"Para mí la cuarentena empezó hace rato. El mundo de los negocios me mandó a la casa hace años y desde entonces resolví pasar mi tiempo haciendo cosas propias de un confinamiento: leyendo, escribiendo apuntes de lo que fue mi vida, escuchando música, y viendo en televisión los mejores partidos de fútbol que se han jugado. En ese sentido, el coronavirus no me cambió la vida como a muchos. Mi rutina ya era estar en casa, pasar los días dentro de esta biblioteca.
Para los demás y mucha gente que conozco, sé que es sumamente duro. Dejar de trabajar es difícil, no por el gusto o la costumbre, sino por los ingresos. Sé que millones de personas lo necesitan para sobrevivir. Tampoco es fácil renunciar a las pequeñas cosas, como salir a un restaurante o reunirse con amigos y aquí tengo que confesar que hace mucha falta la comunicación directa, presencial. Me comunico con mi familia y mis amigos por teléfono pero no es lo mismo.
Foto: Juan Carlos Sierra/SEMANALa revolución de las canas me parece divertida. Ciertamente podríamos hacer una revolución con todos los que ya tenemos canas, pero no para hacer daño, ni contradecir a la autoridad. Yo propondría mejor una revolución para que reflexionar a profundidad sobre lo injusto que es nuestro país, pues la pandemia ha dejado en evidencia que en Colombia no solo hay gente pobre, sino terriblemente pobre. Por estos días también he leído expresiones de inconformidad porque nos llaman "abuelitos”. A mí no me parece ofensivo el diminutivo. Lo que quiere significar es afecto, cercanía, respeto. No creo que con esa palabra se exprese un insulto o un desconocimiento de méritos. Somos abuelos, afortunadamente, y en mi caso bisabuelo. No me siento mal porque me recuerden la edad que tengo, que tengo hijos, nietos y ahora un bisnieto. Me gusta.
Ahora que tengo 91 años, tampoco le tengo miedo a la muerte. Sé que está próxima pero he comprendido que es un paso más en la vida, como cualquier otro, como cumplir la mayoría de edad. Eso está establecido. Es saludable. Aún más, hay mucha gente que prefiere la muerte para no sufrir las consecuencias negativas de la vejez. Aunque me siento cerca no le temo, pues espero que mis médicos y mi familia me den una muerte tranquila. Solo me gustaría que me recordaran como una persona normal, con muchos deseos de servir".