No han desaparecido, están silenciosas pero presentes, y con planes de actuar si es necesario, pero la meta es convertirse en fuerza política. SEMANA estuvo investigando qué ha pasado con las primeras líneas, bajo reserva, las autoridades informaron que sigue siendo fuerte la presencia o influencia de la Segunda Marquetalia y el ELN en estos grupos, en donde echaron raíces desde la fuerte movilización de 2021.

SEMANA estableció que las aguas mansas y la no confrontación se debe a que, acogiendo el planteamiento del Gobierno, esperan pasar del estallido social a la creación de uno o varios movimientos sociales, aprovechando incluso la figura recién anunciada de gestores de paz. Inclusive se conoció que tienen un equipo jurídico trabajando el tema y no se descarta que más adelante hagan una propuesta al gobierno, incluso apoyada por congresistas.

Desde las cárceles, el contacto con los primera línea detenidos es permanente, argumentan que no son delincuentes, que se trata de una persecución, y por eso insisten en presionar para que se abra el escenario político, tal como ya está ocurriendo, con la nueva y polémica protesta del mandatario.

Los fajos de dinero siguen llegando para mantenerlos, en la sombra, activos y motivados, incluso a los llamados líderes les siguen pagando una mensualidad. Los más interesados, a juicio de las autoridades, es la Segunda Marquetalia, de Iván Márquez, que siguen enviando cajas de dólares en efectivo, a través de correos humanos. Dinero que cambian y empiezan a distribuirlo a través de giros de pequeños montos, para no levantar sospechas.

El ELN está apuntando especialmente en Cúcuta, Bucaramanga, Bogotá, Cali y Cauca, reclutando y manteniendo las redes de líderes comunales y en medio de actividades culturales como fachada, entre esas las ollas comunitarias, en donde aprovechan para fichar nuevos jóvenes, a los que incluso les dan dinero.

Las llamadas escuelas de entrenamiento tampoco son cosa del pasado, a puerta cerrada, en bodegas y casas que no llamen la atención, se siguen dando las reuniones, en grupos más pequeños, entrenándolos en “reforzamiento ideológico y tácticas en la calle”, que no es más que entrenamiento para enfrentamientos. Las armaduras hechizas y material para hacer bombas molotov lo ubicaron lejos de los puntos habituales para evitar incautaciones.

Un tercer factor que se mantiene es la presencia de carteles de droga y micrográfico al rededor de las amainadas primeras líneas. De ahí llegó buena parte de la financiación, pero esto no paró con el levantamiento de los campamentos, se convirtió, por el contrario, en un negocio criminal permanente. Los jóvenes, pagos por los narcos, se convirtieron en jíbaros y se turnan labores de vigilancia y venta de estupefacientes en los barrios.

Así, en los barrios de lo que se apoderaron estos grupos, en donde encabezaron las protestas y atemorizaron a los vecinos, lo único que pasó es que levantaron sus campamentos y deshicieron las trincheras. Pero ellos son los dueños y señores, no pasa nada sin la autorización de quienes fueron los líderes de la primera línea, los mismos que después de generar temor y amedrentamientos tendrán un tiquete de libertad con la denominación de “gestores de paz”, y sus pasos avanzan, de manera cierta, hacia la arena política.