“Todos a sonreír, el cambio ya viene”. Estas palabras, pronunciadas por Daniel Quintero, no son las de un alcalde derrotado por la suspensión que le impuso la Procuraduría, sino las de un hombre que encontró en esta situación la oportunidad para consolidar su figura y reforzar su discurso antiestablecimiento.

La sanción contra Quintero se remonta a un video que publicó en su cuenta de Twitter en el que se le ve montado en un carro, mueve la palanca de cambios y mete primera para luego decir: “El cambio, en primera”.

El video, que ya superó el millón y medio de visualizaciones, desató toda una polémica, pues esa misma frase fue usada por el Pacto Histórico para promover la victoria de Gustavo Petro en primera vuelta.

A pesar de que, según explicó Quintero en SEMANA, esta frase del cambio fue posicionada primero por la Alcaldía de Medellín y los candidatos a la presidencia fueron los que se ‘pegaron’, la Procuraduría consideró que con esta publicación el alcalde habría incurrido en participación en política y decidió suspenderlo por tres meses, amparada en la Ley 2094 de 2021, norma que le da la potestad al Ministerio Público para investigar a los funcionarios de elección popular.

“Se le atribuyen a la Procuraduría General de la Nación funciones jurisdiccionales para la vigilancia superior de la conducta oficial de quienes desempeñan funciones públicas, inclusive los de elección popular”, indica la norma.

Sin embargo, algunos juristas han argumentado que, tal como lo señaló la Corte Interamericana de Derechos Humanos, una autoridad administrativa, como es la Procuraduría, no puede restringir los derechos políticos de un ciudadano.

“La sanción de funcionarios elegidos por voto popular ordenada por la Procuraduría desconoce el artículo 23.2 de la Convención Americana, el derecho a elegir y ser elegido solo puede restringirse por sentencia judicial y no por vía administrativa”, indicó Francisco Castellanos, experto en litigio estratégico internacional de derechos humanos.

El manto de duda que se ha sembrado sobre la legalidad de esta decisión terminó por alimentar la tesis de que habría persecución política contra el alcalde de Medellín y su sector político.

Desde el balcón

Quintero no tardó en empezar a posicionar esta narrativa. Tan pronto se conoció la decisión en su contra, convocó a la ciudadanía a movilizarse contra lo que considera “un golpe de Estado”.

Y menos de 24 horas después, ya estaba pronunciando un sentido discurso desde el balcón de la sede administrativa de la Alpujarra, despacho de la Alcaldía de Medellín.

Con la plaza a reventar, y en medio de un acto en el que hubo luces, cámaras, drones y equipos de sonido, Quintero aseguró que “se está gestando una dictadura en Colombia, no lo permitiremos”.

“El presidente Duque acaba de consumar el golpe de Estado a la democracia en Medellín. Pido a la ciudadanía defender de forma pacífica el mandato popular y la democracia”, sentenció.

A partir de ese momento, antes que desvirtuar la supuesta participación política en su contra, Quintero se dedicó en los medios a hablar de golpe de Estado, de ser víctima de una dictadura y asegurar que “Uribe nos quiere sacar de la Alcaldía, quieren seguir gobernando por las malas”, como lo dijo en SEMANA.

Incluso, llamó la atención que, durante su discurso, Quintero no estuvo rodeado de juristas para hablar del proceso disciplinario en su contra, sino que estaba acompañado de Amauri Venegas Chamorro, un asesor político experto en estrategias de comunicación muy cercano a él, y quien trabajó también con Rafael Correa en Ecuador y Pedro Castillo en Perú.

Las palabras de Quintero emulan la estrategia de Gustavo Petro cuando en 2013, siendo alcalde de Bogotá, fue destituido por la Procuraduría. Un fallo de la Corte Interamericana de Derechos Humanos echó para atrás esa decisión.En esa oportunidad, Petro también salió al balcón de la Alcaldía, frente a la emblemática Plaza de Bolívar, y convocó a la ciudadanía a movilizarse contra “el fascismo” y dijo ser víctima de persecución política. A partir de ese momento, Petro dio el salto a convertirse en una de las voces más importantes de la política nacional al canalizar el descontento popular.

Daniel Quintero ha logrado imponer la narrativa de la persecución política en buena medida porque se ha consolidado como un líder antiestablecimiento. Su reconocimiento en el país arrancó cuando, junto a otros jóvenes, en 2013, fundó el Partido del Tomate, una propuesta que resonó entre quienes estaban indignados con la corrupción y la política tradicional, y logró fama y visibilidad en medios porque se tomaron plazas públicas en varias ciudades para lanzar tomates a fotos de políticos como el entonces expresidente Álvaro Uribe y el procurador Alejandro Ordóñez.

Luego, tras un paso por los ministerios de Trabajo y de las TIC, durante el Gobierno Santos, Quintero se lanzó a la Alcaldía de Medellín en una candidatura independiente, aunque se dice que por debajo de la mesa lo apoyaron políticos tradicionales.

En la campaña se hizo visible porque lanzó duras críticas contra la gerencia de EPM, tomando como bandera la crisis de Hidroituango, se enfrentó al establecimiento político paisa y derrotó al candidato del Centro Democrático, Luis Alfredo Ramos.

El día de su victoria, una multitud de jóvenes lo acompañó en la carrera 80 de la ciudad, y Quintero habló en ese momento de proteger a los animales, de educación gratuita, de devolverle la dignidad a EPM. Como si todo fuera parte de una escena bien montada, rechazó tomar agua en una botella plástica y pidió un vaso de vidrio.

Ya en la Alcaldía, ha consolidado su postura antiestablecimiento, no solo se ha enfrentado al Centro Democrático, sino que prácticamente rompió relaciones con el Grupo Empresarial Antioqueño.

Esta narrativa de golpe de Estado y persecución política, a juicio de analistas, podrían terminar favoreciendo no solo a Quintero, sino también a la candidatura de Petro, porque exacerba la indignación y la desconfianza que hay en una parte de la ciudadanía frente a las instituciones.

Yann Basset, docente de la Universidad del Rosario, considera que esto “electoralmente puede terminar favoreciendo a Petro”.Es indudable que el sector político al que pertenece Quintero es cercano a Petro. En total, seis miembros del gabinete del alcalde de Medellín han decidido renunciar a sus puestos, en las últimas semanas, para sumarse a la campaña presidencial del Pacto Histórico.

Y el propio Petro ha reconocido que está situación de Quintero lo puede beneficiar: “De pronto nos hace ganar”, dijo el candidato del Pacto Histórico a medios de comunicación.

El pulso por Antioquia

Lo sucedido con Quintero tiene, además, un trasfondo en las elecciones: la batalla por Antioquia. A pesar de liderar las encuestas con una importante ventaja sobre Federico Gutiérrez, en el Pacto Histórico no están tranquilos con el panorama actual que muestran las mediciones, pues su consigna es ganar en primera vuelta. Incluso ya tienen un modelo matemático para determinar cuántos votos necesitan en cada zona del país para ganar el 29 de mayo.

Y en este propósito, Antioquia resulta una plaza clave. En las cuentas del Pacto Histórico aspiran a llegar al millón de votos en el departamento, pero en las consultas de marzo pasado alcanzaron solo 445.000, es decir, requieren doblar su votación. Y este territorio, no se puede olvidar, es un bastión del uribismo y del candidato Federico Gutiérrez.

Según la más reciente encuesta del Centro Nacional de Consultoría para SEMANA, esta región es la única en la que Petro pierde con Federico Gutiérrez y lo hace por amplia ventaja: mientras el aspirante del Equipo por Colombia tiene 40,6 por ciento de intención de voto, el candidato del Pacto Histórico alcanza apenas 20,6 por ciento.

De esta manera, los sectores alternativos parecen estar viendo presente y futuro en esta coyuntura. Presente con el pulso que libran por ganar en Antioquia, consigna en la que puede favorecerlos la sanción al alcalde de Medellín.Y futuro con un Daniel Quintero que, desde el balcón de la Alcaldía, con la voz entrecortada y un silencio pausado, detalló que la lucha continuará en las calles, porque no cederá ante ninguna amenaza y hará uso de todos los elementos legales para defender sus intereses: “No nos querían en la Alcaldía, pues nos tendrán en las calles. Lo juro”.P

alabras similares pronunció Petro en 2013, desde el balcón del Palacio Liévano, mirando hacia la Casa de Nariño, sitio al que hoy está muy cerca de llegar. ¿Hacia dónde mira Quintero?