Bogotá atraviesa por su peor crisis económica, sanitaria y de inseguridad de las últimas décadas. Según las cifras del Dane, la tasa de desempleo llegó al 19,2 por ciento, la más alta entre las principales ciudades del país. Como punto de comparación, Cartagena y Barranquilla registran una tasa de desempleo del 11,5 por ciento y 11,1 por ciento, respectivamente.

Durante los últimos 18 meses, más de 50.000 empresas en la capital del país han tenido que cerrar sus puertas, de acuerdo con el reporte de la Cámara de Comercio. Los atracos y asesinatos se han vuelto el pan de cada día. Bogotá, que concentra al 15 por ciento de la población total de Colombia, ha registrado más del 40 por ciento de los contagios de covid-19 en los últimos días.

Es poco común que un alcalde o alcaldesa se la pase buscando confrontaciones de manera constante con ministros, senadores, empresarios y hasta con el propio presidente de la República. Eso poco le aporta a la ciudadanía. La gente clama por soluciones reales para que se genere empleo, se enfrente la crisis económica y haya condiciones para al menos salir a las calles sin miedo de ser atracados.

La única explicación del comportamiento de Claudia López es que está buscando protagonismo para un futuro electoral. Al comienzo de la pandemia, sus peleas por forzar el cierre total de Bogotá fueron notorias, en defensa de la vida. Pero hoy su posición es completamente distinta en medio de la reapertura total, a pesar del mortal tercer pico que tiene su epicentro en la ciudad.

En campaña, Claudia López fue vehemente al prometer que sería la comandante de la Policía y que haría “temblar” a los delincuentes. Pero cuando se le salió de las manos la situación en las trágicas noches del 9 y 10 de septiembre del 2020, en las que murieron 13 personas y más de 60 CAI fueron destruidos, resolvió culpar a la Policía y argumentar que supuestamente no le hicieron caso. Vaya paradoja.

A mediados del año pasado, le pareció conveniente apoyar las marchas, aún en medio de la pandemia, y recibió a la minga indígena. En diciembre no tuvo problema en organizar un evento multitudinario y presencial, en la Noche de las Velitas, en Ciudad Bolívar, sin respetar ningún protocolo de bioseguridad. Por eso terminó excusándose. Y a los pocos días se fue de vacaciones a Costa Rica, en pleno segundo pico de la pandemia, lo que la forzó a regresar de urgencia y ofrecer excusas nuevamente por no haber calculado bien sus días de descanso.

Cuando algo sale bien en la ciudad, Claudia López se quiere llevar todos los créditos. Pero cuando hay problemas, como ocurre en la actualidad, saca el dedo acusador, acusa a diestra y siniestra, trata de montar cortinas de humo y evade su responsabilidad. Por ejemplo, cuando hubo caos en TransMilenio, por todo tipo de problemas en medio de las restricciones de la pandemia, decidió salir a culpar a los empresarios porque la gente salió a trabajar. Ni qué decir de sus lamentables choques con el presidente, a quien quiere culpar de todo, o al ministro de Salud, Fernando Ruiz, a quien la mayoría de los colombianos valora por su conocimiento y ponderación.

Otra de sus características es que cambia constantemente de opinión y, por ese motivo, la gente no sabe para dónde va Bogotá. Así ocurrió cuando inició el paro. Primero les pidió a las personas que no salieran a marchar, luego habló de “mis muchachos” para referirse a los jóvenes que se aglomeraron en las calles y al final, con la voz quebrada, salió a pedir perdón porque, según ella, no había entendido los motivos de las protestas. Según su versión, solo pudo entenderlas mientras se aisló para recuperarse del virus del covid-19.

Al mismo tiempo anunció un plan de choque de 2 billones de pesos para reactivar la economía, pero hoy nadie sabe en qué consiste dicho proyecto, en qué se va a invertir cada peso y qué tan efectivo puede ser. La alcaldesa ocultó que la mitad de esa cifra se destinará al rescate financiero de los contratistas que operan las troncales de TransMilenio. En Claudia López hay un evidente exceso de marketing, poca gestión y pocos resultados.

También tuvo la osadía de calificar como Plan Marshall (como se llamó la reconstrucción de Europa tras la Segunda Guerra Mundial) a su programa para atender la crisis de la ciudad, sin que se sepa muy bien cuáles fueron sus resultados.

Los ciudadanos empiezan a descubrir a la verdadera Claudia López, más acostumbrada a criticar que a construir. Sacar adelante una ciudad como Bogotá siempre ha sido un desafío. Y en estas circunstancias, la tarea es mayor. En vez de preocuparse por sus aspiraciones presidenciales en el 2026, y por la suerte de Sergio Fajardo en el 2022, quien apenas tuvo el 6 por ciento en la intención de voto en la encuesta del Centro Nacional de Consultoría para SEMANA, Claudia López debe dedicarse a gobernar y no a hacer cálculos políticos. Bogotá correría una mejor suerte si eso ocurriera.