Una problemática que está desbordada y fuera de control. El microtráfico se convirtió en un problema de grandes proporciones, en el principal causante del aumento de la criminalidad en el país y el mayor desafío de las autoridades, toda vez que este flagelo acecha a los niños y adolescentes.
Este fenómeno en Cundinamarca, por ejemplo, ha tomado mayor fuerza en 10 municipios donde los llamados jíbaros dedicados al narcomenudeo merodean escuelas y colegios, para atraer al consumo a los jóvenes que serán sus nuevos clientes.
Soacha, Zipaquirá, Fusagasugá, Facatativá, Girardot, Chía, Madrid, Tocancipá, Guaduas y Mosquera se convirtieron en los municipios donde se presenta mayor venta y consumo de sustancias alucinógenas como la marihuana, el bazuco, la cocaína y sus derivados, según las autoridades de la región.
Dichos datos, basados en los golpes que propinan las autoridades a las estructuras criminales, ponen sobre el mapa los principales puntos donde se concentran las bandas delincuenciales dedicadas al tráfico de estupefacientes. No obstante, acabar con este flagelo no es una tarea fácil.
“Las investigaciones nos permiten establecer los eslabones de las cadenas criminales dedicadas al abastecimiento de todo tipo de sustancias estupefacientes, especialmente de marihuana y clorhidrato de cocaína y drogas recetadas (pastillas), en puntos de expendio”, señaló la Policía.
La institución, además, indicó que en el último año 22 grupos delincuenciales dedicadas a esta actividad ilegal fueron desarticulados, en medio de los operativos 165 personas fueron capturadas. Así mismo, se aplicó extinción de dominio a cuatro inmuebles y seis laboratorios o cristalizaderos de cocaína fueron desmantelados.
Es tal la gravedad de la situación que el mayor consumo de sustancias psicoactivas se encuentra en jóvenes entre los 11 y los 18 años, a quienes los expendedores les vendes las dosis empleando la modalidad de domicilio, luego de concretar la venta por redes sociales o aplicaciones de mensajería instantánea.
Adicional a esto, se ha establecido que los parques, las zonas comerciales, las discotecas y cercanías a las carrileras son los lugares que suelen invadir los expendedores de drogas, precisamente el año pasado fueron capturadas 1.432 personas quienes fueron sorprendidas realizando esta actividad.
Pese a las actividades de prevención y los contantes operativos que realizan las autoridades para contrarrestar este problemática no es suficiente, toda vez que en los últimos años se ha presentado un crecimiento sostenido en el consumo de sustancias psicoativas.
Vale precisar que en Colombia, desde 1994, está despenalizada la dosis personal amparado en el derecho al libre desarrollo de la personalidad. Actualmente, la dosis mínima permitida es de 20 gramos, para el caso de la marihuana, y un gramo para la cocaína y sus derivados, según la Ley 30 de 1986.
Sin lugar a dudas, el microtráfico es la mayor amenaza a la seguridad en el país, teniendo en cuenta que se trata de un fenómeno que trae consigo una espiral de problemas mucho más graves que el consumo. Quien instala la olla lo hace por medio de la violencia que implica desde desplazar población hasta cometer homicidios. En los sitios donde funcionan también se incrementan delitos como el hurto y extorsiones cometidos por los consumidores para obtener los recursos para comprar las dosis.
Y el tema no es exclusivamente urbano. Las autoridades han detectado que las organizaciones criminales han convertido en adictos a campesinos en veredas a varias horas de camino de los cascos urbanos.