A las seis de la mañana, cuando los primeros rayos empiezan a desvanecer la neblina paramuna, Vidal González inicia un recorrido que ha repetido la mayor parte de sus 70 años por un lugar que guarda aún el espíritu sagrado de los muiscas.Vidal, un campesino de Villapinzón, clava su mirada en una cascada, cerca del páramo de Guacheneque, donde el río Bogotá o Funza entrega sus primeras gotas. Sus ojos azules brillan al recordar los cientos de especies que ha visto en esta tierra helada y silenciosa.“Cuando yo era un renacuajo, el río Funza estaba repleto de peces capitán, cangrejos, nutrias y aves. Veía a esos animales mientras paseaba las ovejas, pero hoy casi no aparecen por las actividades del ser humano. Al capitán no lo veo hace 40 años”, dice este guardabosques que ha dedicado su vida a defender el páramo.El río Bogotá tomó cara de cloaca desde el siglo XX, sin embargo, su agonía contrasta con la biodiversidad de las 589.143 hectáreas de la cuenca, donde habitan 542 especies de fauna. Algunas son únicas de este rincón del planeta, como el pez capitán, el cangrejo sabanero y la tingua bogotana que enamoraron a Vidal a los 4 años.La tingua solitaria
Hoy en día, la tingua bogotana está cercana a la extinción debido a la nefasta mano del hombre.Foto: Jaime Duque.En la sabana de Bogotá habitan 235 especies de aves, siete de las cuales son endémicas. Una de ellas es la tingua bogotana, animal asustadizo, de 25 centímetros, plumas marrones y rayas negras y rojas en las alas.
Esta tingua de pico largo, curvo y rojo permanecía oculta y solitaria en los juncos de humedal, haciendo sonidos parecidos al chillido de una ardilla. Pero la fragmentación de los ecosistemas, cacería, quemas, cultivos y contaminación la tienen en peligro de extinguirse. Al parecer, no sobreviven más de 5.600 individuos en la sabana. Jorge Escobar, director de la Fundación Humedales Bogotá, indica que su situación no es favorable por la falta de compromiso de las entidades.“Aunque la hemos registrado en siete humedales bogotanos, faltan acciones para evitar que siga su ruta hacia la extinción. No hay estudios para su conservación y no tiene plan de manejo. Si no se toman medidas, podría repetir la historia del zambullidor andino, especie endémica que desapareció en los años setenta”, dice.La tingua pico verde, también única y en peligro de extinción, ha tenido un despertar en dos humedales recuperados del Ecoparque Sabana del Jaime Duque, donde habitan más de 30 individuos que han construido 25 nidos activos.“Además de la pico verde, en el ecoparque hay 112 especies de aves, como el pato pico azul, subespecie en peligro; la tingua y el pato canadiense y chorlo gritón, dos aves migratorias que ahora se reproducen acá”, dijo Darwin Ortega, director del ecoparque.El bagre que enamoró a Humboldt
El pez capitán abunda por las aguas del río Bogotá y sus humedales aledaños. Foto: Universidad Manuela BeltránEn 1805, un pez bigotudo de 23 centímetros, sin escamas y con manchas verdes, llamó la atención del geógrafo alemán Alexander von Humboldt, quien lo vio tranquilo en las aguas del río Funza, como si se tratara del capitán de un barco abandonado.Lo bautizó pez capitán de la sabana y fue el primer pez de agua dulce descrito en Colombia. La ciencia demostró que era una especie única del río Bogotá consumida por los habitantes, una carne que Humboldt describió como agradable. Pero la visión del hombre causó estragos en el bagre bigotón.
A mediados del siglo XX, muchos fueron reintroducidos en lagunas como Tota, Fúquene y La Cocha, donde conocieron a su gran verdugo: la trucha arcoíris, especie exótica que mermó su población.“La trucha consume las ovas y alevinos del capitán y le transmite enfermedades”, dice el programa nacional para la conservación de este pez. “También padece por la transformación del hábitat, pérdida de vegetación, sedimentación y contaminación del agua”.Fósforo, nitrógeno, amoníaco y coliformes que abundan en las aguas de la cuenca causaron que los crustáceos, moluscos y larvas que cazaba el bigotón empezaran a escasear. Por eso, la especie está amenazada y en estado vulnerable a la extinción.Menjurges con cangrejo
En las plazas de mercado de la capital venden el cangrejo sabanero, a pesar de que su consumo puede ocasionar enfermedades pulmonares.José Torres y Edelmira López se enamoraron hace 50 años en el paso del río Bogotá por Villapinzón, amor que nació viendo cangrejos sabaneros. “Yo iba a pescar con anzuelo y llevaba a casa cangrejos para variar la comida. Pero no nos gustaron mucho”, dice el esposo.Estos crustáceos son una especie única del altiplano cundinamarqués: un cangrejo de 4 centímetros de longitud y color rojo oscuro y 17 espinas que abundaba en las lagunas de Fúquene, Suesca, Cucunubá y Suesca, y en los embalses de Neusa, Sisga y Tominé.
La pérdida de hábitat, la contaminación y la sobrepesca lo tienen en peligro de extinción, en especial por la pesca con fines comerciales desatada hace 30 años: aún es vendido en las plazas de mercado de la capital y municipios de Cundinamarca.Carlos Lasso, investigador del Instituto Humboldt, asegura que lo utilizan para hacer sopas y jugos dizque afrodisíacos, el levantamuertos o berraquillo. “Venden juveniles y hembras ovadas, pesca que no es selectiva sino un síntoma de sobrepesca”.“El cangrejo está rodeado de mitos”, dice Martha Rocha Campos, docente del Instituto de Ciencias Naturales de la Universidad Nacional. Algunos piensan que tiene poderes para que las vacas queden preñadas. “En las plazas los meten vivos en licuadoras para los menjurjes, ignorando que transmite un parásito que desata enfermedades pulmonares”.Un estudio en 2018 demostró que los sabaneros tienen prevalencia del parásito Paragonimus. “Los que beben los menjurjes ingieren el parásito vivo, que causa afectaciones pulmonares. El cangrejo americano, especie introducida en los años ochenta, también lo desplaza y contagia con un hongo”, asegura Campos. A pesar de las evidencias científicas, en 2019 una resolución de la Autoridad Nacional de Acuicultura y Pesca lo listó como una especie susceptible de aprovechamiento, decisión que los científicos encuentran contradictoria y peligrosa.Mamífero insignia
La nutria neotropical habita en casi toda Colombia. La contaminación del río Bogotá la desplazó de la zona. Foto: Fernando Trujillo.La nutria neotropical es una de las 13 especies de estos mamíferos. Mide hasta 80 centímetros de largo y tiene un pelaje corto y denso, orejas cortas y ojos diminutos. Utiliza sus bigotes para localizar presas en el agua y nada con ayuda de la cola.
En Colombia habita en todas las regiones biogeográficas. Ama la soledad y era una especie dominante en la cuenca del río Bogotá. “Los humedales de la capital eran su refugio. Pero los vertimientos mermaron sus fuentes de alimentos y ha desaparecido de la zona”, cuenta Fernando Trujillo, director científico de la Fundación Omacha.La cacería, degradación del hábitat, cambio climático y captura la hacen vulnerable a la extinción. Sin embargo, esta nutria ha dado indicios de vida en zonas bajas del río Bogotá, como en Ricaurte, donde se une con el Magdalena.“Cámaras trampa captaron a una nutria deambulando en la desembocadura del Bogotá. Cuando el río esté descontaminado, las nutrias regresarán. Así pasó en países de Europa donde recuperaron los ríos”, indica Trujillo.