Hace unos días una foto se volvió viral en las redes. Se trataba de una imágen del restaurante La Romana, que durante más de medio siglo ha estado en una de las esquinas más icónicas del centro de Bogotá, la plazoleta del Rosario, a media cuadra del cruce de la Avenida Jiménez con carrera séptima. Era apenas una noticia más, en el extenso listado de restaurantes y negocios que han dado su último adiós por cuenta de la pandemia. "Pensamos siempre en resistir 15 días más. Y de 15 días en 15 días, ya teníamos muchas deudas. No aguantamos más", le contó a SEMANA Antonio Iannini, el hijo del fundador del lugar. Aunque seguirán en domicilios, que operan desde una de sus sedes en Chapinero, ese emblemático punto de La Candelaria se apagó.
"Y de 15 días en 15 días, ya teníamos muchas deudas. No aguantamos más" Foto: La Romana ArchivoLa Candelaria puede ser uno de los lugares de Bogotá más afectado por la pandemia. Se trata de una localidad en la que no viven tantas personas (se cree que unos 23.000 habitantes), pero que tiene una población flotante de millones. Allí quedan las principales sedes del Estado: la Presidencia, el Congreso, las altas cortes, algunos ministerios y la Procuraduría y un grupo de las universidades más grandes del país. Por la cuarentena, todas las personas que asistían a diario allí se esfumaron y con ellas también los miles de turistas que al visitar Bogotá o de paso para cualquier otra región del país pasaban allí días obligados. La Romana es el último de los negocios que sacudió la nostalgía del centro. Pero no fue el primero. El café y pastelería Florida había hecho ya un llamado. "Nos hundimos. El Florida no sobrevivirá al coronavirus”, había alertado en los primeros días de cuarentena, Elsa Martínez, su propietaria. A sus 71 años, la mujer ha sacado fuerzas para tratar de que este lugar sobreviva. Con 90 trabajadores, el café tenía una nómina de 200 millones al mes que en la pandemia ha sido imposible de pagar.
"Nos hundimos. El Florida no sobrevivirá al coronavirus”, había alertado, en los primeros días de cuarentena, Elsa Martínez, su propietaria.Foto: Juan Carlos Sierra/ SEMANA.Casi el mismo clamor tuvo La Puerta Falsa. En un informe especial de SEMANA a propósito de la quiebra que se vive en los restaurantes su dueño, Carlos Sabogal, contó cómo no tenían ni siquiera con qué comprar la materia prima para reabrir. Después de casi dos siglos de operación, y de haber sobrevivido a los momentos más críticos del país, la cuarentena podría quitarles el último soplo. La Universidad del Rosario, uno de sus vecinos históricos, se puso la camiseta para ayudarlos.
Carlos Sabogal, en La Puerta Falsa.El Centro Histórico de Bogotá era un lugar lleno de vida antes de la pandemia. Hoy, pese a que se han abierto varios sectores como el comercio, la construcción y la manufactura, se sigue viendo desolado. Lugares como la Plaza de Bolívar, la plaza del Rosario, el Chorro de Quevedo, el Eje ambiental, la carrera Séptima y el Parque de los Periodistas hoy se ven fantasmagóricos. Muchas puertas cerradas y solo una que otra alma. La afectación es toda. Quienes vivían de sus restaurantes, hoteles, hostales, centros culturales, bares y teatros han tenido que cerrar definitivamente y los que sobrevivan serán los últimos en la cadena en reabrirse. Otros lugares como las bibliotecas y los museos han tenido que reinventarse.
La Catedrál Primada de Colombia, de estilo neoclásico y declarada Monumento Nacional en 1975, recibía a creyentes católicos de martes a domingo. Con la pandemia y las medidas de aislamiento, muchos de ellos se esfumaron. Fotos: Alexandra Ruiz y Clara Moreno/ SEMANA.
La Plaza de Bolívar alberga los edificios más importantes de la ciudad. Día a día recibía decenas de turistas curiosos. Con la aparición de la pandemia, quedó vacía. Las palomas que abundan en ella se han visto afectadas, pues ya no hay quien las alimente. Fotos: Alexandra Ruiz y Clara Moreno/ SEMANA. Antes de la pandemia, Bogotá recibía alrededor de 13 millones de turistas al año, de los cuales 1,9 millones eran extranjeros. En las épocas de bonanza, según el Dane, el turismo venía creciendo en un 4,6 por ciento. En 2019 llegó a representar el 2,9 del PIB de Bogotá y generó 111.000 empleos en la capital y Cundinamarca que hoy están en riesgo.
Monserrate, uno de los mayores atractivos turísticos, está cerrado desde el 17 de marzo y por el momento no se tiene fecha de apertura. Recibía en promedio 500 visitantes al día entre semana y en un fin de semana, 800. Pero hoy los que vivían de de los turistas decididos a subir el cerro de 3.152 metros de altitud han quedado sin su sustento. Las artesanías no volvieron, tampoco los que vendían galguerías, almuerzos o desayunos. Algunos restaurantes funcionan por medio de domicilios, pero el teleférico y el funicular están fuera de servicio.
Monserrate, el cerro de 3.152 metros de altitud, era uno de los atractivos turísticos para locales y extranjeros. Entre semana, era visitado en promedio por unas 500 personas. Los fines de semana por unas 800. Foto: Clara Moreno/ SEMANA.Desde la dirección de Monserrate explicaron a SEMANA que este tiempo se ha aprovechado el tiempo para realizarles mantenimientos. A futuro esperan hacer ventas programadas con fecha y hora por su página web, esto con el fin de garantizar que el aforo no supere el 30 por ciento de su capacidad. Habrá lavamanos portátiles, dispensadores de antibacteriales, se verificará el uso de tapabocas, toma de temperatura y se llevará registro de las personas que ingresen a los medios de transporte. Además, habrá señalización por todo el cerro y canecas destinadas únicamente para el desecho de tapabocas y guantes. En Funicular no habrá más de 25 personas por viaje y en Teleférico no más de seis.
La soledad se siente en los negocios que rodean el cerro de Guadalupe. Carlos Gutiérrez, fundador del icónico restaurante colombo argentino “Mi viejo”, que antes quedaba en la Candelaria y que fue trasladado hace un tiempo a La Macarena, recibió a SEMANA en su restaurante. Por allí ha pasado todo el jet set colombiano. Políticos, gobernantes y todo tipo de personalidades del mundo del teatro, la música, la televisión han llegado al lugar en busca de los mejores platos a la parrilla que tiene la ciudad. Hoy de todos esos clientes solo quedan unos pocos y el recuerdo de los momentos que vivieron en las fotos que están colgadas en las paredes del restaurante. Han decidido hacer domicilios como “una forma de no bajar los brazos”. Sin embargo, esas ventas no representan el 5 por ciento de lo que hacían antes y hoy se ven alcanzados con el arriendo del local. No han despedido a nadie, sino que se han rotado los turnos de modo que al menos cada persona tenga un día de trabajo, pero no saben cuánto tiempo pueden resistir así.
Carlos Gutiérrez ha intentado afrontar la situación de tal forma que sus empleados no se vean afectados. Por eso, aunque las ventas no representan ni el 5 por ciento de lo que vendía antes, no ha despedido a nadie. Sin embargo, no sabe cuánto tiempo más podrá resistir así. Foto: Guillermo Torres/ SEMANA.“Algo que me alivia un poco es que sé que en esta crisis estamos todos y que es un momento para la solidaridad”, dice Gutiérrez. Piensa que una opción momentánea es pagar un arriendo conforme a las ventas para no cerrar, pero no sabe si el propietario le acepte esa propuesta. Gutiérrez espera que pase algo. No sabe qué, pero tiene confianza de que algo tiene que pasar. Está esperando que le digan bajo qué protocolos puede abrir. Habían hecho una remodelación de local de 60 millones de pesos y “desde antes de la pandemia la situación de los restaurantes no era muy buena. Daba para vivir cómodamente, pero no te hacía rico”. En el Hotel de la Ópera, una joya de la arquitectura republicana, la situación es similar. Acostumbrado a tener una gran demanda entre mayo y junio, se estancó con la pandemia. Lina Fernanda Caro, su directora comercial, describe que el mayor problema al que se enfrentan es la ausencia de los clientes extranjeros: “Nosotros manejamos clientes nacionales, más que todo corporativos, de gobierno y embajadas, pero el 90 por ciento de los clientes eran del exterior”.
Los extranjeros eran la mayor fuente de ingresos Para el Hotel La Ópera. Con la imposibilidad de desplazamiento desde otros países, muchos de ellos han decidido cancelar. Por esto, sus dueños han intentado reinventarse y ofrecer planes ‘atípicos‘ para que los locales tengan una experiencia diferente. Foto: Guillermo Torres/ SEMANA.Uno de los mayores atractivos del hotel es la vista atípica que ofrece, en la que se destaca la posibilidad de contemplar las cúpulas y los techos coloniales. Esta cualidad, entre otras cosas, atraía a los ciudadanos de Europa, continente que lideraba las reservas, y de Estados Unidos. Pero en los últimos días las anheladas ventas cayeron. “Estos meses lo único que hemos recibido son cancelaciones. Julio y agosto prometían mucho, pero ya nos cancelaron las reservas que habían agendado”. Este huracán los ha puesto en una situación difícil. “Ahora hacemos servicio a domicilio, a través de los restaurantes del hotel, para hacerle frente a la crisis de alojamientos. No suple y no suplirá lo que vendíamos antes, pero es un ingreso”. Sin embargo, hay una esperanza latente que no han perdido y que los llevó a ingeniárselas para motivar a los clientes locales a visitar sus instalaciones. “Ofrecemos, por ejemplo, el Plan Fuga a la Candelaria, en el que brindamos un escape de la rutina para las parejas, en medio de la cuarentena. El hotel es un oasis en medio de Bogotá y queremos que los bogotanos y colombianos lo descubran”.
Vista desde el Hotel La ÓPera. Foto: Guillermo Semana.Sebastian Pradairol, Hoc de Selina para Colombia, un lugar que ofrece hospedaje, tours, alimentación y otros servicios que implican conocer a las comunidades donde se encuentran dijo a SEMANA que habían logrado 80 por ciento de ocupación en la Candelaria, pero ese buen ritmo se perdió con el cierre de la ciudad. Esperan abrir pronto con el servicio de alimentación y en el futuro más inmediato creen que será una oportunidad no para que vengan extranjeros, sino para que personas de Bogotá o de municipios aledaños se animen a conocer el centro de la capital. Mientras tanto, han estado trabajando en la implementación de protocolos. No han despedido a sus trabajadores directos pero sí a los terceros que trabajaban con ellos en los recorridos por la ciudad. Esperan que les aprueben un crédito del gobierno a través de Bancoldex para reabrir más adelante. Dice que están positivos, pero también a la expectativa de los alivios que pueda dar el gobierno en temas de impuestos.
Por el momento, en Selina se ha estado trabajando en protocolos de biosegurar para una eventual apertura. Esperan que el gobierno ayude al sector para poder levantarse de la crisis. Foto:cortesía.La situación del Museo del Oro, uno de los más concurridos, es buena en medio de tanto drama. Entidades como esta, el Museo de Botero y la Biblioteca Luis Ángel Arango no dependen del dinero de las taquillas, sino que son patrocinadas por el Banco de la República. La mayoría de museos son gratuitos y su costo es simbólico. Según Ana María Galvis, encargada de Servicios Educativos y Divulgación del Museo del Oro, para ellos la pandemia ha sido toda una oportunidad. Aunque los museos ya tienen el permiso de abrir, ellos aún no lo han decidido. Están adecuando el lugar para cumplir con protocolos como el distanciamiento social, el lavado de manos, evitar las aglomeraciones, la toma de temperatura y un formato ágil para asegurarse de la salud de las personas que entran al lugar, agendar citas previas, entre otros.
El Museo del Oro todavía no abre sus puertas. Está preparando todo el protocolo para hacerlo. Sin embargo, a pesar de que el espacio físico no está abierto al público, han intentado llegar a los hogares de los colombianos por las redes sociales. Foto: cortesía.Mientras tanto, se han enfocado en fortalecer sus servicios virtuales. Han hecho videos en vivo en redes sociales y recorridos virtuales en la página web. Saben que nada se compara con la experiencia de estar frente a las piezas, sin embargo consideran que las plataformas virtuales les han permitido llegar a más gente y que esos clientes también son importantes. En el marco de la pandemia del Covid–19 han llegado, por ejemplo, a más de 7.000 estudiantes de varios lugares del país como Yopal y Buenaventura en mayo y junio gracias a las animaciones virtuales. Eso antes no sucedía y sus principales visitantes en términos de estudiantes eran los bogotanos.. Después de que pase la pandemia esperan seguir fortaleciéndose en este universo digital.Las multitudes que se agolpaban los fines de semana en la carrera Séptima también han desaparecido. El bullicio urbano se esfumó. Para el mercado de las pulgas de San Alejo esto pesa. Este micromundo recibía los domingos y los días festivos en promedio a unas 40.000 personas. En las más de 330 carpas se exhibían todo tipo de productos que incluían antiguedades, así como implementos de uso diario.
Cuando la pandemia apareció en la escena del país, los expositores trataron de tener calma, aunque la disminución de algunos clientes foráneos ya comenzaba a prender alarmas. Así lo cuenta Olga Rico, quien ofrecía artículos domésticos y ropa en el mercado. “Al principio no nos asustamos tanto, luego la cuarentena se alargó y entró la desesperación”, cuenta. Su miedo y su inquietud fue la de muchos más, en parte porque varios de los expositores son trabajadores independientes. Por lo pronto, el mercado intenta hacer todo lo posible para reabrir. “Tenemos una junta directiva nombrada por todos los socios, ellos se están encargando de enviar la carta con todos los protocolos para que podamos abrir, todos necesitamos trabajar”, cuenta Rico.
Pero en Bogotá el turismo no ha perdido solo por el lado del Centro Histórico. A la capital llegaban miles de personas en especial por los negocios y eventos. Así lo explicó Marco Llinás, vicepresidente de competitividad de la Cámara de Comercio de Bogotá. Aseguró que estos dos sectores son los que más dinero representan a la ciudad y en total son 8.000 las empresas que se han visto afectadas, algunas de ellas dedicadas al transporte terrestre o aéreo, las agencias de viajes, las organizaciones de convenciones, las actividades de operación turísticas, las de alojamientos y hoteles. Bogotá de hecho era la quinta ciudad más atractiva de América Latina en materia de turismo y eventos, ya que la ciudad concentra el 52 por ciento de los eventos que se hacen en el país. Pero después de que cayó el meteorito del coronavirus 533 eventos fueron cancelados y 347 aplazados. Y las ventas de los hoteles se han reducido en 80 por ciento.
Llinás explica que desde hace años la Cámara venía trabajando en el turismo y que ahora que hay que hacer una reactivación económica están trabajando bajo tres pilares: Volver de manera segura, socializar protocolos y construir nuevos protocolos para el segmento de eventos. Están a la espera de la luz verde del gobierno nacional. Y mientras tanto están trabajando en la comercialización digital. En esas están todos los afectados por el cierre del turismo. Desde los artistas callejeros, hasta los dueños de los hoteles más lujosos esperan las indicaciones del gobierno con la esperanza de reabrir."El centro de Bogotá es el corazón cultural de la ciudad": Andrés Cepeda
El productor, cantante y compositor bogotano, dice que lo que más extraña de Bogotá, en esta cuarentena, es pasar por el centro de Bogotá, por lo que representa a nivel histórico y cultural: la actividad de los teatros, de la música, de los museos. "La Candelaria es un barrio que quiero mucho, en el que habité cuando estaba muy jovencito. Tengo muchos amigos queridos ahí. El centro es el corazón cultural de la capital, lo estamos extrañando y queremos difrutarlo de nuevo".