No es poco lo que ha cambiado en Colombia en los últimos meses. A finales del año pasado, cuando nadie podía imaginar lo que estaba por venir, el tema central que ocupaba el debate público era el evidente descontento social manifestado en las marchas y la falta de credibilidad en las instituciones. Se respiraba entonces en el ambiente un rechazo generalizado al orden establecido y a la clase dirigente, y se oía en las calles un grito desesperado del pueblo por darle un vuelco al estado de las cosas.

Con la llegada del coronavirus, el problema social sigue latente, pero otras prioridades impulsan el ánimo colectivo del país. Paradójicamente, esa misma ciudadanía que hace apenas unos meses rechazaba a sus gobernantes, ahora, en medio de la crisis, se ha volcado a rodearlos y a respaldarlos. Ese fenómeno quedó retratado en las cifras de popularidad del presidente de la república y de los mandatarios locales, publicadas la semana pasada. A precios de hoy, los niveles de aceptación alcanzados por estos últimos están en números que antes solo tenían los alcaldes estrella de Medellín o de Barranquilla.

Iván Duque. Presidente de la república. Claudia López. Alcaldesa de Bogotá

El cambio más drástico se vio en la imagen favorable de Iván Duque. El presidente nunca había tenido un periodo de gracia en la opinión, pero eso está cambiando. Al promediar los resultados de varias firmas encuestadoras, la aprobación de Duque antes del coronavirus se mantenía bastante baja y apenas superaba el 20 por ciento. En la medición de Invamer realizada a finales de febrero, el presidente registraba una aprobación de apenas el 23 por ciento y una desaprobación del 71. No obstante, desde que se desató la pandemia, los resultados de la encuesta de Guarumo muestran otro panorama. En esa medición, Iván Duque volteó la torta y hoy registra una aprobación del 63,2 por ciento y una desaprobación de 29,4. El choque de liderazgo entre el presidente y la alcaldesa de Bogotá es el único escenario donde han aparecido ciertos roces. La imagen favorable de Claudia López, alcaldesa de Bogotá, también se disparó. Ella, a diferencia del presidente, desde que se posesionó había tenido una popularidad muy alta. En la medición de Invamer, López ya registraba esa cifra en un 67 por ciento. Pero con su manejo de la crisis del coronavirus, en la encuesta de Guarumo se trepó a un favorable del 78,1 por ciento. Con ese resultado, ingresa a un terreno de popularidad impensable para los alcaldes de Bogotá, que, en años recientes, solo había logrado Álex Char en Barranquilla.

El fenómeno de la luna de miel con la opinión no solo existe en la capital, sino también en las regiones. En términos de apoyo de la ciudadanía a la gestión de sus alcaldes, según Guarumo, las cosas están así: William Dau (Cartagena), 73,1 por ciento; Jaime Pumarejo (Barranquilla), 70 por ciento; Jorge Iván Ospina (Cali), 67,1 por ciento; Juan Carlos Cárdenas (Bucaramanga), 66,5 por ciento; Daniel Quintero (Medellín), 65,3 por ciento. En relación con este último, a pesar de que se trata de una cifra aceptable, es inferior a la de sus antecesores en la capital antioqueña. Es decir, tanto el presidente como los mandatarios de las principales ciudades gozan de niveles de favorabilidad superiores al 65 por ciento. Eso no tiene precedentes en Colombia. Pero es poco probable que la situación sea sostenible.

Daniel Quintero. Alcalde de Medellín. Jorge Iván Ospina. Alcalde de Cali

Cuando de crisis se trata, es apenas natural que los ciudadanos se apeguen a la protección y al buen juicio de los líderes. Como tanto se ha repetido, en un contexto como el del coronavirus no tienen lugar las disputas políticas o las pujas de poder tradicionales. Se trata, más bien, de un momento en el que la sociedad busca un mismo norte para salir de una crisis que afecta a todos por igual. Así ha sucedido con las guerras y ahora pasa lo mismo con la lucha contra la pandemia. Por eso, hoy en el país es muy común oír a antiuribistas que afirman que el presidente Duque está manejando bien la emergencia. Y es usual ver a uribistas que ponderan el liderazgo de Claudia López. Tal vez ese, el del choque de liderazgo entre el presidente y la alcaldesa, es el único escenario en donde se han visto ciertos roces. Existe una especie de consenso en torno a la idea de que tanto Duque como López han hecho lo mejor que pueden en una situación de estas características. No obstante, la ciudadanía ha percibido las órdenes encontradas y las contradicciones entre los dos como pujas de poder que han confundido a la opinión. Es normal que esas disputas existan, y, de hecho, han aparecido en países de régimen federal como Estados Unidos y Alemania. En Colombia pueden ser inevitables, pero habría que tramitarlas por las vías institucionales, a puerta cerrada, y no por los micrófonos de los medios.

Más allá de los encontrones, que como siempre no han faltado, hoy los colombianos tratan de sintonizarse en la misma onda. El país vive un momento de unidad y de solidaridad colectiva, lo que explica esa aparente ola de popularidad de la figuras de autoridad. Pero las mediciones realizadas en contextos de crisis, por varias razones, tienden a ser solo coyunturales. Una cosa es el apoyo al manejo de la situación extraordinaria y otra el respaldo a la agenda del gobernante. La gente puede confundir esos conceptos. Pero además está el problema de fondo que, en esencia, podría poner a pasar aceite al presidente, a los alcaldes y a los gobernadores dentro de pocos meses. Hoy por hoy, el país vive una mezcla de temor y expectativa por lo que pueda venir. El miedo a la crisis económica y social domina los desvelos de los colombianos. Sin embargo, el ánimo colectivo será muy distinto cuando el país haya pasado de la expectativa de una crisis a la realidad de la misma.

Nadie sabe a ciencia cierta hasta cuándo durará esta situación y cuáles serán sus efectos definitivos. Pero crisis, con seguridad, habrá. Hasta ahora, con los problemas conocidos, el país se mantiene a flote, pero comienza a hacer agua. El esquema tributario sigue igual, el sistema de salud no ha colapsado, el desempleo no se ha desbordado y los efectos macroeconómicos de la situación apenas empiezan a sentirse. Pero eso cambiará. Lo que muchos consideraban una crisis que duraría hasta julio puede extenderse hasta fin de año.

Jaime Pumarejo. Alcalde de Barranquilla. William Dau. Alcalde de Cartagena.

Si en el mediano plazo la problemática del coronavirus se profundiza, como seguramente ocurrirá, esa foto de la popularidad de los gobernantes podría transformarse radicalmente. Puede que muchos de ellos estén haciendo las cosas lo mejor posible. Pero con un desempleo superior al 20 por ciento, con la gente aguantando hambre, con las empresas quebradas y con una reforma tributaria a la vista, los aplausos que hoy reciben los gobernantes pueden convertirse no solo en tomates, sino en piedras.

Juan Carlos Cárdenas. Alcalde de Bucaramanga