoa, desmintió lo dicho por políticos y líderes de opinión.
Estos crímenes coinciden en la forma despiadada como fueron ejecutados y la cercanía entre las zonas donde ocurrieron las desapariciones. El alcalde de Tuluá, John Jairo Gómez Aguirre, reconoció en ese momento que no se trata de hechos aislados, sino de un patrón preocupante que encierra una problemática social más compleja.
“Hay un nuevo fantasma que tiene preocupados a los alcaldes y es la amenaza de los grupos guerrilleros de Farc y ELN, porque, según los organismos de inteligencia, sus integrantes podrían estar visitando los barrios populares para llevarse a los jóvenes, ingresarlos al mundo delincuencial y armar milicias”, dijo el mandatario local. Gómez Aguirre habló de frente de posibles reclutamientos forzados para rearmar estructuras ilegales.