Yanet Molina tiene cerca de veinte años como controladora aérea, su experticia es reconocida en el gremio y muchos dicen que de no ser por su calma en la noche del 28 de noviembre de 2016, la tragedia del vuelo Lamia 2933 hubiera sido mucho peor. Un año después de la tragedia, Molina decide contar su lado de la historia en un libro que escribió su esposo Carlos Acosta, también controlador aéreo, periodista y abogado. La presentación se realizará este viernes a las 10 de la mañana en la Academia Antioqueña de Aviación.Semana.com: Ha pasado un año desde la tragedia, ¿cómo ha vivido este tiempo?Yanet Molina: No ha sido fácil, todavía me sigue afectando mucho. He logrado superar poco a poco todo. No ha dejado de dolerme. En algunos casos que tengo que recordar esto se me vuelve todo muy doloroso. Durante todos estos meses me he tenido que enfrentar a algunas cosas, como la llamada que tuve del papá del piloto. Él me buscó, quería hablar conmigo, quería saber por qué yo supuestamente no dejé aterrizar la aeronave. Fue bastante directo. Quería saber porque supuestamente dejé que se matara su hijo.Semana.com: ¿Él tuvo la idea de que el avión sobrevoló el aeropuerto y usted nunca le dio pista?Y.M.: Eso fue hace algunos meses que vinieron los sobrevivientes de ese vuelo y fuimos todos al Cerro Gordo a conocer el lugar donde cayó el avión. Yo hablé con ellos y eso está relatado en el libro. Eso fue en mayo. El padre del piloto Quiroga me buscó y yo no sentí fuerza para ir sola, así que fui con mi esposo y mi hijo, que es piloto. Él fue muy directo, me dijo que por qué le había dejado matar a su hijo. Que por qué no lo había dejado aterrizar, yo le dije que las cosas no habían sido así y no aguanté y me puse a llorar. Mi esposo le explicó lo que había sucedido. Su confusión era que a la aeronave le faltaban tres minutos para llegar, pero tres minutos en el aire son bastante y, no eran tres sino seis minutos para aterrizar. El avión cayó a doce millas, que son como veinte kilómetros. Me preguntó que por qué no le daba vectores, que él veía los vectores desde el cerro Gordo.Puede leer: El clásico de la hermandad fue para ChapecoenseSemana.com: Aquí hay un punto interesante, el piloto pedía vectores y nunca se explicó qué era tal cosa, y a usted se le acusó de no haberlos entregado... Y.M.: Los vectores son como una dirección, la ruta directa para llegar al aeropuerto. La gente cree, como en algunos medios, que los vectores son una señal en la pista. Ahora, los vectores eran el último consuelo que le quedaba al piloto. No sé sabe por qué pedía vectores, porque él no tenía radar ni navegación. Uno suministra vectores cuando ve al avión en el radar, yo ya no lo veía. Para ubicar los vectores el avión tiene que tener navegación, porque con los equipos primarios de emergencia, que son la brújula y el horizonte artificial, no puede, tiene que tener el GPS operando y él ya no tenía energía en el avión. Y lo raro es que minutos antes de su petición de vectores yo le pregunté si requería algún servicio en tierra y me dijo que no, y la voz súper tranquila. Cuando ya dijo que no tenía combustible y le fallaba totalmente la energía, ya no se podía hacer nada.Semana.com: ¿Usted tiene alguna hipótesis de lo que pudo pasar?Y.M.: Algo raro estaba pasando en la cabina del avión. Durante el vuelo, cruzando Perú, entre los dos pilotos hay una conversación. El copiloto le dice a Quiroga que estaban bajando combustible, y era porque venían con sobrepeso, un tonelada de más, y traía viento en contra. Pasan por Leticia y el copiloto sigue insistiendo. Eso está grabado en la caja negra. Cruzan por Bogotá y lo mismo pero Quiroga le dice que fresco, que sigan. Entran al espacio aéreo de responsabilidad de Medellín, por Marmato, Caldas, ahí a cada uno, en su puesto, les aparece una señal audible y visual que les dice que tienen 20 minutos de combustible. Pero no pasa nada, el copiloto debió advertir, pero Quiroga se adueña de las comunicaciones. Antes de ingresar a Medellín ellos apagan el voice recorder, eso no queda en la grabación de la caja negra. Todo lo que pasa luego en la cabina es un misterio. Hay que tener en cuenta que en Bogotá a ellos les dicen que iban a la espera en Medellín, o sea que tenían que sobrevolar. En cabina iban dos pilotos y una piloto de más, de reserva. Ellos nunca dijeron que estaban en emergencia. Tampoco le advirtieron a los pasajeros, y esa es una obligación que de haberse cumplido hubiera bajado la mortalidad.Semana.com: A los días de sucedido el accidente usted publicó una carta en la que decía que su vida corría riesgo, ¿la amenazaron?Y.M.: Al principio, sí. Por cuestión de las amenazas no salía de la casa. Recibía llamadas raras al celular. En la redes me trataron muy mal y me amenazaron de muerte. Me sucedió con un muchacho que vino a hacernos un cambio de telefonía que se dio cuenta de quién era yo por los datos. Ese muchacho se puso a llorar. Se puso nervioso. Rojo. Me dijo que por mi culpa habían perdido la copa, que yo les había dado el peor fin de año, que les había dañado la navidad. El tipo estaba totalmente desubicado.En contexto: Avión del Chapecoense voló de Bolivia a Colombia sin seguro Semana.com: Sobre usted cae la culpa los primeros días, ¿usted cree que fue culpa de los medios? Y.M.: Sí, tuvieron muchísima responsabilidad porque con el afán de sacar la noticia y contar todo lo que pasó, necesitaban una culpable, y la primera culpable que aparecía era yo. En esos días se disparó toda la cuestión de las redes, me escribían, me insultaba mandando notas donde se decía que supuestamente yo era la culpable. A mi esposo le tocó llamar directamente al director un noticiero nacional y le dijo que cambiara la versión porque me iban a matar. Me acuerdo y me da de todo. Sí, creo que hubo mucha responsabilidad. Con los días he estado muchísimo más tranquila.