Piedad Córdoba, una de las líderes políticas más importantes en el país, sigue siendo recordada tras dos meses de su muerte, el pasado 20 de enero, en la Clínica Conquistadores de Medellín. La Negra, como cariñosamente le decían, no alcanzó a sacar uno de sus proyectos más significativos lejos del mundo político.
Se trata de la Finca Hotel Agroecológica Ari Ari, una de las propiedades más excéntricas de la exsenadora del Pacto Histórico, que hoy se encuentra en vilo tras su partida. Este predio lo tiene en la mira la Corte Suprema de Justicia, porque las extensiones de sabana, al parecer, fueron adquiridas con dineros provenientes de los negocios entre la excongresista y Álex Saab, testaferro de Nicolás Maduro.
Sin embargo, con la sorpresiva muerte de la dirigente antioqueña se frustraron muchos de los proyectos que había alrededor de la hacienda y se inundó de incertidumbre, ya que posiblemente este terreno, de cerca de 144 hectáreas, podría terminar en manos de la justicia colombiana, que tendría que dirimir su futuro.
Por un lado, están los cuatro hijos de Piedad Córdoba, que seguramente pedirían su porción de la finca como herencia porque pertenecía a su madre. Por otro lado, está Luis Pérez Olaya, el hombre que le arrebató el corazón a Córdoba hace más de 12 años y quien sigue conservando la propiedad.
En medio de un reportaje adelantado por SEMANA en las profundidades del Meta, donde se encuentra ubicado este predio, se pudo conocer que Pérez Olaya se encontraba en el lugar. Se trata de un colombiano graduado en Agroecología en La Habana, Cuba.
Además, es llanero, exmilitante de la Unión Patriótica, estudiado en Rusia, a quien La Negra poco expuso en su vida pública. “No hemos hablado nada de la finca, no se ha tomado ninguna decisión”, le dijo Natalia Castro, hija periodista de Piedad, a SEMANA.
Un tercer actor sería la Justicia, en caso de que confirme que el dinero provino de los supuestos negocios con Álex Saab. Pero el tema hasta ahí no es nada fácil, teniendo en cuenta que sostener 144 hectáreas demanda recursos económicos y la exsenadora era quien, en mayor parte, inyectaba dinero.
Las gallinas —la hacienda produce huevos, que se venden en la vereda La Unión, de Puerto Lleras, y el casco urbano de ese municipio—, los marranos, los pavos reales, los caballos —uno de los atractivos de Piedad antes de postrarse en una silla de ruedas— y las vacas Brahman y Holstein requieren dinero.
Hoy trabajan cinco personas —dos de las cuales están de vacaciones—, pero faltarían otras dos para ponerla a funcionar debidamente, le dijo a SEMANA un lugareño que vive cerca del complejo turístico. Sin Piedad, el escenario cambió. Los proyectos se congelaron, entre ellos la construcción de una piscina que serviría como atractivo. Quedó la excavación y la estructura en cemento. Las baldosas no alcanzaron a instalarse.
La finca
El escenario principal de la finca Ari Ari está rodeado de placa huella en cemento, decorada con piedra de mármol en la mitad. A los lados hay faroles de energía en hilera y jardines decorados minuciosamente.
La casa principal tiene un techo cubierto en madera fina, las puertas cuentan con diseño y los cuadros ornamentales guardan el toque afrocolombiano: figuras de mujeres negras adornadas con colores. Los pisos tienen estilo propio. Los cuartos, cada uno identificado con los nombres de los municipios del Meta, están dotados de aires acondicionados, camas Luis XV, candelabros y lavamanos pintados con figuras del Llano, como coloridas guacamayas.
En los pasillos de las habitaciones hay cuadros en los que reina el amarillo, rojo, verde, azul y negro, confirman las imágenes que en 2020 divulgó a través de sus redes sociales la Alcaldía de Puerto Lleras, que anunció Ari Ari como uno de los principales atractivos del pueblo cuando ni siquiera tenía sus puertas abiertas. Quisieron promocionar la cabalgata, el senderismo, el avistamiento de aves, el auditorio dotado para conferencias y el ordeño de ganado.