“La pandemia me ha cambiado la vida por completo. Solía ser una mujer del afuera y como muchas, había conquistado la calle, pero hace tres meses estoy encerrada y sola.  La soledad la engaño con llamadas constantes, lecturas y otras ocupaciones. Sin embargo, si esto continúa hasta agosto no hay nadie que aguante. El cuerpo se deteriora de una manera impresionante si no toma sol, si no toma el aire. Y hay algo que estamos olvidando con la pandemia: la gente no solo muere de covid, también de soledad y tristeza.

Yo he visto parejas de 80 años en la calle, tomados de la mano, que me dicen ‘somos activos, pensantes, estamos bien de salud, quedarnos en casa nos va a matar‘. Sin lugar a dudas la medida es exagerada, pues aunque es evidente que los viejos somos más vulnerables, no nos están contando que esa mortalidad está asociada a la obesidad, la diabetes, entre otras enfermedades crónicas. Nos están tratando como a los niñitos entre dos y cinco años y más o menos vamos a tener las mismas medidas que ellos. ¡Eso es el colmo! Los adultos mayores somos responsables, capaces de tomar decisiones y de protegernos.  Somos más responsables en relación a la protección que jóvenes que a veces veo en las esquinas, en grupos y con el tapabocas en el cuello. Entonces, ¡no nos vengan a decir que debemos encerrarnos nosotros! 

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Nos sentimos discriminados, como en una casa por cárcel, en un arresto domiciliario.  Nos tratan como parias de la sociedad, como si no tuviéramos nada que ofrecer. A eso se suma la infantilización de tratarnos como abuelitos. Yo sí tengo un nieto, soy abuela, pero nunca seré “abuelita”. Soy una abuela que quiere caminar todos los días para no deteriorarse. Todo ha sido tan desagradable que el mismo presidente Iván Duque se dio cuenta.

Vamos a desobedecer, y yo ya estoy desobedeciendo. Lo digo y no sé qué me pueda caer encima. Afortunadamente, las mujeres hemos aprendido a desobedecer desde hace tiempo o sino hoy no estaríamos vivas. Yo estoy saliendo más de media hora todos los días cuando hace sol. Es absolutamente indispensable para mí.  Sé quedarme adentro, pero la falta de contacto social también es insoportable. He usado el zoom, meet, pero para mí eso no es vida. A los 20 minutos tengo ganas de mandar todo al carajo. Ojalá ese no sea el mundo de mañana para los jóvenes, porque realmente el computador no es una escuela”.