Desde que cerraron los colegios el 16 de marzo, más de 320.000 docentes de instituciones públicas y privadas en el país tuvieron que replantear su trabajo casi en su totalidad para evitar que la educación de los 10 millones de estudiantes se detuviera; máxime, si se tiene en cuenta que muchos viven en entornos vulnerables y no tienen computador o acceso a internet. Si los educadores han ejercido un liderazgo fundamental en la sociedad al formar a niños y jóvenes, en la nueva situación tuvieron que ingeniárselas y realizar sacrificios de todo tipo para continuar con esa labor.
“Cuando supimos a mediados de marzo sobre el cierre de colegios, lo primero que pensé fue que tenía que inventar nuevas formas de llegar a los estudiantes. Nunca pensé que ahora estaría haciendo videos casi como un youtuber y pidiéndoles a mis alumnos que hagan lo mismo”, dice Mauricio Fonseca, profesor en el colegio Altamira. Así, los docentes han tenido que apelar a un liderazgo creativo para que centenares de alumnos pongan atención a las clases virtuales y aprendan. Eso ha implicado que muchos educadores, en especial los mayores de 45 (según el Ministerio de Educación, son el 59 por ciento de la planta profesoral), aprendan sobre las nuevas tecnologías virtuales que les eran ajenas.
Si bien el Ministerio de Educación y cada ente territorial situaron recursos en la web, la radio, la televisión, y se han entregado guías físicas, cada docente es el encargado de aprovechar este material y coordinar con sus estudiantes las mejores maneras de dar continuidad a la educación.
A los eternos problemas que buena parte de los docentes afrontan por la precariedad de la infraestructura en algunas regiones de país, con la pandemia se sumó la dificultad de la conectividad. El 96 por ciento de los municipios no están preparados para adoptar las clases virtuales, y al menos la mitad de sus estudiantes no cuentan con computador o con internet, según un estudio del Laboratorio de Economía de la Educación, de la Universidad Javeriana.
La situación ha sido más difícil en algunas poblaciones donde ningún estudiante reportó tener estos elementos, razón por la cual la educación en casa y de cada estudiante termina dependiendo casi en su totalidad de la relación del docente con los padres de familia. En estos casos, el profesor también ha tenido que llevar a cabo una labor educativa con los padres para que ellos les ayuden a estudiar a sus hijos.
En Colombia ejercer la labor educativa nunca ha sido fácil, más aún en pequeños municipios y zonas rurales. Sin embargo, los profesores nunca se han rendido. Ahora con la pandemia, la exigencia sobre ellos aumentó, pero tampoco han dado su brazo a torcer y mantienen presente que sin ellos los millones de niños y jóvenes pierden un derecho fundamental: el de la educación.