El viernes, cuando le preguntaron en RCN Radio al presidente Iván Duque cómo calificaba, de uno a diez, su visita de trabajo a Washington, él no tuvo inconveniente en contestar tranquilamente “yo creo que un diez”. Y lo cierto es que, por la forma como las autoridades gringas compartieron sus puntos de vista sobre la crisis venezolana, por el conocimiento que demostró tener Duque de esa ciudad y porque se reunió con todos lo que tocaba, no es exagerado señalar que al presidente le salió redondo el viaje. La duda ahora es si la Casa Blanca se mantendrá firme en sus posturas, cuando quien la encabeza es un hombre tan impredecible y temperamental como Donald Trump. El Gobierno y el Congreso en Washington le dieron un respaldo total a la idea de que hay que intensificar la presión para que Nicolás Maduro se vaya. Así lo subrayó el propio Trump, que parece haber tenido muy buena química con Duque. El presidente gringo recibió a su huésped en la Casa Blanca junto al asesor de Seguridad Nacional, John Bolton –-el hombre de los “5.000 soldados para Colombia”, en la libreta amarilla y uno de los impulsores de la guerra en Irak de George W. Bush. Y dejó claro que para el caso de Venezuela todas las opciones abiertas siguen abiertas. Cuando los periodistas le preguntaron en la Oficina Oval si va a enviar tropas a Venezuela, respondió: “Ya veremos”. Y cuando le preguntaron si tiene un plan B en caso de que Maduro se atornille al poder, contestó: “Tengo un plan B, y un plan C, y un plan D, y un plan E, y un plan F. Soy flexible. Soy la persona más flexible que ha ocupado esta oficina”. Le recomendamos: Duque el nuevo mejor amigo de Trump Duque tuvo que salirle al paso a Trump solo cuando el inquilino de la Casa Blanca mencionó los cultivos de coca en Colombia y sugirió que al Gobierno le falta mucho por hacer. Entonces Duque debió meter la cucharada ante los reporteros. “En cuatro meses de gobierno, mi administración ha erradicado 60.000 hectáreas, más de lo erradicado en los ocho meses previos a mi toma de posesión”, dijo. Más allá de la cita con Trump, la agenda de Duque estuvo bien diseñada. El presidente se vio en el Congreso con la presidenta del Legislativo, la todopoderosa líder demócrata Nancy Pelosi, y con los miembros de los comités de Relaciones Exteriores y Apropiaciones. Se reunió con los empresarios en la Cámara de Comercio de Estados Unidos, donde condecoró al presidente de la entidad, Thomas J. Donohue. Habló ante cuatro de los más prestigiosos think tanks de la ciudad: el Wilson Center, el Diálogo Interamericano, el Centro para los Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS) y el Consejo para las Américas (COA). Participó en un conversatorio en el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) con su presidente, Luis Alberto Moreno. Dirigió una charla con estudiantes en la Universidad de Georgetown. Lo invitaron al comité editorial del diario The Washington Post y lo entrevistaron en FOX y en CNN, donde hizo gala de su inglés impecable y del conocimiento de la capital gringa, en la que vivió 14 años. Y no dejó de hablar con la comunidad colombiana. No es raro que a un presidente colombiano lo reciban con los brazos abiertos en Washington. Tras el bache de Ernesto Samper, que se quedó sin visa, “todos han sido bien tratados y por ambos partidos políticos”, le dijo a SEMANA Cynthia Arnson, directora del Programa de las Américas del Wilson Center. Andrés Pastrana y Bill Clinton se caían muy bien y pusieron en marcha el Plan Colombia. George W. Bush llegó a decirle en la Oficina Oval a Álvaro Uribe “I love you” y lo condecoró con la Medalla de la Libertad, uno de los máximos honores de Estados Unidos. Barack Obama le hizo en la Casa Blanca un lanzamiento de película al plan Paz Colombia de Juan Manuel Santos y estuvo dispuesto a reunirse con la cúpula de las Farc en La Habana para acelerar un acuerdo. Y ahora Trump le estrecha la mano a Duque y hasta le regala un marcador Sharpie que lleva su firma. Para Duque, habérsela jugado del todo con respecto a Venezuela delante de Trump no parece mal negocio, aunque sea muy arriesgado provocar a un hombre como Maduro, cuyos aviones de guerra solo podría usar contra Colombia. Pero esa política le da dividendos en las encuestas. Duque le salió al paso a Trump cuando este dijo que faltaba mucho por hacer frente a los cultivos de coca. El lío para el presidente, no obstante, es cómo confiar, en estas materias tan sensibles, en un hombre tan temperamental, tan impredecible y que dice tantas mentiras como Trump. El multimillonario neoyorkino cambia de parecer cada dos por tres y no tiene empacho en usar falsas verdades. Según The Washington Post, en un corte de cuentas el 21 de diciembre, el presidente había mentido o alterado los hechos 7.645 veces en 710 días de gobierno. ¿Le puede entonces creer Iván Duque? No es fácil, le dijo a SEMANA el presidente del Diálogo Interamericano, Michael Shifter. “Es cierto que la visita fue positiva. Es cierto que el presidente Duque transmitió un mensaje claro y que se reunió con diversos actores que tienen que ver con Colombia. La crisis en Venezuela dominó la agenda y, aunque es un aspecto crítico para Duque, entraña riesgos considerables. La ambigüedad de Trump sobre una posible intervención militar en Venezuela no le ayuda a Duque y puede debilitar la amplia coalición a favor de Juan Guaidó, el presidente interino. Y todo eso permite pensar que Duque deberá lidiar con un Trump impredecible y que el camino hacia adelante puede ser rocoso”, señaló. Algo parecido anota Arnson, para quien la buena diplomacia de Duque, que se traduce en el cerco diplomático a Maduro “contrasta con todas las opciones sobre la mesa de Trump”. Pero la delegación colombiana no solo centró su trabajo en Washington en la crisis en Venezuela. El ministro de Comercio, Industria y Turismo, José Manuel Restrepo, salió muy bien librado de la Casa Blanca luego de que el director del Consejo Económico de Trump, Larry Kudlow, se deshizo en elogios sobre las bondades que la nueva ley de financiamiento impulsada por el ministro de Hacienda, Alberto Carrasquilla, representa para los inversionistas extranjeros. También dedicó gran parte de su tiempo a que Estados Unidos permita más pronto de lo previsto la entrada de algunos productos colombianos, pues hay varios de carácter agrícola en cola, entre los cuales aparecen el pimentón, el melón, la sandía, el mango y el maracuyá. Restrepo quiere que Colombia pueda exportarlos antes de que transcurran los cuatro años previstos por Washington. Le sugerimos: Maduro reta a un cara a cara a Duque Restrepo también se embarcó en el asunto del etanol. Todo empezó porque el año pasado entraron al país más de 175 millones de litros de ese producto, supuestamente subsidiados desde Estados Unidos. Esa cantidad es diez veces mayor que lo que importó Colombia dos años antes y afectó miles de empleos en departamentos como el Valle, el Cauca, Risaralda y el Meta. Por esa razón el Ministerio de Comercio ha abierto una investigación y la disputa es de gobierno a gobierno. Y mientras todo esto pasaba, la polémica por el fracking surgía asimismo en la capital gringa, donde varias compañías estadounidenses se mostraron interesadas en esa actividad en caso de ser aprobada en Colombia. Según ellas, si recibiera luz verde a esa técnica de fracturamiento hidráulico para extraer hidrocarburos, las reservas de petróleo de Colombia podrían pasar de los dos millones de barriles de la actualidad a un total de cuatro millones y, en el mejor de los casos, a nueve millones de barriles, lo cual le daría un vuelco a la economía colombiana. Pero no hubo respuesta del entorno de Duque, toda vez que se trata de una iniciativa que no tiene el visto bueno de la ley. La visita, en fin, deja un mapa de ruta adecuado para una ‘relación especial’ entre Colombia y Estados Unidos, bajo las presidencias de Ivan Duque y Donald Trump. Como suele ocurrir, sin embargo, el balance final llegará en los meses por venir.