A solamente cinco meses de haberse iniciado el gobierno del "ritmo paisa", es precisamente en Antioquia donde se presenta la primera gran crisis política a nivel departamental. Todo comenzó con la elección del Contralor de Antioquia quien, por ser seguidor político del gobernador Alvaro Villegas Moreno despertó resistencias en los otros jefes conservadores quienes solicitaron y obtuvieron su renuncia. Ignacio Vélez Escobar, J. Emilio Valderrama y Guillermo Vélez Urreta, entre otros, aprovecharon la oportunidad para exigir un replanteamiento burocrático dentro de la administración, alegando que las fuerzas estaban inequitativamente inclinadas a favor del grupo del gobernador. Los senadores liberales William Jaramillo y Federico Estrada Vélez hicieron entonces unos reparos y manifestaron que también aspiraban a ajustes burocráticos a su favor. La crisis, inicialmente circunscrita al ámbito departamental, se extendió al municipio de Medellín, argumentándose que algunos integrantes del gabinete del alcalde Alvaro Uribe Vélez, eran independientes y sería conveniente reemplazarlos por personas de mayor representatividad política. Los mencionados dentro de esta categoría eran José Roberto Arango, secretario de hacienda, Gabriel Jaime Giraldo, secretario de planeación y Carlos Alberto Estrada, secretario general de la alcaldía. Como parte de toda esta reorganización se esperaba la renuncia del alcalde Uribe Vélez, a quien se le había informado que se trataba de una renuncia protocolaria y que sería confirmado pocas horas después de presentarla. Para desconcierto del gobernador, la renuncia del joven alcalde no llegaba. Uribe Vélez, además de estar disgustado por el hecho de que se la había pedido el secretario de gobierno y no el gobernador, consideró que una renuncia transitoria sin tener información sobre qué cambios iban a llevarse a cabo, era aceptar, a priori, hechos cumplidos tanto en aspectos administrativos como políticos en la administración municipal. El impasse se prolongaba sin solución aparente, a tal punto que llegó al despacho presidencial. A través del secretario general de la presidencia, Alfonso Ospina, antioqueño familiarizado con las intimidades de la política paisa, el Presidente Betancur aconsejó al Alcalde de Medellín un manejo prudente de la situación a través de un diálogo con el gobernador, el cual debería incluir su renuncia protocolaria. Uribe Vélez efectivamente se reunió con el gobernador Villegas Moreno, pero no llevó a la entrevista su renuncia, como se lo habían sugerido. Cuando solicitó información sobre los cambios que se pensaban realizar, el gobernador se negó aduciendo que no tenía intenciones de discutir el asunto si el alcalde no presentaba su dimisión protocolaria. La renuncia finalmente llegó. Pero no protocolaria sino irrevocable, pues el burgomaestre se mantuvo en su posición de que el liberalismo no tenía por que aceptar imposiciones de esta naturaleza. Aunque observadores políticos consideran que el gobernador Villegas Moreno estaba en su derecho en la posición asumida, el triunfador indiscutible ante la opinión pública fué el alcalde. Uribe Vélez, de escasos 30 años de edad, se había convertido en una popular figura del liberalismo, como consecuencia de su eficiente gestión a la cabeza de la Aeronáutica Civil. Aunque por limitaciones presupuestales y brevedad del tiempo no era aún mensurable su obra en la alcaldía de Medellín, su prestigio permanecía intacto hasta el momento de su renuncia. El gobernador, quien se había posesionado en medio de una gran expectativa producto de su excelente gestión de cinco meses en el mismo cargo durante la administración Turbay, ha sido, por el contrario, fuertemente criticado por otorgarle demasiada importancia a los aspectos polítiqueros sobre la problemática del departamento.