Una vez se conoció el primer caso positivo de coronavirus en Colombia, los esfuerzos se enfocaron en evitar que se disparara la curva de contagio y en preparar, con equipos, infraestructura y talento humano, al sistema de salud para el peor escenario. Hay una discusión, sin embargo, que se viene aplazando y se ahoga en el mar de información que circula sobre la pandemia a diario. ¿Los estudiantes de últimos semestres del pregrado de medicina, que trabajan en los hospitales como internos, deben seguir rotando en los centros médicos o también se deben acoger a la cuarentena?
El viernes pasado, 85 estudiantes de medicina de la Universidad Surcolombiana que trabajaban en el Hospital de Neiva entraron en paro. Días antes, otros 90 de 121 internos de medicina de la Universidad Industrial de Santander suspendieron actividades. Todos tienen algo en común. Alegan que no cuentan con los elementos de bioseguridad necesarios para cumplir con su labor y corren el riesgo de llevar el virus a sus familias. Aseguran, en pocas palabras, que las condiciones no están dadas para seguir con sus prácticas profesionales. Cada alma mater es autónoma y, desde que empezó la emergencia, las diferentes instituciones les han dado instrucciones independientes a sus estudiantes. Las Universidades de Caldas, el Bosque y del Tolima decidieron suspender por completo las prácticas profesionales, esperando la evolución de la pandemia. Por su parte, La Sabana, la Icesi, la Javeriana, los Andes y la del Valle, atendiendo los insistentes llamados del Gobierno y las secretarias locales, abrieron el abanico de posibilidades para que cada quien escoja si continúa o decide retirarse.
Esa, hasta ahora, ha sido la directriz. Sin embargo, a medida que pasan los días, los estudiantes se sienten empujados a un callejón sin salida y creen que la última opción que les están dando es un consentimiento envenenado. Eso precisamente fue lo que muchos expresaron la semana pasada, cuando el presidente Iván Duque prácticamente trató al personal de salud como reservistas del Ejército. El contenido del Decreto 538 no cayó bien y la inclusión de internos y residentes en la lista prendió las alarmas. "Todo el talento humano en salud, en ejercicio o en formación, estará preparado y disponible y podrá ser llamado a prestar sus servicios", dijo el mandatario.
Colombia gradúa, por lo menos, 5.000 médicos al año. A pesar de que varias universidades retiraron a sus estudiantes, es más alto el número de internos que siguen rotando. "No los ponemos de carne de cañón. Lo que hacen es vital para el sistema de salud. En hospitales como el San Ignacio, La Samaritana o el Militar la mayoría de personas que trabajan son internos y residentes. Si los retiraran, estos centros médicos operarían a la mitad. Esto forma parte de esa corresponsabilidad funcional que tienen", explica el decano de la facultad de La Sabana, Álvaro Romero Tapia. Pero los estudiantes no están convencidos de que sea así. "Un hospital tiene que estar en plena capacidad de funcionar con o sin estudiantes de pregrado y posgrado. Nosotros somos inexpertos, no tendríamos por qué ser piezas fundamentales. Ahora, la realidad de Colombia es que en muchos lugares nos dejan a nosotros a cargo todo el servicio. El especialista pasa y hace la ronda, pero uno es el que se queda escribiendo. En algunos casos porque no manejan la tecnología y en otros porque deben salir a atender pacientes en otro lugar. De ahí que en el momento que un interno sale es un problema para el hospital porque quién le va a evolucionar los pacientes", dice uno de ellos.
Cuando la emergencia alcanzó su pico en España, el Gobierno incorporó 30 mil personas al cuerpo de salud entre 7.633 médicos residentes R4 y R5 (de último año de formación). Teniendo en cuenta la fragilidad del sistema de salud colombiano, y a partir de la experiencia de Italia, España y Estados Unidos en el manejo de la pandemia, el Gobierno propuso enfrentar el desafío del talento humano, graduando de manera anticipada a 843 internos en abril. Capacitarlos, igual como podría ocurrir con los médicos generales. Esa es una de las salidas que se explora para atender el déficit o un alto número de contagios dentro del gremio. El miedo no es menor. Van cuatro profesionales de la salud muertos en Colombia por covid-19 y este martes el país conoció que en La Dorada (Caldas) les tocó aislar a 27 trabajadores del hospital por un posible contagio. El primer grupo de 285 graduados a lo largo y ancho del país recibió por internet las insignias. En su mayoría, se trata de jóvenes que estaban a meses, incluso días, de terminar sus estudios. Esta semana se espera que otros 422 reciban el título. En el mes de mayo se calcula una tanda de 256. Y, para mitad de año, se cuenta con 1.800 que se graduarían normalmente en ese periodo. Bajo una estrategia de modelo escalonado, las universidades vienen trabajando con el Ministerio de Salud. De acuerdo con el convenio, el plan contempla que estos médicos recién graduados entren al sorteo del Servicio Social Obligatorio (SSO), mejor conocido como el año rural, para así finalmente obtener su tarjeta profesional. El problema, sin embargo, es que muchos se enfrentan a un futuro incierto. A pesar de que el primer grupo tiene las plazas aseguradas, no hay cómo garantizar el cupo a los demás. Para resolver ese malestar, el Gobierno se comprometió a emitir una resolución que les permita a estos jóvenes trabajar en las IPS. Legalmente, esto servirá para homologar, una cosa por otra.
"Habíamos entendido que iban a ocupar plazas de SSO pero no se pudo porque no hay suficientes. Hubo un malentendido de nuestra parte", explicó el decano de medicina de la Universidad del Rosario, Gustavo Quintero, que también funge como director de la Asociación Colombiana de Facultades de Medicina (Ascofame). En total, 3.717 médicos, entre internos graduados anticipadamente, regulares y residentes de todo el país, quedarán a disposición en los próximos meses para ayudar a atender la emergencia sanitaria. ¿Son estudiantes o médicos?
La Asamblea Mexicana de Médicos Internos de Pregrado pidió el retiro total de 15.000 internos de hospitales. Sobre ese dilema versa la otra discusión que se viene posponiendo. Si bien es cierto que el Gobierno y la academia encontraron una solución para dotar de personal médico las instituciones y ayudar a los estudiantes que estaban a punto de graduarse, quienes están en mitad de sus prácticas de internado o apenas empezaban, cayeron en un limbo. Se sienten expuestos a contraer el virus. Como no están en áreas de alto riesgo, no los están dotando con todos los elementos de bioseguridad. Y, quienes deciden posponer sus estudios, se encontraron con la barrera de que no les pueden garantizar un cupo inmediato para continuar con sus prácticas una vez todo vuelve a la normalidad. "A los pacientes positivos tienen que hacerles un monitoreo imaginológico por la afección pulmonar que ocasiona el coronavirus; ellos están en el área de oncología y deben transportarse hasta la unidad de imaginología, lo que implica atravesar todo urgencias. La distancia es grande… entonces nos hemos encontrado a esos pacientes de frente; nosotros solo contamos con tapabocas tradicionales, por lo que estábamos expuestos”, narró a La Nación una estudiante de Neiva.
La discusión tiene tanto de largo, como de ancho. Garantizar que sus estudiantes no roten por urgencias, unidades de cuidados intensivos o áreas donde estén expuestos a contraer el virus, es uno de los protocolos que se están ejecutando para protegerlos. Sin embargo, asignarles un espacio en pediatría, ginecología u ortopedia, tampoco los blinda de la alta exposición. Ahora bien, su permanencia en estos espacios, como explica Quintero, "son un recurso humano importante porque permite a otro personal más formado moverse a una primera o segunda línea para atender pacientes covid-19. Ellos no tienen competencia para esto, pero si para desahogar los otros servicios".
Entonces, ¿cuál debe ser el conducto a seguir en una emergencia como está?, ¿los internos deben seguir trabajando sin prestaciones y pagar como si nada la matrículas académicas? Igual como viene corriendo con todo lo relacionado con el coronavirus, se van tomando medidas sobre la marcha. En Bucaramanga, por ejemplo, los estudiantes de las universidades privadas están contemplando no matricular el próximo semestre y arriesgarse a esperar a ver qué pasa con la emergencia. "Normalmente yo manejaba doce o diez pacientes pediátricos. Sin embargo, ahora con esta situación lo que es muy necesario se hospitaliza, de resto no. Somos seis internos, vamos dos cada día. Es decir, voy cada tres días y me he encontrado apenas con un paciente. Uno entiende lo del virus, pero la universidad debe tomar medidas porque se está afectando la parte académica y nosotros pagamos por ese conocimiento", explica otro estudiante. En la Universidad Industrial de Santander pasa algo similar. De manera unilateral los estudiantes anunciaron que no volverían a los centros médicos. "Somos inexpertos. Estamos en el hospital universitario sin elementos de bioseguridad y todos saben que los riesgos de contagio aumentan considerablemente bajo ambiente hospitalario. Ahora, muchos salimos y nos toca esperar 30 o 40 minutos para tomar un transporte público que está lleno de gente. Uno se puede contagiar en cualquier parte, pero en las condiciones en que nos tienen, podríamos ser focos de contagio", explica un representante estudiantil. Pero esa no es su única preocupación, con todas las instrucciones que se han dado para manejar la cuarentena obligatoria, muchos se estaban gastando más de 20.000 pesos en transporte público. El lío radica en que todos trabajan sin devengar un salario y viven del apoyo de sus padres. "Hay zonas de la ciudad a donde no llega el metrolinea como Girón, Piedecuesta o Floridablanca. Si uno tenía rotación temprano y no encontraba transporte debe pagar un taxi que por todo esto doblaron el valor de las carreras. Nuestros papás no están en la capacidad económica para mantenernos", relatan. Por eso tomaron la decisión. Muy a pesar que la universidad les ha dicho que cancelen o se exponen a perder por fallas. En pocas palabras, tendrían que pagar de nuevo el semestre. Por ese mismo drama están pasando los estudiantes de La Sabana. Dado que cada hospital asume sus protocolos, en algunos les han pedido que vayan apenas uno o dos días a la semana. Este escenario, a juicio de muchos, los empuja a una encrucijada. Por un lado, porque no es claro quién debe darles la protección y en algunos casos les ha tocado adquirirlos a ellos mismos. Los practicantes no ganan nada y además tienen que costearse sus materiales. Los estudiantes de La Sabana, por ejemplo, cuentan que tuvieron una reunión por Zoom con el decano. Cuando le contaron que pensaban suspender sus estudios, su respuesta fue que podían regresar a la universidad sin inconveniente, pero que no podía asegurarles el cupo en la rotación de los hospitales porque estos eran limitados y ahí estarían los alumnos de los otros cursos que vienen en camino.
"Son aprendices universitarios. Están en formación. En su gran mayoría son personas que para vivir dependen de recursos de la familia. Son los padres los que los sostienen. Ellos no reciben salario, ningún auxilio y tienen que pagar matricula. Es una situación complicada", explica el padre de un estudiante sobre la situación que viven. Así también se pronunciaron los estudiantes de la Surcolombiana: "Atravesamos por una situación económica difícil, ya que en la mayoría dependemos de recursos de nuestros padres, que no están trabajando. Los que no cuentan con transporte propio tienen que movilizarse en taxi, incrementando los costos de manutención. Como internos prestamos un servicio al hospital por el que no recibimos retribución económica alguna y, muy por el contrario, continuamos pagando matrícula".
En Ecuador, los rectores de 17 universidades propusieron que los estudiantes internos rotativos y de enfermería se sumen al Centro de Atención Telefónica. Si bien es cierto que no hay camisas de fuerza y cada estudiante es autónomo a la hora de decidir si continúa o se retira temporalmente, la falta de certezas sobre lo que pasará con los cupos una vez pase la emergencia, los empuja a continuar como van. "Estamos garantizando tres cosas: libertad, supervisión estricta de la facultad para que los mecanismos de bioseguridad se cumplan. Incluso, hemos comprado cajas de materiales para dotar cuando sea necesario. Y, no pueden rotar por áreas de alto riesgo", explica el decano Romero. Ahora en bien, en Bucaramanga, por ejemplo, les han dicho a los estudiantes que ningún interno puede parar porque de lo contrario no podrán regresar al hospital y que hay otras universidades que están dispuestas a tomar los cupos que ellos dejen. El panorama, en general, es preocupante. De acuerdo con lo que exponen algunos padres de familias de La Sabana consultados por este portal, "como algunos compañeros se han retirado les ha tocado doblarse. Están trabajando de domingo a domingo. Les dan tapabocas básicos. Apenas la semana pasada le dieron un N.95. Cuentan con ellos como profesionales para una cosa, pero como estudiantes para otra". Por su parte, el director de Ascofame manifiesta que "esta es una oportunidad de aprendizaje enorme. Es una situación no vivida por muchas generaciones, incluso la mía. Hay una cantidad de aprendizajes que son enriquecedores si uno está participando en lo que sucede en los sitios de práctica", explica. A su juicio, es un momento que desnuda "la fuerte exposición al servicio que tiene la carrera". Por eso cree que este escenario termina siendo "una confrontación con algo que uno decidió hacer en su vida, cuando decidió estudiar medicina. Obviamente, hay que tener todas las precauciones del caso y ellos no pueden estar en la primera linea de confrontación (...) he ejercido por más de 50 años y me he enfrentado a todo tipo de riesgos. Soy trasplantólogo de hígado. He atendido pacientes con hepatitis C. Cada punto que pasaba era un riesgo de pincharme y que me diera a mí. Pero esa fue la profesión que yo escogí, una profesión riesgosa. He sobrevivido llevando los protocolos necesarios para hacerla menos peligrosa".
Los estudiantes están convencidos de que no se trata de un problema de convicciones. "La vocación no nos protege. ¿Por qué no tienen en cuenta el alto número de profesionales de la salud que están desempleados? Contrátenlos y denles todas las garantías. Si esto se desborda, como dice el decreto, claro que tenemos que salir a poner a disposición de la gente nuestro conocimiento. Ahora por qué no mejor nos capacitan. Llénennos de herramientas para cuando nos toque salir a apoyar el sistema. Esto es como si cogieran a un soldado que acaba de llegar al Ejército le ponen el uniforme y el fusil y lo mandan para la guerra", dicen. En Caldas, otros aseguran: "Si tengo dudas con el grado anticipado, no es porque desconfíe de lo que sé o crea que en los dos meses que me faltan voy a aprende. Hay cosas que no sé y ese es un conocimiento que termina dando la experiencia. El susto es que me vea obligado a trabajar sin contratación decente, que tenga que regalar mi trabajo y me ponga en riesgo a mí y mi familia por falta de elementos de bioseguridad como hemos visto que sucede en varias zonas el país". "No es falta de vocación, seguimos siendo estudiantes, hijos, padres y nuestras familias no necesitan héroes ni mártires", reiteran los internos en Neiva. Encrucijada mundial Pero la incertidumbre a la que se enfrentan no solo toca a los estudiantes de medicina colombianos. Las discusiones entorno a qué hacer están sobre la mesa en todo el continente. La Asamblea Mexicana de Médicos Internos de Pregrado pidió el retiro total de 15.000 internos de hospitales. "Todavía hay muchos compañeros que están expuestos a áreas clasificadas como gravedad; compañeros que siguen estando en áreas de urgencias, porque somos la mano de obra barata del sector salud, porque si no existiéramos los internos, el sistema de salud estaría caído", le dijo a El Excelsior, Francisco Gómez Zapata. Allí, por lo menos doce universidades, incluyendo la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y el Tecnológico de Monterrey tomaron la medida. Sin embargo, el pasado 19 de abril el Consejo Nacional de Salud (Conasa) anunció que los pasantes deben volver a las unidades médicas donde están inscritos.
En Ecuador, de acuerdo con El Comercio, "los rectores de 17 universidades propusieron que los estudiantes internos rotativos y de enfermería se sumen al Centro de Atención Telefónica, en el equipo de telemedicina, o la línea 171, realizando un triaje telefónico de la población que solicita el servicio. Las universidades seguirán apoyando activamente en la emergencia sanitaria con sus profesionales médicos de posgrado, que los que solicitaron todas las medidas de bioseguridad". Días después de este pronunciamiento, sin embargo, los rectores de la Central, Guayaquil, Internacional, Azuay, Loja y San Gregorio de Portoviejo enviaron una carta al Gobierno anunciando que no estaban de acuerdo y sus estudiantes seguirían rotando. En España cuando la emergencia tuvo su pico, el Gobierno buscó cómo incorporar 30 mil personas al cuerpo de salud. Según el diario El País de España, se incluyeron 7.633 médicos residentes R4 y R5 (de último año de formación) de todas las especialidades que verán prorrogado su contrato para continuar desarrollando su labor en los servicios de salud. “Lógicamente no van a irse a urgencias a atender a los contagiados, tienen que estar en otras especialidades supliendo. Deberían ser el último recurso a la hora de contratar. Es verdad que en ese último curso son cuasimédicos y cuasienfermeros, pero aún no lo son”, explicó a ese diario Pablo Lara, presidente de los decanos de medicina del país.