Estamos presenciando una nueva modalidad de confrontación político-militar en la que nuestro país es protagonista. La atención del mundo se fija cerca de Cúcuta, en uno de los tres puentes sobre el río Táchira. Mas exactamente en el de “Tienditas”, en el que se llevan a cabo dos conciertos, uno del lado colombiano y otro del venezolano. Como si fuera poco, en las cercanías se encuentra el principal centro de acopio de la ayuda humanitaria que se pretende ingresar a una Venezuela agobiada por una miseria sin precedentes. Guaidó, el presidente interino, se ha movilizado hacia la frontera y algunos mandatarios latinoamericanos, han afirmado que se harán presentes en el maremágnum. Puede leer: Venezuela Aid Live: ¿dónde, cómo y por qué? Por su parte Maduro en una de sus recientes peroratas, no se sabe si dándose o no cuenta de lo que decía, reto a Guaidó a convocar a elecciones para “aplastarlo en las urnas”: ¿será esa acaso, la alternativa que prevé en caso de emergencia? Simultáneamente los países del llamado “Grupo de Lima” se reúnen en Bogotá, esta vez con la presencia el vicepresidente de los Estados Unidos, para hacer un seguimiento del desarrollo de la operación de ingreso de la ayuda humanitaria que pone a prueba no solamente la lealtad de la fuerza armada venezolana, sino la estabilidad del régimen de Maduro. Sí la ayuda humanitaria se distribuye, sus días irreversiblemente estarán contados y la figura del mandatario norteamericano y por consiguiente la del presidente de Colombia quedarán fortalecidas. Si por el contrario Trump se deja ganar el pulso de Maduro y la ayuda humanitaria finalmente no puede ser distribuida, su prestigio se vería afectado, abriendo interrogantes incluso sobre su eventual reelección. Le puede interesar: La guerra que se libra por las trochas de la frontera El aumento en la aceptación del presidente Duque en el ámbito nacional puede tener una relación directa con la enérgica postura que ha adoptado frente al régimen de Maduro, que genera el rechazo generalizado de la opinión publica en nuestro país. Por primera vez en varios años, el nombre de Colombia en la comunidad internacional no necesariamente está vinculado al narcotráfico, a la proliferación de los cultivos ilícitos, a la violación de los derechos humanos, ni a la eterna historia del conflicto armado colombiano que persiste en medio de actos de terrorismo y los asesinatos selectivos por parte de los grupos armados. El reto del gobierno colombiano en esta compleja situación consistirá en no dejarse involucrar en una intervención militar en Venezuela, que se devolvería inexorablemente contra nosotros, ni tampoco en una eventual confrontación armada doméstica en ese país, en la que seguramente resultaríamos peligrosamente comprometidos, como ha sucedido a lo largo de la cambiante relación entre los dos países desde la disolución de la Gran Colombia.