Lo ocurrido en la noche del 17 y la madrugada del 18 de julio en la vereda Naranjal, en la jurisdicción del municipio de Quetame, en el departamento de Cundinamarca, es una verdadera tragedia. De lo que era la vereda, hoy prácticamente no queda nada.
Las torrenciales lluvias que iniciaron en horas de la tarde del lunes se incrementaron a tal punto que las quebradas Puerto Grande y Escaquetá tuvieron creciente súbitas, arrasando con todo lo que encontraron a su paso. A la vereda literalmente se la tragó el lodo.
En un recorrido en la zona, SEMANA pudo constatar la magnitud de la tragedia. Cerca de 25 viviendas desaparecieron por completo, no quedó nada en pie; en otras casas, solo son algunos los muros que aún permanecen arriba, pero en cualquier momento pueden derrumbarse.
La escuela, en donde muy seguramente estudiaban decenas de niños, sufrió fuertes afectaciones. Hoy parece más una piscina de lodo.
Pero además de la tristeza que están sufriendo los habitantes que vieron desaparecer años de esfuerzo por la inclemencia de la naturaleza, las mascotas, especialmente los perros, son la otra cara de la tragedia.
Personal de Bomberos y la Cruz Roja seccional Cundinamarca lograron rescatar a un perrito french poodle de una casa que quedó totalmente destruida y que se vino abajo por la voracidad de las aguas. El perro perdió a sus amos, la avalancha les quitó la vida.
Tras el rescate, el perro fue llevado hasta el peaje Naranjal, en la vía que comunica a Bogotá con Villavicencio. El canino, muy seguramente aturdido por todo lo que tuvo que haber vivido, tan solo tenía energía para echarse en el piso y mantener su cabeza erguida. Su cuerpo quedó totalmente enlodado y sus patas muy seguramente entumecidas.
Pero este french poodle no es el único que sobrevivió a la tragedia. En uno de los puntos más altos de la vereda o de lo que queda de la vereda Naranjal, también había otro perrito criollo, el cual estaba montado en las latas que quedaron de un carro que quedó hecho pedazos, totalmente enterrado bajo el lodo.
La mirada del perrito denotaba la tristeza y la desesperación que estaba viviendo. La fuerza de la naturaleza acabó con la que seguramente era su casa.
La magnitud de la tragedia
El peaje Naranjal, en el kilómetro 50, en la vía que de Bogotá comunica a Villavicencio, en el departamento del Meta, es el reflejo de las horas de horror y de tragedia que se vivieron en la noche del 17 y madrugada del 18 de julio en el municipio de Quetame, en el oriente de Cundinamarca, luego de que las torrenciales lluvias ocasionaron las crecientes súbitas de las quebradas Puerto Grande y Estaquecá.
Las lluvias que iniciaron en la tarde y primeras horas de la noche desembocaron en una de las peores tragedias que ha afectado a esta zona de la capital del país.
Allí, en el peaje y puente Naranjal, todo es desolación. Las grandes piedras y el lodo son el gran reflejo de la estruendosa avenida torrencial de la que algunos lamentablemente no pudieron escapar. El puente permanece totalmente cerrado, lo que impide el tránsito vehicular de la vía al Llano, en la que a diario se movilizan cientos de miles de vehículos.
Las casetas el peaje, al cargo de la Agencia Nacional de Infraestructura, permanecen cerradas, sin ninguno de los funcionarios prestando el servicio, y no es para menos, en este punto de la vía no se moviliza un solo vehículo.
Los únicos vehículos que hay, después de más 15 horas de ocurrida la tragedia, son las volquetas y maquinaria amarilla con la que los trabajadores de la concesión Coviandinia y de la Agencia Nacional de Infraestructura (ANI) hacen su mayor esfuerzo para revolcar y sacar de la vía las grandes piedras y lodo que cayó sobre la vía.
Un fiel reflejo de la magnitud de la tragedia que ocurrió en Quetame es un camión grúa de la ANI que prácticamente quedó enterrado bajo el lodo. Las llantas quedaron totalmente inmovilizadas. El carro se atascó por completo y a punta de pico y pala los trabajadores tratan de sacar el camión de nuevo a flote.
Son decenas de volquetas con toneladas de escombros, lodo y piedras las que han salido de lugar y aún continúan las labores.
En esta zona de la vía, por cualquier punto que se transite, el lodo literalmente se traga las pisadas. La marca del barro puede llegar fácilmente hasta la pantorrilla.
Pero esta zona de la vía al Llano muestra lo que fue el desenlace de la tragedia, pues el punto inicial ocurrió unos pocos kilómetros más arriba, en la vereda Naranjal, en donde las voraces aguas literalmente arrasaron con todo lo que encontraron a su paso. Decenas de viviendas afectadas, personas arrastradas, kilómetro abajo y hasta mascotas heridas, totalmente enlodadas, son el rostro de lo acontecido.
Al subir a la vereda todo es más desolador. La carretera se perdió por completo y el lugar parece una verdadera piscina de lodo. En la zona hay una humilde escuela, llamada también Naranjal. Aquí en donde centenares de niños deberían estar recibiendo clases, lo único que se observa es lodo, escombros, y hasta varios árboles caídos. La cancha de fútbol, en donde muy seguramente los estudiantes acostumbran a hacer deporte, está totalmente inundada de barro.
A pocos metros de la entrada de la escuela, hay un carro modelo Aveo rojo, tragado por el lodo. Muy seguramente las fuertes lluvias y la avalancha sorprendieron al conductor.
De ahí para arriba, el acceso es mucho más caótico, los Bomberos de Cundinamarca, con maquinaria amarilla, intentan escarbar y levantar cuanta cantidad de material sea posible.
En otro punto más arriba de la vía, una camioneta Jeep no corrió con la misma suerte del carro Aveo. La fuerza de la avalancha la lanzó a un pequeño precipicio y quedó totalmente enterrada junto a un criadero de pollos. Desde este punto se puede observar cómo las quebradas siguen lanzando agua kilómetros abajo.
Desde las paredes de la zona montañosa también se alcanzan a observar pequeños chorros de agua, los cuales en las últimas horas muy seguramente fueron mucho más fuertes.
Habitantes de esta vereda Naranjal son quienes lamentablemente pusieron las víctimas fatales. De acuerdo con el balance que ha entregado hasta el momento el gobernador de Cundinamarca, Nicolás García, la tragedia ya deja un saldo de al menos 11 personas fallecidas, entre las que se encuentran tres menores de edad. Todos los cuerpos ya fueron llevados hasta el hospital de Caqueza.
De momento la vereda Naranjal permanece prácticamente desolada. Las viviendas colapsaron, se vinieron abajo y lo único que hay son escombros y lodo por todos lados. Los únicos habitantes que permanecen en la zona son quienes entre el barro tratan de buscar a algunos de sus seres queridos.
“Es desolador, muy triste ver cómo quedó la vereda, esto parece un campo santo. El lodo arrasó con todo. El viento fue el que me alertó lo que iba a ocurrir. El viento soplaba bastante fuerte y alcancé a evacuar a mi esposa, a mis hijos y a mi suegra, por cuestión de minutos nos salvamos de ser arrastrados por la avalancha”, narró uno de los habitantes a SEMANA.
Por su parte, una mujer, con lágrimas en los ojos, totalmente desanimada, apenas logró gesticular unas cortas palabras para narrar el dolor que está sintiendo. “Lo perdí todo, perdí a mi familia. Mi mamá y mi papá no aparecen, este dolor es inmenso”, afirmó.
Lo que era la vía principal de la vereda ya no existe, desapareció por completo. Todo son rocas inmensas de varios metros de altura, lodo y escombros. En las casas algunos muros a duras penas quedaron en pie, pero en cualquier momento pueden venirse abajo, pues no son sostenibles.
Fueron cerca de 25 viviendas las que se desplomaron. El pequeño puente o paso que conectaba con el municipio de Guayabetal también se vino abajo. Aquí, hoy por hoy, solo hay lodo. Es así como una avenida torrencial acabó por completo con esta vereda y hoy todo es desolación.