Oswaldo Ordóñez, una de las primeras personas en poner el dedo en la llaga en las inconsistencias de la construcción de Hidroituango, calificándolas como una mezcla entre afán y ambición, asegura que el deslizamiento de tierra en Rosas (Cauca) fue un verdadero milagro, porque, desde su formación, las montañas caucanas tienen a moverse incesantemente, y para el momento en que sucedió el gigantesco derrumbe, no había personas cerca de allí.
“Es una zona que hace muchos años está en una condición crítica y siempre en los inviernos empeora en un fenómeno que los geólogos llamamos reptación, que es un movimiento lento de la tierra, pero que en esta ocasión produjo demasiado material de forma súbita. Esta vez hubo suerte, pero posiblemente después no la tengamos”, explica a SEMANA.
Asegura que más temprano que tarde la montaña volverá a rugir con toda su fuerza porque posee una formación geológica innata que no va a parar de acomodarse a su antojo y en sus tiempos, pues las rocas “se pueden quedar estables algunos años, pero luego vuelven a buscar su equilibrio porque, al fin y al cabo, están en un proceso de erosión y maduración de relieves”.
En ese sentido, Ordóñez, uno de los pocos geólogos colombianos con un doctorado en el tema y profesor de la Universidad Nacional, cree que es una insensatez contemplar la posibilidad de recuperar las estructuras habitables que se salvaron y considera que el lugar de la avalancha y sus asentamientos cercanos deben ser retirados.
Incluso aconseja que, dado que no es posible establecer cómo y en qué condiciones podría haber un nuevo movimiento de tierras ni la magnitud de su volumen e impacto, lo mejor es que ese sector de Rosas sea clausurado para siempre.
“Todo hace parte de un proceso geológico que comenzó hace muchos años, eso no se puede establecer, pero ya no se puede volver a construir y ojalá el Estado colombiano tome medidas porque ahí no debe haber asentamientos; Lo mejor es que se decrete como un área de reserva especial o un parque nacional natural para que se impida que la gente construya en esos terrenos, porque son tierras que hoy o mañana volverán a moverse”, explica.
De hecho, asegura el experto que como están la cosas en materia invernal hay otros sectores del departamento de Cauca que podrían estar en serio riesgo, especialmente “el sector entre Timbío y El Bordo, donde se podrían presentar otros movimientos asociados con deslizamientos, pues hay avenidas torrenciales frecuentes en las quebradas de esa zona. Cuando entras a Nariño, las rocas son manejables y se comportan de una forma más tranquila”.
Para Ordóñez, ese sector de la carretera que comunica a Cauca con Nariño es una especie de tormenta perfecta porque “hay rocas malas y pendientes malas, se juntaron el hambre y la necesidad, y eso es un constante detonante para que esto siga pasando. Y mientras siga lloviendo no va a parar, eso se sale del control humano, no hay dinero ni ingeniería que lo manejen, y si pudieran valdría una millonada”.
La única alternativa para garantizar la conexión terrestre confiable entre ambos puntos es, tal como lo planteó el Gobierno Nacional, construir una vía nueva. Ordóñez considera que la mejor opción es hacerla bajando por El Tambo, Cauca, cruzando por la cuenca del Río Quilcasé, pasando por el municipio de Timbío y llegando al Río Patía.
“De ahí se conectaría con las vías de Nariño y es el trazado más tranquilo y más fácil, con pendientes manejables”, recalca Ordóñez quien sostiene que la vía actual tiene un mal trazado geométrico, lleno de curvas y pendientes, que exponen gravemente a todos los vehículos, en especial a los de carga pesada.
Las otras zonas en riesgo
Considerando que las tres cordilleras que atraviesan Colombia hacen parte de la estructura macro de Los Andes suramericanos, existen otras zonas del país que, aunque no han protagonizado incidentes graves, están en un riesgo moderado que debe monitorearse de forma permanente.
En ese sentido, Ordóñez cree que el Gobierno debe estar atento a sectores puntuales que eventualmente podrían generar complicaciones que comprometerían el tránsito y con ello causar graves estragos en materia de seguridad alimentaria, comercial y de tránsito de pasajeros.
“Entre Buenaventura y Barrancabermeja hay sectores que han estado cerrados tres y cuatro meses, hay que hacer un cambio de lineamientos, sobre todo llegando el embalse de Hidrosogamoso; las vías entre Antioquia y la Costa Atlántica, especialmente en el sector de Puerto Valdivia, ya no tienen solución, y parte de la vía entre La Pintada y Manizales está muy mal; Todo, por desgracia, ocurre por la miopía estatal”.
Finalmente, y considerando que entre más se intervengan las montañas directamente más riesgos de derrumbes habrá, Ordóñez le apuesta a la construcción de vías modernas, más costosas, pero más confiables y con riesgos mínimos tanto en lo humano como en lo económico.
“Todas las carreteras en la cordillera de Los Andes deben ser construidas con túneles y viaductos y en lo posible evitar cortar las montañas; por ejemplo, la vía que va de Medellín a Santa Fe de Antioquia ya se está haciendo con viaductos, originalmente fue cortando montañas y eso era lleno de derrumbes. El ser humano y la ingeniería se pueden adaptar a las condiciones”.