Con razón decían los sabios antiguos que la noche es más oscura cuando el amanecer se acerca. La semana comenzó con los peores presagios para el proceso de paz y termina con una sensación de calma. Al demoledor bombardeo contra el frente 29 de las FARC en Guapi, Cauca, en el que murieron 27 guerrilleros, se sumó la noticia de que entre los muertos estaban dos mandos de la insurgencia que había hecho parte de la delegación de La Habana: Jairo Martínez y Adán de Jesús García, alias Chaqueto. Martínez estuvo en Cuba el año pasado, sentado con el gobierno, ayudando a diseñar los acuerdos para la superación del problema de las drogas, y había regresado al país, según sus camaradas, para hacer pedagogía sobre el proceso de paz. El lunes la guerrilla recibía otro golpe mortal en el Chocó con el bombardeo que mató, entre otros, a Román Ruiz, comandante del frente 18 y miembro del estado mayor de esa organización. La sensación de que las lógicas de la guerra volvían a imponerse, en un momento en el que se debería estar aclimatando la paz, encendió todas las alarmas sobre el riesgo de una ruptura y llevó a que tanto el presidente Santos, como los delegados de la guerrilla se lanzaran algunos ramos de olivo. Santos pidió que se identificara a los combatientes muertos y sus cuerpos fueran entregados a sus familiares, en lugar de ser sepultados en tumbas anónimas, como suele ocurrir. Mientras tanto la guerrilla, en boca de Pablo Catatumbo y Pastor Alape, llamó a conjurar la guerra. En un comunicado, la delegación de las FARC ratificó su decisión de mantenerse en el proceso de paz y la necesidad de restablecer la confianza. La crisis hizo también que se empezara a hablar de la urgencia de un cese bilateral del fuego. Los dos países garantes del proceso, Cuba y Noruega, que hasta ahora habían sido testigos mudos del devenir del diálogo, expresaron su preocupación de que los hechos de guerra terminaran por enrarecer tanto el ambiente que se diera al traste con lo logrado hasta ahora. Y pidieron avanzar en “la adopción de un acuerdo para el cese bilateral definitivo del fuego y las hostilidades”. El cese bilateral, que ha sido denegado hasta ahora, en medio de la crisis se ha convertido en una opción necesaria –y por consiguiente viable–, hasta el punto que el propio presidente Santos ha pedido que se acelere la discusión sobre este punto. Un cese de esta naturaleza, contemplado para el final de la negociación, requiere un diseño minucioso. Este ya ha comenzado a hacerse en la subcomisión técnica del fin del conflicto, en la que están sentados militares y guerrilleros, de donde están saliendo medidas de confianza que parecen darle oxígeno a un proceso gravemente herido. Sobre el cese hasta ahora solo hay tanteos, puestas en común de ideas e imaginarios sobre cómo sería; y algunas coincidencias. Pero tomará tiempo llegar a un acuerdo sobre el mismo. Por el momento, la subcomisión avanza en la creación de confianza entre las partes. El viernes pasado se supo que el desminado humanitario ya comenzó en la vereda El Orejón, de Briceño, Antioquia. Este es un lugar donde según palabras de Humberto de la Calle hay más artefactos explosivos que habitantes. Allí varios guerrilleros, con mapas en mano, señalaron las zonas donde hay minas y los militares empezarán la limpieza, todo con el acompañamiento de Acción Popular Noruega. Como lo señaló Humberto de la Calle, lo crucial de esta primera jornada es que por cinco días guerrilleros y militares hayan estado trabajando juntos en pro de un objetivo humanitario. Algo nunca visto en Colombia. No obstante, el hecho más significativo de la semana provino de las FARC. En medio de golpes muy duros sobre sus hombres, los guerrilleros en La Habana adoptaron una actitud serena, y han puesto por encima de la humillación militar, y el dolor personal, la supervivencia del proceso de paz. Así lo expresa la carta que, en tono pausado y reflexivo, publicó Timochenko el viernes. En ella dice que “hoy lloramos nuestros muertos, del mismo modo que lloran los suyos nuestros adversarios”. En lugar de reproches al gobierno por los golpes recibidos, el máximo jefe de la insurgencia dice que “sin desconocer sus indecisiones, incoherencias y desaciertos es evidente que hay una campaña de desprestigio contra el gobierno de Santos, dirigida a debilitarlo y obligarlo a romper el proceso de paz”. También le da la bienvenida a Luis Carlos Villegas al Ministerio de Defensa, tanto como a María Ángela Holguín y Gonzalo Restrepo a la Mesa de diálogo. Que Timochenko asuma las riendas de su delegación y la vocería en un momento tan crítico ha sido inteligente y necesario. De hecho, observadores consideran que con la actuación de esta semana, las FARC han recuperado la ventaja moral, han ganado presencia política y han demostrado que irán hasta el final de este proceso. Lo trascendente de este intercambio de gestos, el de Santos anunciando que no habrá más guerrilleros N. N., y el de Timochenko reconociendo a sus adversarios, es que por primera vez desde ambos lados hay gestos de honor y de dignidad para con el enemigo. Y este es un punto de inflexión necesario en toda negociación que no se había logrado hasta ahora. Como dijo hace poco el escritor Sergio Ramírez, exguerrillero y exvicepresidente de Nicaragua, “si quieres la paz, prepárate para la paz”. Parte de esa preparación es abandonar la lógica de la guerra; la idea de deslegitimar y vencer al otro incluso en el lenguaje. Según los expertos, las mesas de conversaciones llegan a un estado de madurez cuando quienes están a un lado y otro de ella entienden que tienen un objetivo común, y protegen mancomunadamente lo que han logrado, sobre todo de quienes dentro de sus propias filas buscan actuaciones extremas. Esa madurez empezó a sentirse esta semana, cuando, paradójicamente, el proceso atravesaba la peor crisis. ¿Qué sigue? Pero que se hable desde ya del cese bilateral no quiere decir que esté a la vuelta de la esquina; que haya gestos de honor, no quiere decir que dejen de ocurrir hechos de guerra que dañen la confianza; y que empiece el desminado tampoco significa que el proceso tenga la velocidad que necesita. Los aspectos sustantivos, como el de justicia, siguen empantanados y requieren todavía de muchas vueltas. Este ciclo de conversaciones, que debería terminar el domingo, se prolongará hasta el 4 de junio, con la aspiración de que se pueda llegar a un acuerdo para crear una comisión de la verdad o en todo caso a un mecanismo de esclarecimiento sobre el conflicto. Si se logra, este sería el primer capítulo del acuerdo sobre el espinoso tema de las víctimas en el que la Mesa lleva un año de trabajo. Luego tendrían que empezar a discutir sobre tribunales, justicia y castigo. Temas que tocan las fibras sensibles del honor y la dignidad de los combatientes; de su futuro político, y del necesario reconocimiento de los horrores cometidos durante la guerra.