Tal vez sorprenda que el presidente Gustavo Petro insista en utilizar la calle como escenario predilecto para librar su lucha política, entre otras razones, porque es el lugar natural de los candidatos en campaña, no de los mandatarios en ejercicio. Pero la calle es la que más le ha dado réditos. Petro ha mejorado considerablemente la fórmula en la que combina un lenguaje atrevido (algunos lo califican de incendiario) y la inmediatez y alcance de las redes sociales para volcar a la gente a las calles.
Fue uno de los primeros políticos colombianos en descubrir la magia de Twitter hace unos diez años. Es como si le conociera la ruta de sus emociones. Apelar al sentimiento popular ha sido el as bajo la manga de Petro en la adversidad. El primer uso de este recurso fue en diciembre de 2013, cuando el entonces procurador Alejandro Ordóñez lo destituyó como alcalde de Bogotá. Conocida la decisión, Petro optó por salir al balcón del Palacio Liévano, frente a la plaza de Bolívar, para arengar a sus seguidores. La dinámica se repitió varias veces.
Petro se fortaleció con sus intervenciones ante sus bases. La combinación de “perseguido político” y “hombre del pueblo” lo catapultó. “A los indignados bogotanos: se inició este movimiento de los indignados de Colombia. Aquí se prenderá la antorcha simbólica de la democracia”, solía decir desde el balcón de la Alcaldía.
Luego, en 2018, cuando perdió la presidencia frente a Iván Duque, lejos de aceptar su derrota, Petro notificó a sus detractores que haría uso de la calle para rechazar al nuevo Gobierno, que en ese momento ni siquiera había comenzado. Esa mezcla de agitación y calle tuvo su esplendor en el llamado estallido social de 2019 y en el paro nacional de 2021, que le pavimentaron su llegada a la Casa de Nariño.
Así lo reconoce el propio jefe de Estado. “En las urnas no hubiéramos vencido si en las calles no hubiera salido la población, la juventud. Eso que llamamos el estallido social, esos jovencitos de los barrios populares, esas jovencitas que salieron a gritar que simplemente tenían derecho a vivir son los precursores de los cambios que hay que desatar en Colombia”, dijo Petro esta semana.
Por eso, no resulta extraño que hoy apele a la movilización social, justo cuando el porcentaje que mide su imagen favorable empieza a caer, la coalición en el Congreso muestra signos de fractura y la desaceleración económica es ya una alarmante realidad en el país.
Desde un balcón de la Casa de Nariño, rodeado de la bandera de Colombia y acompañado de su esposa, Verónica Alcocer, y Antonella, su hija menor, el jefe de Estado se dirigió a los ciudadanos que le cumplieron la cita el pasado martes, en la plaza de Armas, un escenario usualmente cerrado al público y reservado para eventos especiales. El mensaje fue claro: “Levantarse, no arrodillarse, convertirse en una multitud consciente de que tiene en sus manos el futuro, el presente”.
La palabra “cambio” volvió a ser el eje de su discurso, como en la campaña. “El cambio consiste en que en Colombia haya una democracia” y “el cambio por el que votaron millones no puede ser de mentiras ni maquillaje”. Y su principal mensaje: “Solo si el pueblo abandona a su Gobierno, ese cambio podría detenerse”.
El balcón es una apuesta de Petro por impulsar sus reformas o, como le dijo a SEMANA una fuente de la Casa de Nariño, es una manera de “meterle pueblo a los proyectos” y de presionar al Congreso, que tendrá que ver cómo, mientras tramita las normas, tendrá a la ciudadanía en su patio trasero presionando “el cambio”.
La apelación de Petro al pueblo, al estilo gaitanista, le da los reflectores y le permite dirigirse a los ciudadanos sin ser cuestionado, contrario a lo que ocurre, por ejemplo, en medios de comunicación o incluso en redes sociales, en los que es confrontado y, en ocasiones, puesto en evidencia. La democracia de balcón, un escenario en el que Petro se desenvuelve con naturalidad, ha tenido referentes en la región.
Uno de los primeros en usarla fue el fallecido presidente venezolano Hugo Chávez, quien solía salir al denominado Balcón del Pueblo del Palacio de Miraflores para saludar a miles de simpatizantes. A ella también acudió el expresidente Rafael Correa, de Ecuador, y la exmandataria argentina Cristina Fernández de Kirchner.
Presión al Congreso
Petro, quien había sido el abanderado del “Estado de derecho” frente al “estado de opinión” que pregonaba el expresidente Álvaro Uribe, está jugándole a lo segundo con más vehemencia que el propio exmandatario. Así lo dejó claro en su discurso del martes, en el que le envió un mensaje de presión al Congreso: “Si en alguna circunstancia las reformas se entraban en el Congreso, lo único que están haciendo es no construir los caminos de un pacto social, no construir los caminos de la paz”.
Estas palabras no cayeron bien en el Capitolio. Incluso desde su propia coalición salieron a pedirle respeto por el Legislativo. “El peligro de privilegiar las calles por encima de los espacios institucionales para debatir las reformas es que el día que la oposición saque más gente a las calles ¿ahí qué hacemos? Porque al pueblo hay que escucharlo, de un lado y del otro. Cuidado con escupir para arriba”, expresó Catherine Juvinao, representante de la Alianza Verde. La congresista puso sobre la mesa un hecho que es evidente: el llamado pueblo parece serle esquivo a Petro.
Esta semana, al acto en la plaza de Armas, la concentración de personas no fue la esperada. El presidente y sus opositores se midieron en las calles y el jefe de Estado perdió este pulso. Las cifras de la Alcaldía, en el caso de Bogotá, fueron claras: en las marchas a favor del Gobierno hubo 2.000 personas, mientras que en las de la oposición fueron 15.000.
Esto no es fortuito. El presidente se había llevado una sorpresa el lunes cuando más de la mitad de la plaza de Armas quedó vacía, con las sillas desocupadas a la espera de sus invitados, en el acto programado para radicar la reforma a la salud. Las imágenes muestran cómo los colaboradores de Palacio corrían presurosos a mover las sillas blancas desocupadas para evitar el mensaje negativo. Pero las cámaras ya habían registrado esa situación.
Algo similar se vio en noviembre del año pasado cuando se conmemoraron los 100 días del Gobierno Petro. En aquella oportunidad, el petrismo, en cabeza del entonces senador Gustavo Bolívar, convocó marchas en apoyo al mandatario, pero la respuesta fue mínima.
Tanto fue así que el propio Bolívar tuvo que salir a justificar lo sucedido: “En varias ciudades salieron muchas personas a respaldar a Petro. En otras no tantas. Un martes en horario laboral no era fácil. Quienes pudieron salieron con amor y espontáneamente”.
Este fenómeno se explica, en buena medida, porque tradicionalmente la oposición, que es el escenario en el que siempre había estado Petro, solo tiene que echar mano de la crítica severa y la denuncia para encontrar apoyo, mientras que el Gobierno tiene que hablar con soluciones y con resultados.
Está por verse si Petro tendrá que cambiar la estrategia que lanzó esta semana de apalancarse en las calles, pues la oposición le ganó la partida. Además, el discurso contra el establecimiento ya no cala igual, puesto que ahora él está al frente de la institución más poderosa del Estado: la Presidencia.