En la mañana de este martes 11 de marzo, el nuevo senador Álvaro Uribe Vélez soltó una carga de profundidad sobre la jornada electoral realizada apenas 48 horas atrás: el Congreso recién elegido es “bastante ilegítimo”. Así de claro, así de tajante. Pero ¿por qué llegó a tan tremenda conclusión? “Por la ‘mermelada’, por la publicidad engañosa, por la violencia, la compra de votos y los recuentos irregulares”, enumeró. Habló con tono de derrotado, en plan de víctima que exige justicia. Y eso que su movimiento político, Centro Democrático, logró obtener 19 senadores y se convirtió en la segunda fuerza de esa corporación, y 12 representantes a la Cámara. De cero a 31 parlamentarios en su primera elección, todo un hito. Y sin embargo, no le gustaron los resultados. Pero, entonces, ¿qué hacer? En primer lugar, pidió revisar instituciones como el Consejo Nacional Electoral (CNE), un organismo que, a su juicio, no ofrece ninguna garantía para la transparencia de unas elecciones. Sin embargo, también dejó flotando en el ambiente una idea que lo ronda y que cada vez suena más entre sus seguidores: por menores cosas, argumentó, se ha revocado el Congreso y se ha hecho una Asamblea Nacional Constituyente. Desde la otra orilla, las FARC también han insistido en la necesidad de concertar una herramienta con el Gobierno para refrendar los acuerdos que se firmen en La Habana. La guerrilla, dicen al unísono desde la isla los jefes de la insurgencia, está dispuesta a discutir con la administración Santos, cuando llegue el momento, un mecanismo para refrendar un eventual acuerdo de paz que satisfaga “a todos”, y aunque ven posible “conjugar” iniciativas, para ellos la fórmula ideal es la Asamblea Constituyente. “Nosotros hemos propuesto y sugerido en discusiones informales la posibilidad de conjugar las iniciativas. Y todo esto es posible”, aseguró hace una semana el jefe de su delegación, Iván Márquez. Días atrás, otros jefes –Pablo Catatumbo, Rodrigo Granda, Andrés Paris- en distintos medios habían hablado del tema. Cada cual por su lado, pero con la misma tesis: es posible que no sea hora de profundizar sobre este tema (los mecanismos de refrendación), pero, eso sí, estos se discutirán en la mesa de negociación “más adelante”, en el sexto y último punto de la agenda pactada del proceso. De otro lado, el alcalde mayor de Bogotá, Gustavo Petro –aceptando su inminente salida–, le dijo a la multitud desde el balcón de la Plaza de Bolívar que más allá de su situación personal, el país debe pensar en una Asamblea Nacional Constituyente. Según sus palabras, hay que pelear hasta el final y dejarles sentir a “los candidatos que disputan la Presidencia de la República, incluido el actual presidente, que tendrán que hablar con nosotros, la ciudadanía reunida en Bogotá, sobre cuál es capaz de convocar la Asamblea Nacional Constituyente que nos lleve a las reformas por la paz en Colombia”. ¿Por qué este mecanismo se ha convertido en el punto de unión de tres protagonistas de la vida política tan distintos? En el uribismo consideran que en la actualidad hay un desbarajuste institucional que no puede remediarse con pañitos de agua tibia. Sus adversarios, no obstante, creen que el asunto es más sencillo: Uribe quiere volver a reelegirse presidente y, como la actual Constitución se lo prohíbe, no le sirve. Las FARC por varias razones. Una es que creen que las masas los acompañaran en la redacción del nuevo texto para la Colombia del futuro, y otra, más pragmática, que consideran que esta es la única manera de blindar los acuerdos que se firmen en La Habana frente a futuros gobiernos. Para la insurgencia, todos los que en este país han dejado las armas han sido traicionados. Desde Guadalupe Salcedo, el legendario comandante de las guerrillas liberales que murió el 6 de junio de 1957 en una celada de la Policía en Bogotá, cuatro años después de haber entregado sus armas, hasta los temibles jefes paramilitares que terminaron extraditados en Estados Unidos porque, según Uribe, el presidente de la época, no estaban cumpliendo en la cárcel los acuerdos a los que habían llegado. Por eso, las FARC insisten una y otra vez: “No hay una sola región que no esté clamando por una Asamblea Nacional Constituyente, ese es un clamor nacional", dijo en una entrevista uno de los miembros de la guerrilla que negocia en la isla. Petición que fue negada tajantemente por el Gobierno a través de Humberto de la Calle, jefe del equipo negociador oficial. “Las únicas salidas que brindan seguridad jurídica a los guerrilleros desmovilizados son las que se ubican en los propios espacios que ha reconocido la Justicia transicional para estos casos”, argumentó en un artículo escrito para SEMANA. En ese texto, De la Calle fue enfático: “El camino no es la Constituyente. Hay mecanismos más fluidos, más acordes con la realidad actual, más innovadores para las posibilidades políticas de la guerrilla y más constructivos en la búsqueda de la solución del conflicto armado en Colombia”. “El Gobierno puede decir lo que quiera, ellos dicen ‘no va’: es una opinión muy respetable. Pero nosotros decimos que es un proceso, y el pueblo colombiano tiene que ser escuchado y es el que dirá si es necesaria o no una Constitución para lograr el bien supremo de la paz -replicó Rodrigo Granda, en un reportaje-. El pueblo colombiano está preparado para dar un salto de calidad y dotarse de una verdadera democracia”. Y Petro, por su parte, porque considera que la Carta Magna actual –de la cual el M-19, guerrilla a la que pertenecía, fue autor mayoritario– tiene muchos defectos que hay que mejorar. La muestra es su propio caso. El alcalde no acepta que un procurador general de la Nación lo prive de su cargo y le dé muerte política pasando por encima del deseo de sus electores, por una simple decisión administrativa. Son tres voces distintas, de origen diferente y con propósitos dispares, pero que los une una expresión que cada vez pronuncian con mayor entusiasmo: Asamblea Nacional Constituyente.