Las luces de la moto encandilaron al sicario. Sin embargo, a través del vidrio de la puerta de acceso al edificio, el hombre pudo ver que se trataba de una motocicleta de la Policía. Se sintió descubierto, tenía que actuar de inmediato para no abortar el plan. Sacó el celular del bolsillo de la chaqueta, marcó un número y dijo sin esperar respuesta : ''¡Oiga, huevón, apúrense que llegaron los tombos!". Colgó. Eran las 2:05 de la madrugada del 19 de mayo de 1997. Minutos después ráfagas de balas sembraron el terror entre los habitantes del séptimo piso del edificio Quinta La Salle de Bogotá. Tres hombres armados hasta los dientes irrumpieron en el apartamento de los esposos Mario Calderón (50 años) y Elsa Alvarado (36 años) y los asesinaron a sangre fría. Investigadores del Centro de Investigación y Educación Popular (Cinep) y reconocidos defensores de los derechos humanos, ninguno había tocado un arma en su vida. ''Mi arma es la palabra y mi escudo Dios'', decía con frecuencia Mario a sus amigos. Pero Mario y Elsa no fueron las únicas víctimas esa madrugada. Los asesinos, en su afán de no dejar testigos, también mataron al padre de Elsa, Carlos Alvarado. Un milagro salvó a la madre, Elvira Chacón. Los sicarios la dieron por muerta después de dispararle varias veces. Ella, a su vez, había logrado otro milagro: esconder, en medio del tiroteo, a su nieto de apenas 18 meses en uno de los closets del apartamento. Desde allí el pequeño presenció el asesinato de sus padres. ''¿Dónde está el niño? ¿Quién lo tiene?'', vociferaban los asesinos mientras disparaban. De regreso al primer piso los cuatro sicarios golpearon al celador, a quien tenían maniatado en el suelo. Una vez en la calle abordaron un automóvil Renault 9 rojo. De la moto de la Policía que había aparecido minutos antes del crimen no quedaba ni el rastro. Su presencia en la escena había sido casual. El agente que la conducía sólo estaba haciendo un recorrido de rutina por el sector. Nunca supo lo que acababa de suceder. La investigaciónLa única pista de los organismos de seguridad para esclarecer el asesinato de los esposos Calderón Alvarado era la llamada que había hecho el sicario desde su celular. Su indiscreción se convertiría en pieza clave e hilo conductor de la investigación. A partir de ahí, Fiscalía, DAS y Policía empezaron a armar el rompecabezas que los llevaría hasta los autores del múltiple asesinato. El primer paso fue buscar el registro de todas las llamadas a celulares que se hicieron esa noche en el sector de Chapinero Alto de Bogotá. Luego siguieron el rastro de las realizadas entre las dos y tres de la mañana en la cuadra del edificio Quinta La Salle.''Es lo que se conoce como rastrear las celdas de los celulares'', dijo uno de los investigadores a SEMANA. Después de verificar cada uno de los datos encontraron que una sola llamada coincidía con la fecha, hora y lugar del crimen. Un detalle fue determinante: sólo había durado 12 segundos. Fue el tiempo que tuvo el sicario para alertar a sus cómplices sobre la presencia de la Policía. En poco tiempo los investigadores de la Fiscalía tuvieron no sólo los números de los dos celulares que utilizaron los asesinos sino las identidades de sus dueños. Al indagar por el uso dado a los dos aparatos la Fiscalía encontró que ambos habían sido utilizados en Medellín el 20 de mayo del año pasado, es decir, un día después del asesinato. El Renault 9 rojo fue recuperado esa madrugada horas después del triple homicidio por agentes de la Policía Nacional. ¿Quienes son?Con base en la investigación un fiscal de la Unidad Nacional de Derechos Humanos de la Fiscalía dictó medida de aseguramiento y detención preventiva, sin beneficio de excarcelación, contra seis personas. De ellas, cinco están detenidas: Pablo Vanderley Vargas, Walter Alvarez Rivera, Gabriel Jaime Alvarez, Elkin Mora y Luis Fernando Gutiérrez. Juan Carlos González Jaramillo es el único que aún no ha sido capturado. Los cinco están sindicados de doble homicidio agravado, concierto para delinquir, tentativa de homicidio, utilización ilegal de equipos transmisores y hurto. Marina Carmenza Navarro está vinculada al proceso, señalada de encubrimiento. Todas las capturas se hicieron en Medellín. Según la Fiscalía General, estas personas pertenecen a una red de bandas de asesinos a sueldo que estuvieron hace un tiempo al servicio del cartel de Medellín. Los sicarios que asesinaron a los investigadores del Cinep pertenecen a una banda que opera en Medellín y Envigado conocida como 'La Terraza'. "La banda cuenta con el patrocinio de narcotraficantes y lavadores de dólares. Algunos de ellos son miembros de la nueva cúpula de esa organización criminal", dijo a SEMANA uno de los investigadores.Los CastañoDesenredado el ovillo de los autores materiales, quedaba por establecer quiénes eran los peces gordos detrás del asesinato. Evaluadas las múltiples conexiones de la banda, los investigadores de la Fiscalía de Derechos Humanos llegaron a la conclusión de que la orden de ejecutar el crimen habría sido dada por Fidel y Carlos Castaño, los máximos jefes de las autodefensas de Córdoba y Urabá. Según la investigación, el hombre que coordina a 'La Terraza', jefe de los sicarios que viajaron a Bogotá para cometer el triple homicidio, es un viejo aliado de los Castaño Gil y habría suministrado parte de la información que llevó al Bloque de Búsqueda a localizar a Pablo Escobar en Medellín hace cinco años.Con base en el material recaudado durante el último mes la Fiscalía General tomó la decisión: vincular a los hermanos Castaño y llamarlos a rendir indagatoria. Como es casi seguro que los jefes paramilitares no respondan al llamado de la justicia, el siguiente pasó será declararlos reos ausentes y continuar el proceso acusatorio contra ellos. Pero, ¿por qué está vinculado Fidel Castaño, a quien se supone muerto? Aunque su hermano Carlos declaró a SEMANA en julio de 1996 que había muerto en el Urabá chocoano (edición #740), la Fiscalía considera que ese testimonio no es prueba suficiente y por eso también lo llamó a rendir indagatoria. ''Nosotros tenemos algunas evidencias que nos hacen pensar que Fidel sí está vivo. Es más, creemos que está escondido en algún lugar de Medellín'', señaló uno de los funcionarios.La investigación del múltiple homicidio ha sido una de las más difíciles que ha tenido en sus manos la Fiscalía desde su creación en 1991. Son 5.000 folios, en los cuales no se registra un solo testimonio pues no han encontrado quién aporte pistas. Las pruebas obtenidas se basan fundamentalmente en análisis de documentos. Durante el proceso han sido asesinados cuatro investigadores del CTI de la Fiscalía y un testigo clave, muerto pocas horas antes de hacer su declaración. No obstante, de la mano de los investigadores ha ido un hombre misterioso que se ha negado en forma reiterada a dar su identificación y que se conoce como el 'Hombre de la Montaña'. El ha cumplido la singular tarea de corroborar los datos que han obtenido a pulso los agentes de la Fiscalía. "No se trata de un delator, pues él no nos informa nada con anticipación. Pero lo que nos sorprende es que ha certificado de tiempo atrás cada uno de los pasos que hemos dado", señaló un funcionario que conoce de cerca la investigación.La persecuciónLa guerra de los hermanos Castaño contra Mario Calderón empezó hace cerca de 10 años, cuando el entonces sacerdote jesuita y otros seis clérigos se opusieron a la compra de tierras por parte de los narcotraficantes en la región de Tierralta, Córdoba. En ese grupo estaba el también sacerdote Sergio Restrepo, asesinado el primero de junio de 1989 en ese municipio. Las autoridades atribuyeron el asesinato a Fidel Castaño. El jefe paramilitar fue acusado formalmente del crimen y un fiscal sin rostro lo llamó a juicio.Para la Fiscalía, detrás del homicidio de Calderón habría la intención de pasarle una cuenta de cobro por su actividad contra los grupos de justicia privada en Córdoba. Además era también la forma de enviar un mensaje de terror a los defensores de los derechos humanos del país. El mensaje parece haber calado. Este martes, cuando se cumple un año del asesinato de Mario Calderón y de su esposa, María Cristina Alvarado, muchos de sus compañeros del Cinep no podrán acompañar la jornada de protesta contra la impunidad que se ha organizado. Han tenido que salir del país por amenazas contra sus vidas. Ellos saben que también están en la mira.