A Lili Johana Meneses, de 26 años, su expareja George Edward Quiñónez la asesinó el 11 de junio en el norte de Cali, cuando con su madre atendía un puesto de comidas rápidas apenas reabierto después de tres meses en cuarentena. El hombre merodeó por unos minutos y miró a Lili en varias oportunidades. Ella ya le había dicho que no quería seguir con la relación, así que no le sostuvo la mirada para no darle importancia. Entonces George Edward se acercó un par de metros más y sacó un arma de fuego. Le disparó a Lili en el pecho y en la cara y huyó. Al día siguiente apareció en el barrio La Campiña, también en el norte de la ciudad, con un disparo en la cabeza. Se había suicidado. Pocos días después del feminicidio de Lili, las autoridades hallaron en una casa del sur de Cali el cuerpo de Mónica Escobar Moreno, de 48 años, a quien su pareja apuñaló tras un ataque de celos. Cerró la puerta y se marchó; dejó el cadáver bañado en sangre y cubierto con una sábana. Capturaron al agresor horas después cuando pretendía regresar al lugar del crimen.
En Cali han muerto asesinadas 19 mujeres en lo que va del año. El caso de Lili Johana Meneses reunió a decenas de ciudadanos que exigen protección. Daniela Quiñones, de 23 años, estudiante de la Universidad Eafit, el 13 de junio desapareció en Marmato, Caldas. Hallaron su cuerpo tres días después a orillas del río Cauca, en el corregimiento Puente Iglesias, en Antioquia. Según la Fiscalía, el testimonio del homicida y la necropsia realizada por Medicina Legal, “los hechos se presentaron el domingo, entre las 4:00 a. m. y las 6:00 a. m. en Marmato, vía Cauyá - La Pintada, borde de la carretera entre la vía y el río Cauca, en zona de pastos y maleza, cuando el señalado llegó a esta parte en compañía de Daniela Alexandra Quiñones Pineda y luego de sostener una discusión en la que ella al parecer se negó a tener relaciones sexuales, la sujetó por la fuerza. Ante la reacción de Daniela la atacó en la cabeza con arma blanca, ocasionándole la muerte en el sitio (…) Posterior a ello lanzó el cuerpo al río Cauca, alejándose del lugar”. La pandemia se convirtió en una amenaza doble para las mujeres, pues protegerse del coronavirus en sus casas significó para muchas vivir atrapadas con su agresor. Un centenar de casos tuvieron un desenlace fatal. A las organizaciones defensoras de derechos de las mujeres y a los organismos internacionales no les sorprende que la violencia de género haya aumentado durante la cuarentena y el aislamiento. Estaban confinadas con el enemigo. "Más del 90 por ciento de los feminicidios que ocurren después de amenazas se pudieron haber evitado si la institucionalidad hubiera actuado con la debida diligencia y con enfoque de derechos humanos": Adriana Banjumea No hay unanimidad en las cifras en Colombia. La Fiscalía tiene registrados 76 y asegura que ha esclarecido el 96 por ciento, lo que no necesariamente quiere decir que haya llegado a la condena, pues algunos procesos apenas están en investigación. Por su parte, el Observatorio de Feminicidios en Colombia ha contabilizado, al 22 de junio, 113 mujeres asesinadas. Con el pasar de la pandemia, la violencia crece. En marzo, el Observatorio registró 18 casos; en abril fueron 27; en mayo, 31 y en junio, 37. Solo dos días después de declarada la pandemia, el 8 de marzo, paradójicamente el Día de la Mujer, se registró el primer feminicidio en el Valle de Aburrá: desapareció Sofía Córdoba, de 13 años. Días después hallaron su cuerpo en La Estrella. Según la Fiscalía, murió por sofocación. En este caso capturaron a Jesús Rendón Rodas, a quien le imputaron el delito de feminicidio agravado. No aceptó cargos, aun cuando por procesos anteriores tiene siete sentencias por delito de acceso carnal violento. Aquí aparece el círculo interminable de individuos peligrosos para las mujeres que nunca respondieron ante a la justicia. La violencia contra las mujeres funciona como una cadena perversa. Lo muestran las cifras del ICBF: en 2019 abrió 14.032 procesos administrativos para restablecer los derechos a niños, niñas y adolescentes relacionados con violencia sexual, la mayoría contra niñas. Al discriminar las cifras por género, en los últimos años el 85 por ciento de los casos reportados en promedio corresponden a niñas y adolescentes. También lo muestran las cifras de Medicina Legal durante la pandemia. En 2020 se han registrado 2.117 casos de violencia sexual contra mujeres y 388 contra hombres. En la violencia de pareja se repite lo atroz: 4.191 casos de mujeres maltratadas y 690 de hombres. “Más del 90 por ciento de los feminicidios que ocurren después de amenazas se pudieron haber evitado si la institucionalidad hubiera actuado con la debida diligencia y con enfoque de derechos humanos. Muchas de esas mujeres fueron antes a comisarías, denunciaron ante la Fiscalía, pero no hubo acciones de protección contundentes”, dijo Adriana Benjumea, directora de la Corporación Humanas.
En Colombia, un decreto dictado en la pandemia ordenó a las Comisarías de Familia brindar atención personalizada y presencial cuando exista riesgo de feminicidio, violencia y acoso sexual. Sin embargo, uno de los grandes problemas de la violencia de género es el subregistro. A nivel nacional hay líneas de atención que funcionan las 24 horas del día, como la 123 de la Policía Nacional, o la 15584 para asesoría psicojurídica. Pero no hay que olvidar que en muchos casos las mujeres están encerradas con sus agresores y no les queda fácil denunciarlos. Primero tienen superar las barreras tecnológicas, fuertes en la ruralidad. Una buena estrategia ha sido recibir las denuncias en droguerías y supermercados que no tienen restricción para abrir, que funciona en Bogotá. En países de la región como Argentina, Ecuador y Chile utilizan códigos para denunciar. Por ejemplo ir a una droguería y pedir la “mascarilla 19”, lo cual activa el protocolo de ayuda. El asunto requiere medidas urgentes. El Observatorio Colombiano de las Mujeres, de la Vicepresidencia de la República, diariamente recibe 128 llamadas de denuncia. En 2020 ha recibido 6.226 por violencia intrafamiliar, un crecimiento del 162 por ciento frente al mismo periodo de 2019 (de marzo a mayo), lo que muestra el riesgo planteado por el confinamiento. Estas llamadas provienen en 37,8 por ciento de Bogotá, 12,5 por ciento de Antioquia y 9,7 por ciento de Valle del Cauca. Las regiones han sido un gran foco de feminicidios en esta cuarentena. Nancy Faride Arias, subsecretaria de Equidad de Género de Cali, recuerda en particular el asesinato de Lili Johana Meneses entre los 13 casos tipificados por la Fiscalía durante este año en la capital del Valle. “Esto es una clara muestra del resultado del machismo estructural, de ese que piensa que la mujer es propiedad del hombre y, por ende, su vida también le pertenece y puede disponer de ella cuando así lo requiera”, dice. En todo Valle del Cauca han cometido 19 feminicidios. Para Consuelo Malatesta, consultora de temas de género y asesora del Despacho de la Secretaría de Mujer, Equidad de Género y Diversidad, de la Gobernación del Valle, las violencias de género provienen de una construcción social que subvalora lo femenino. “En la mayoría de los casos de agresión contra mujeres y niñas, el agresor es alguien de su línea familiar. En general, las violencias de género se concretan en el espacio doméstico en un porcentaje muy alto. Es por eso que en esta temporada de cuarentena se dispararon las llamadas de auxilio, porque a muchas les tocó quedarse encerradas con sus agresores”.