En la tarde del 19 de octubre, cuando el Distrito Capital adjudicó al Consorcio Taurino (Felipe Negret) la organización de la temporada de toros del 2017 en la plaza de toros de Santamaría, Enrique Peñalosa era consciente de que pasaría a la historia por haber sido el alcalde que permitió el regreso de las corridas de toros a Bogotá. Algo políticamente incorrecto para el alcalde, pasar a la historia precisamente por revivir una actividad que cada vez más genera rechazo en la sociedad contemporánea, más en un país que quiere dejar atrás las palabras violencia y muerte, pero que también se ha convertido en fuente de electores y en bálsamo de popularidad.Pero Peñalosa no tenía otro camino que reabrir la plaza de toros de Santamaría. Estaba obligado a acatar la orden de la Corte Constitucional que ordenó el regreso a los toros, luego de la prohibición disfrazada decretada por Gustavo Petro, quien en su administración le echó candado a la plaza y decidió no prestar la llave. El Constitucional colombiano ordenó, en pocas palabras, que la administración capitalina devolviera esas llaves, pues el toreo es una actividad amparada por la ley.Diez horas después de habérselas dado al empresario Felipe Negret, Peñalosa fue al capitolio y en compañía del senador Carlos Fernando Galán (Cambio Radical) radicó un proyecto de ley para morigerar el sufrimiento de los toros sin eliminar las corridas. Una jugada de tanto cálculo que la había anunciado desde meses atrás, y con la que en últimas buscaba quedar bien con taurinos, pero también con antitaurinos y animalistas.“Los toros no se prohibirán”“Este proyecto no busca eliminar las prácticas asociadas a la tauromaquia o prohibir su realización, al contrario, respeta la existencia de la tauromaquia como expresión cultural y la normativa que la contiene (Ley 916 de 2004), pero impide la realización de prácticas que comporten maltrato y, consecuentemente, ajusta la normatividad taurina para excluir los comportamientos de maltrato”, se lee en la exposición de motivos del proyecto redactado por el senador Galán.Según explica el congresista en el documento, lo que el proyecto busca en últimas es armonizar dos principios constitucionales que actualmente están enfrentados en las arenas del país: los valores de protección animal y los de promoción de la cultura, pues a la par que los toros “son una expresión cultural reconocida que conlleva necesariamente el maltrato de los animales”, según palabras de la Corte Constitucional en la sentencia T-296 del 2013.Para Galán y el alcalde Peñalosa, las corridas de toros sólo podrían subsistir si se ajustan esos principios. Para ello, la propuesta que llevaron al Congreso es eliminar todas aquellas suertes de la tauromaquia que impliquen maltrato animal.El proyecto tiene sólo siete artículos, pero su nuez se concentra en eliminar casi una decena de disposiciones de la Ley 916 del 2004, sancionada en el gobierno de Álvaro Uribe, aprobada con el voto de Gustavo Petro, entonces senador del Polo, y también los de Cambio Radical, que en ese año tenían como jefe en el Senado a Germán Vargas Lleras. Esa ley no es otra que el reglamento taurino nacional, el conjunto de normas en las que se circunscriben las lidias de toros en corridas para el público. El artículo sexto del proyecto de Galán y Peñalosa propone entonces eliminar 15 artículos del texto vigente del reglamento taurino nacional. Elimina el de la suerte de varas, ese momento en que el animal embiste a un caballo protegido y en el que un picador puya el morrillo del animal; elimina el uso de banderillas, esos palitroques largos que los banderilleros buscan colgar del morrillo enfrentando el toro a cuerpo limpio, y elimina la muerte del toro, pues deroga el uso de estoques de muerte en las faenas, la suerte suprema, como dicen los taurinos.Es decir, Peñalosa propone la misma condición que Petro les planteó a los taurinos y al empresario Negret, para reabrir el ruedo de la Santamaría. Corridas de toros en las que sólo se utilicen el capote y la muleta, y en las que no haya una gota de sangre animal. En últimas, lo que se denomina corridas incruentas en Portugal, único país taurino en el que los toros ni se pican, ni se banderillean, ni mueren en la plaza.Por ende, se eliminan aquellas normas en las que se mencionen palabras como puyas, estoques, banderillas, descabellos y puntillas. Elimina los avisos, esos toques de trompeta que les caen a los toreros como un sonido de fracaso; o aquella sanción de que cuando un torero se negaba a matar un toro incumpliendo un contrato, debería pasar una noche en el calabozo, vestido de luces, como alguna vez tuvieron que hacerlo algunos famosos matadores. Como también se suprimen el corte de orejas, el premio que siempre han recibido los toreros en el ruedo y que a ellos les significaban nuevos contratos. Corridas incruentasLa propuesta de Peñalosa, a primera vista, se advierte como una solución salomónica: sí a los toros, pero no a su muerte. Podría ser la fórmula para dejar conformes a taurinos y antitaurinos, y resuelto el conflicto. El Congreso tendría la última palabra, entre otras porque la Corte Constitucional, en sus reiteradas sentencias de tema taurino, ha dicho que es el único escenario, y por la vía de una ley, donde se pueden modificar los espectáculos taurinos en el país.Pero la propuesta de Peñalosa cayó como un baldado de agua fría entre los taurinos. Se habían acostado con la noticia de que la Santamaría se reabriría el último domingo de enero del 2017, pero amanecieron con la idea que esa “corrida del regreso” podría ser la última.Para los taurinos, las suertes de la lidia que se ejecutan con las varas, las banderillas y el estoque son la esencia, la naturaleza de las corridas, y en caso de que se eliminen, temen que se acaben las corridas de toros. Es como un inamovible en la negociación. Sin embargo, las corrientes en contra de estos espectáculos los obligan a ceder y a replantearse la formas como los toros sean tolerados en los tiempos modernos.Enrique Calvo el ‘Cali’, matador de toros colombiano entre los años 70 y 90 y exdirector de la Escuela Taurina de Cali, es consciente de que el toreo se tiene que adaptar a los tiempos modernos para que pueda subsistir. Desde hace años redactó una propuesta para reducir el tamaño de las puyas, de los dardos de las banderillas, y de que los toreros sólo tuvieran tres intentos para ejecutar la estocada, para evitar alargar el sufrimiento del animal por la vía del error humano, siempre presente en las corridas de toros.Hace unos años, el ganadero de toros de lidia Santiago Uribe también había redactado una reforma al reglamento taurino en el mismo sentido, ajustar normas que permitieran morigerar el trato que pudiera ser considerado cruel hacia los toros de lidia. Se trataba de dos propuestas desde el sector taurino que buscaban adaptarse, pero sin llegar al extremo de eliminar la muerte. No se sabe si sea el momento para que el Congreso las contemple.Desde finales del siglo XIX, cuando las corridas de toros al estilo español se empezaron a arraigar en Colombia, ha existido el sacrificio del animal. Los taurinos han utilizado el argumento de la tradición y la expresión cultural para defenderlo. En parte les sirvió, hasta ahora, porque esos han sido los argumentos acogidos por la Corte Constitucional.Pero lo que taurinos no han podido explicar al resto de la sociedad son las razones para que la pica, las banderillas y la muerte a estoque de los toros sea indispensable. Ya no podrán hacerlo en el escenario natural, el ruedo de la plaza, sino que tendrán que hacerlo en del Congreso, donde los políticos históricamente han sido simpatizantes de la fiesta brava, pero donde los toros ya no se traducen en votos. Por el contrario, son los animalistas y antitaurinos los que podrían darlos.El Congreso tendrá la palabraLa propuesta de Peñalosa y Galán inquieta mucho a los taurinos, pues los antecedentes mundiales demuestran que cuando se elimina la muerte, es la antesala para que las corridas desaparezcan.Como lo explica el senador Galán en su proyecto, Portugal es el único de los ocho países con tradición taurina donde los toros no mueren. Lo han hecho durante más de un siglo, pero allí las corridas de toros tienen una trascendencia menor que la que tienen las corridas en España y Francia, donde sí se matan los toros, también por ley.El único antecedente de la prohibición de la muerte en un país taurino, por la vía de la legislación, es el referendo que impulsó el presidente Rafael Correa en Ecuador en el año 2011. Por voto popular, triunfó la pregunta que proponía prohibir la muerte de los toros en el cantón donde se circunscribe la ciudad de Quito. La consecuencia inmediata: la feria de Quito que ya estaba organizada tuvo que celebrar corridas sin el sacrificio del toro. Al año siguiente, en el 2012, la plaza Iñaquito, que en la pasada década se llegó a considerar la más importante de Suramérica, nunca volvió a abrir sus puertas. La capital ecuatoriana completa cinco años sin corridas, y eso es lo que taurinos temen que termine pasando en Bogotá y en todas las plazas colombianas (son 63, según inventario del sindicato de toreros colombianos) con la propuesta de Peñalosa.Por eso, aunque los taurinos hoy alisten sus botas, sus boinas, sus pañuelos y claveles para regresar a los tendidos de la Santamaría, no tienen la certeza de que el regreso sea definitivo, o que sólo se trate de una despedida con todos los bombos y platillos, pues el empresario Negret ha prometido que la reapertura será con los toreros más importantes del momento en el mundo.El alcalde Peñalosa, el que permitió el regreso de los toros, también propone una salida para este conflicto. Su fórmula le ofrece “un cambio de tercio”, como se dice en términos taurinos, para que el toreo se pueda adaptar a la modernidad. Pero en el fondo la idea también podría suponer la estocada, el puntillazo definitivo, a los espectáculos taurinos en Bogotá. El debate que se ha venido adelantando en las calles y en las redes sociales llegará al Congreso.De Bogotá a Barcelona Pareciera que los astros se hubieran alineado a favor del planeta taurino. Un día después de la confirmación del regreso de los toros a Bogotá, el Tribunal Constitucional de España consideró que la ley del parlamento de Cataluña, aprobada en julio del 2010, y que prohibió las corridas de toros en Barcelona y el resto de la comunidad autónoma catalana, "invade la competencia del Estado en materia cultural". El fallo, respaldado por ocho votos contra tres, abre las puertas para que los toros también regresen a Barcelona. La plaza de Toros Monumental de Barcelona era considerada la tercera en importancia del mundo, después de las Ventas de Madrid y la Maestranza de Sevilla. En su ruedo se forjaron leyendas del toreo, como la de José Tomás, el que es considerado el mejor torero del mundo en la actualidad, y quien escribió las más importantes páginas de en el ruedo catalán. De hecho, participó en la que, hasta el momento, es la última corrida que se ha visto en Barcelona, el 25 de septiembre del 2011. Aunque Palma de Mallorca y las ilslas Canarias fueron los primeros terriotorios españoles donde se prohibían los toros, el cierre de la arena catalana se convirtió en el mayor triunfo de la lucha antitaurina internacional, y la forma como se adelantó la ley de prohibición se convirtió en modelo para los prohibicionistas en el resto de países taurinos. El parlamento catalán votó la ley prohibitoria más por razones políticas que jurídicas. La Comunidad Autónoma de Cataluña siempre ha mantenido distancia frente a lo que representa la cultura española, y los toros, que en España se denominan "la fiesta nacional", fue la primera declaración política en ese sentido. Ahora, tras una demanda en la que partipó activamente el Partido Popular, el partido del presidente en funciones Mariano Rajoy, en Barcelona, así como en Bogotá, se abre la puerta al regreso de las corridas de toros. Pero el parlamento catalán y la alcaldesa de la capital condal, manifestaron que recurrirán la decisión del Constitucional español. Desde el 2011 Barcelona y San Sebastián, en España, y la de Bogotá en Colombia, fueron las plazas más importantes en el mundo que cerraron sus puertas por decisiones administrativas. Este año volvieron los toros a San Sebastián.