Desde hace varias décadas, el río Bogotá se convirtió en un problema nacional. Basuras, vertimientos, químicos, escombros y malos olores lo transformaron de un cuerpo de agua sagrado en la época prehispánica al símbolo de la contaminación, una estampa negra que ha sobrevivido en el imaginario de la sociedad.
Pero la agonía del varón poderoso de los muiscas empieza a cambiar. En los últimos años, a raíz de una sentencia histórica que ordenó a 72 entidades trabajar en su descontaminación, en la cuenca marcha un arsenal de obras que disparará su valor estratégico.
Esta semana, en el foro virtual ‘Río Bogotá: eje de desarrollo’, del Grupo Río Bogotá, 15 expertos debatieron sobre la importancia económica, ambiental y social de la cuenca más importante del centro del país.
El foro comenzó con la reflexión del presidente de Publicaciones Semana, Alejandro Santos, acerca de ese valor real del río y la necesidad del aporte de toda la sociedad: “Ya hemos visto cómo en diferentes ciudades del mundo la recuperación de las cuencas hidrográficas es un factor de desarrollo y la mejor forma para mejorar la calidad de vida y conservar el medioambiente. Pero nada de esto es posible sin una nueva aproximación y sentido de pertenencia del ciudadano con el río”.
Una de las grandes conclusiones de los expertos es que la titánica tarea para cambiarle la cara lúgubre al río Bogotá es responsabilidad de los 12 millones de personas que habitan en la cuenca; una ciudadanía que, por lo menos en la época actual, cada vez es más consciente de que la reactivación de los servicios que presta el ecosistema solo será posible si deja de darle la espalda.
Panel económico: Alianzas, motor de desarrollo
Como una oportunidad de pensar estratégicamente el territorio, teniendo en cuenta a todos los actores y uniendo las capacidades de los mismos, así fue definido el poder de las alianzas público-privadas para la recuperación del medioambiente, en el primer panel, que trató sobre la importancia de estas coaliciones para la recuperación de ecosistemas estratégicos.
Los panelistas respondieron tres preguntas claves: cuál es el valor agregado de estas sinergias, qué desafíos se deben superar y cuál debe ser la participación de la ciudadanía.
En ese orden de ideas, la directora de la Fundación Natura, Clara Solano, aseguró que en el caso del río Bogotá es importante identificar los actores privados que están en la cuenca y pueden participar en los procesos de restauración. Natura, de acuerdo con su directora, adelantó hace unos años una alianza a fin de identificar áreas críticas y de urgencia para restaurar en el río Bogotá. Encontraron que “es la cuenca con mayor densidad de rutas viales que tiene el país, lo que implica que hay diferentes empresas de infraestructura vial que serán claves para iniciar un proceso de alianzas e identificar qué procesos de restauración se podrían realizar”, agregó Solano.
Para Ana Alejandra Jiménez, gerente de Sostenibilidad del Banco de Bogotá, parte de los desafíos que estas alianzas deben superar son “la identificación de roles de cada uno de los aliados y sus experiencias. Los ritmos o tiempos en los que se debe avanzar, y el seguimiento y monitoreo de indicadores claros que permitan transparencia y confianza entre aliados y con las comunidades. En ese sentido, el Banco de Bogotá busca los aliados más expertos, y proyectos en los que podamos aportar estratégicamente”.
Por su parte, Padú Franco, director de Wildlife Conservation Society para Andes, Amazonia y Orinoquia, priorizó la oportunidad de estos colectivos de pensar estratégicamente el territorio con una visión a largo plazo. Explicó que se deben pensar estrategias ecológicas relevantes e incorporar de manera participativa a las comunidades en la toma de decisiones. Un reto para Franco es integrar a la academia en este proceso.
Con una perspectiva de región, Fabio Arjona, director ejecutivo para Colombia de Conservation International, señaló que Bogotá, a diferencia de Ciudad de México o Río de Janeiro, cuenta con muchas ventajas en su suministro de agua, pero debe comprender que esa es su ventaja competitiva. Para el experto, la competitividad de Bogotá y la región se encuentra en el agua.
Panel ambiental: Las obras no bastan
Para 2028, las plantas de Salitre y Canoas tratarán el 100 por ciento de los vertimientos generados por los habitantes de la capital, sus mayores verdugos. Sin embargo, estas megaobras no serán suficientes si la ciudadanía sigue arrojándole toda clase de desechos. La Empresa de Acueducto de Bogotá estima que cada año se retira del río el equivalente al peso de 5.000 buses de Transmilenio en basuras.
En el segundo panel del foro del Grupo Río Bogotá, el ministro de Ambiente, Carlos Eduardo Correa, dijo que la recuperación del río debe ser un proyecto de ciudad a largo plazo, construido con la gente. Cada río tiene un ADN diferente, por lo cual, para el funcionario, estos proyectos deben partir de identificar su potencial y luego construir un modelo de desarrollo que permita unir a la ciudadanía y a los sectores públicos y privados.
Según Correa, sin la participación ciudadana, el renacer del río Bogotá será imposible: “La pérdida de la biodiversidad es culpa de los seres humanos, quienes estamos en total discordia y desarmonía con la naturaleza. El río es un elemento capaz de transformar, crear hábitat y recuperar tejidos sociales, pero eso requiere de procesos de educación ambiental para que los ciudadanos se apropien de los proyectos y dejen de contaminar. Cincuenta y siete por ciento de las aguas residuales del país no son tratadas y llegan a los afluentes”.
Carolina Urrutia, secretaria distrital de Ambiente, expresó que la cuenca carece de una relación equilibrada entre los ciudadanos y la biodiversidad. Para ella, aunque las obras e inversiones son de suma importancia, estas no solucionarán la problemática si la población lo sigue contaminando.
Urrutia cree necesario darles un papel preponderante a las estrategias de producción más limpia: “No basta con más operativos para castigar a las industrias. Hay que darle responsabilidades a cada uno de los individuos, y crear una agenda con acciones como usar jabones biodegradables, no verter aceites y tomar mejores decisiones de consumo. Debemos concebirnos como una región con una relación ecosistémica y papeles específicos”.
Gloria Giraldo, gerente del Consorcio PTAR Salitre, megaobra que en marzo de 2021 tratará 30 por ciento de los vertimientos generados en la capital, va en la misma vía del Distrito. Considera que las obras no funcionarán si no hay un cambio en la cultura ciudadana. Giraldo adelantó que la planta contará con dos aulas ambientales que serán epicentro de aprendizaje para la ciudadanía. En ese lugar, dijo Giraldo, la gente reflexionará sobre las casi 400 toneladas diarias de basura que le llegan al río por la falta de cultura ciudadana, con la idea de crear un nuevo sentido de apropiación y que la gente vuelva a integrar a su vida diaria.
María Victoria Blanco, directora de una fundación que lleva más de 20 años luchando por el Salto de Tequendama, opina que el renacer del río Bogotá debe partir del rescate de su historia, pues muchos ignoran que la ancestralidad de la actual sociedad parte del río, afluente que durante siglos fue uno de los mayores sitios turísticos del país. La guardiana del Salto expresó que la sociedad no puede seguir viendo al afluente como un río de problemas, sino concebirlo como una fuente de oportunidades.
En la cuenca del Bogotá habitan 542 especies de animales y 169 de plantas, una magia biodiversa que ha logrado sobrevivir, a pesar de la debacle ambiental. Y, aunque es un río resiliente y con muchas oportunidades, hay un punto de quiebre en la capital, donde a los ciudadanos les han borrado de la mente colectiva su existencia, dijo Fernando Trujillo, director científico de la Fundación Omacha. El biólogo dijo que uno de los mayores inconvenientes para el renacer del río es la gran indiferencia citadina, algo que no sucede en la ruralidad: “Muchos de los predios de la cuenca son privados, personas que deben ser parte de su recuperación. Algo que me afana es que estamos jugando a ser Bochica, ese hombre que salvó a los muiscas de una gran inundación, pero secando y alterando ríos y humedales. Tenemos que ir en la misma dirección y cambiar ese pensamiento humano extractivo”.
Panel social: el compromiso de la gente con el agua
El primer paso para lograr un cambio sostenible en los ríos es que los ciudadanos aporten y exista una corresponsabilidad con el agua. Jhon Navarro, director del Fondo de Agua de Bogotá Región, explicó que desde esta organización trabajan con las comunidades, especialmente con las del páramo de Chingaza, para involucrarlas en los proyectos. El experto cree que es clave la pedagogía para que las personas conozcan de dónde viene el agua, cuáles son sus beneficios y cómo pueden aportar para su conservación.
Por su parte, Jadira Vivanco, coordinadora regional de Iniciativa Regional de Reciclaje Inclusivo, cree que la falta de corresponsabilidad de los ciudadanos afecta los cuerpos de agua. Dijo que, aunque el reciclaje ayuda, puede ser insuficiente si la política pública y los esfuerzos no están alineados.
Hasta el momento, en Colombia han logrado recolectar más de un millón de toneladas certificadas por año en el sistema público de aseo. Un trabajo con el que, además, los recicladores reciben una compensación económica. “Gracias al reciclaje, hemos podido aterrizar los sistemas de economía circular”, afirmó Vivanco.
Por su parte, Juan Sebastián Jiménez, director de Asuntos Públicos y Comunicaciones de Coca-Cola, reiteró el compromiso que esta empresa tiene desde 2013 de devolverle al planeta el 100 por ciento del agua que usan para producir sus bebidas. Aseguró que en 2019, por ejemplo, lograron devolver 2,1 millones de metros cúbicos de agua y están trabajando para reusar y racionalizar este recurso de manera efectiva en sus plantas de producción. Sin embargo, explicó que es imposible lograr un verdadero cambio si los ciudadanos no ponen de su parte.
“Nuestro esfuerzo de tener envases reciclables y cooperativas eficientes no es suficiente si los consumidores no separan adecuadamente los residuos. Ahí se rompe el ciclo de economía circular”, concluyó. Julián Cardona, coordinador de Seguridad Hídrica de The Nature Conservancy para Nasca, también se refirió a la falta de articulación alrededor del río. Para Cardona, los fondos de agua “son vehículos de impacto colectivo en los que se une lo privado y lo público para trabajar hacia el mismo lado”.
Estos, según explicó, son claves para que todos los actores involucrados entiendan qué pasa después de que se usa el agua, cómo afecta al río y, en general, cuál es la relación entre los habitantes de la cuenca. Para él, salvar el río es un tema de corresponsabilidad, una forma de construir la relación con el agua en el largo plazo, en la que es clave “tener una visión colectiva en lugar de una individual”.
La importancia de las alianzas
“Las alianzas público-privadas reúnen una cantidad de buenas cualidades y de potenciales que ninguna de las dos partes por separado estaría en capacidad de poner al servicio de la sociedad”. Así concluyó su conferencia magistral Brigitte Baptiste, rectora de la EAN. Ella dejó claro que para hacerles frente a las amenazas de cambio climático y pérdida de biodiversidad todos deben unir capacidades, conocimientos y experiencias.
Según Baptiste, las empresas, por un lado, tienen una perspectiva ágil de trabajo, con una visión a largo plazo, y las instituciones públicas pueden orientar y mostrar las prioridades que necesitan cambiarse.
En su intervención enfatizó en la necesidad de lograr acuerdos claros a la hora de trabajar, por distintas que sean las visiones de las entidades participantes e incluso de las comunidades. Recalcó el papel clave de la innovación a la hora de generar estas sinergias. “Dos formas de alianzas. Una empresa minera, si tiene licencia ambiental y social, se queda 30 o 40 años, puede mover el aparato del bienestar, restaurar ecosistemas, construir infraestructura, formar gente. Esto está sucediendo y debe funcionar con la veeduría del caso y con un acuerdo robusto, la controversia es natural. La segunda, los bancos de hábitat, empresas que reciben recursos de compensaciones de obras de interés público, que implican transformaciones ecológicas y que realizan labores que deben tener una visión de economía regenerativa”, destacó.
De la indignación a la acción
Camilo Prieto, director del Movimiento Ambientalista Colombiano, dijo que el modelo económico actual está devorando los recursos naturales, un consumismo extremo que también tiene en jaque a la supervivencia futura de los humanos. “La sociedad le está apostando más a una transformación constante de los recursos, algo que ha desplazado la violencia hacia la naturaleza. Esto no es una crisis pasajera como una pandemia, sino una crisis con una conciencia adormilada”.
Las redes sociales se han convertido en el muro de los lamentos del nuevo despertar de la conciencia ambiental. Sin embargo, para Prieto todo se queda en la indignación virtual: “Solo nos quejamos y denunciamos, pero eso no genera acciones concretas. Somos buenos en señalar el error, pero no para generar cambios individuales. En las redes nadie se mueve para dejar de maltratar los ríos o crear un sistema de reciclaje, porque eso implica incomodarnos al salir de comodidades y placeres. Pasar de la indignación a la acción implica desacomodarnos y movilizarnos por acciones que sanen esa relación fracturada que tenemos con la naturaleza”.
En una nueva ética podría estar la clave para pasar de la denuncia a las acciones concretas. “Esto requiere varios ejes, como de una economía que retorne a su sentido originario, que es la protección del hogar; dejar de pensar que no hay límite para el crecimiento, ver al otro como un sujeto de respeto y tener presente que el destino del ser humano es cuidar y salvar”, puntualizó.
Volver a la Bogotá anfibia
Este publicista, quien reconoce que no tenía la menor idea de humedales, un día decidió dedicarse de lleno a la naturaleza: su felicidad. A raíz de esto, cursó un diplomado en conservación de humedales y allí empezó su trabajo sin descanso por estos cuerpos de agua de la capital. Su caso y el de muchas personas dedicadas a los humedales, según explica, prueba que no es necesario ser un experto para poner un granito de arena en el cuidado del planeta. Para este bogotano, los humedales y la naturaleza, en general, son maestros de los que ha aprendido a lo largo de estos diez años de trabajo, así como de la Red de Humedales de la sabana de Bogotá, creada en los años noventa y conformada por ciudadanos dispuestos a defender estos cuerpos de agua.
De acuerdo con Escobar, ellos le “abonaron el terreno” para formar lo que hoy es la Fundación Humedales. Sin embargo, cree que es fundamental un encuentro generacional para que todos se dirijan hacia el mismo objetivo. “Somos hijos del agua”, asegura este publicista, y en esa medida considera que los ciudadanos deberían convivir con este recurso, no a sus espaldas. Además, explica que, aunque los bogotanos tienen la fortuna de vivir con la naturaleza a la vuelta de la esquina, es esencial la pedagogía en los niños para que entiendan su importancia y así la protejan de los adultos.