Los académicos no tienen claro si Colombia pasa por un proceso de polarización política de mediano plazo o simplemente por una radicalización de posiciones ligada a la coyuntura y derivada de la competencia electoral. En todo caso, en el terreno de las redes sociales, esas posiciones se han convertido cada vez más en ataques entre quienes están en diferentes orillas del espectro político. Ni siquiera los del centro escapan de los ataques: despectivamente los califican de ‘tibios’.
Sin la intención de llegar a un consenso político, pero sí con el interés de pensar la forma como los protagonistas de la política se relacionan entre sí, SEMANA y la plataforma Diálogos Improbables invitaron a un grupo de políticos (congresistas, concejales), periodistas y activistas con influencia en las redes, a discutir acerca de las maneras de mejorar la convivencia en las redes sociales. Figuras de todos los sectores argumentaron sobre ese tema, pero también coincidieron en identificar algunas de las consecuencias que para la política ha tenido el auge digital. Algunas democráticas, otras no tanto. Hablaron de audiencias, estrategias y sentimientos frente a Facebook y Twitter, y llegaron a conclusiones válidas para mejorar su convivencia. “No es lo mismo hablar a través de un mensaje que permite más licencias, que vernos en el Congreso, cara a cara, donde los comportamientos exigen formas más civilizadas”, aseguró el representante Samuel Hoyos, precandidato del Centro Democrático a la alcaldía. Puede leer: Colombia, el tercer país con peor comportamiento en internet, según Microsoft y la Dijín Moderó el ejercicio Diego Bautista, de Diálogos Improbables, quien ha sentado en una misma mesa a exparamilitares y víctimas; líderes sociales y representantes del Gobierno; ganaderos y campesinos y múltiples sectores inicialmente considerados antagónicos. La plataforma es una iniciativa de la sociedad civil que, en escenarios de transición, promueve acercamientos entre actores representativos de intereses políticos, económicos y sociales diversos y opuestos. Lo hace alrededor de dos temas: la convivencia social y democrática, por un lado, y el trámite de los conflictos derivados del desarrollo económico y social, por el otro.
Diego Bautista, coordinador de la plataforma Diálogos Improbables. Al encuentro asistieron los representantes a la Cámara María José Pizarro (Progresistas) y Samuel Hoyos (Centro Democrático), los senadores Angélica Lozano (Alianza Verde) y David Barguil (Partido Conservador), el exsenador Carlos Fernando Galán; el exministro Juan Fernando Cristo; el exviceministro Luis Ernesto Gómez (movimiento Activista), el concejal del Polo Democrático Manuel Sarmiento; los periodistas Hassan Nassar y Daniel Pacheco, los activistas María Fernanda Carrascal y Diego Laserna, el publicista Carlos Duque, el tuitero @MeDicenWally, el exdirector de la Filarmónica de Bogotá David García y la exgerenta de la campaña de Gustavo Petro, Blanca Durán. El diálogo comenzó con la pregunta por el impacto de las redes en el debate público: ¿lo que aparece en ellas refleja lo que piensa la sociedad? ¿Sus temas se traducen en preocupaciones colectivas? ¿Están sobredimensionados? ¿Se convierten en tensiones sociales? Al periodista Hassan Nassar lo reconocen en Twitter por sus posiciones críticas frente a algunos aspectos del acuerdo de paz con las Farc, en muchos casos coincidentes con el uribismo. Nassar argumentó que las redes sí tienen impacto, pero no tan tan grande como se piensa. “El mundo en las redes no es el mismo de la calle”, aseguró. Con él coincidió, desde otra orilla, la senadora Angélica Lozano, quien además trajo a la discusión otras tres inquietudes. La primera que, según su perspectiva, los medios de comunicación tradicionales magnifican lo que dicen las redes. Estas sirven de fuente de información y el radio, la prensa y la televisión “sacan los temas de ahí”. Eso magnifica discusiones que se presentan en un tono fuerte, y hace que “las peleas entre figuras y tuiteros adquieran tanto protagonismo”. Para ella, “las tensiones no provienen de una polarización digital, sino del nivel de agresión que las redes permiten”. Con esas intervenciones, la discusión giró hacia el tema de las tendencias. Los asistentes al encuentro concidieron en cuestionar la espontaneidad de las discusiones en el mundo digital. Dicen que si bien en él los ciudadanos exponen sus preocupaciones aisladamente, el fenómeno de los bots contamina las discusiones e impide determinar cuáles asuntos responden a preocupaciones auténticas y cuáles están sobredimensionados. Un bot (derivado de la palabra robot), es un programa dirigido a hacer tareas repetitivas por internet. En términos de redes, los bots ‘retuitean’, ‘dan likes’ o reproducen contenidos específicos hasta crear tendencias. Los bots operan desde centros informáticos –a veces un solo computador— popularmente conocidos como bodegas. “Más allá de si las discusiones tienen un trasfondo o no, quienes cubrimos las redes tenemos que tener en cuenta que muchas veces esas tendencias son construidas. Pero, también, que son un mecanismo muy poderoso. Un trino, hoy en día, tiene a veces más impacto que lo dicho un programa de opinión”, aseguró Nassar. Puede interesarle: Cómo detectar un "bot" en Twitter o Facebook en 3 sencillos pasos Esa idea tiene que ver con otra planteada desde el periodismo por Daniel Pacheco, director del programa Zona Franca al abrir el debate sobre la relación de la prensa con Twitter. Pacheco se cuestionó hasta qué punto influye el contenido de las redes en las historias que construyen los periodistas. “¿Qué tanto recogemos lo que ocurre en ese lugar y lo convertimos en parte de la agenda pública a partir de los medios masivos?”, dijo. No en vano hubo consenso en que las peleas a trinos entre personajes de la política se han vuelto cada vez más mediáticas. Es el caso de la reciente discusión entre Claudia Gurisatti y Gustavo Petro, en la que ambos se descalificaron mutuamente. Esa disputa derivó en otro aspecto relacionado con lo que pasa en las redes y las regiones. En general, los participantes estuvieron de acuerdo en que los temas tendencia y los tópicos digitales tienen que ver con una visión centralista del poder. Por un lado, porque según los asistentes en las regiones los medios de difusión masiva tienen probablemente más relevancia en definir los temas políticos. Y porque las dinámicas de la conversación digital tienen más fuerza en los grandes centros urbanos. Pero los senadores acotaron que, en muchos casos, también se conectan con lo regional a través de las redes. “La defensa de Santurbán, por ejemplo, nunca habría tenido tanta incidencia política si no hubiera sido por ellas”, acotó Lozano. Lo mismo ocurrió con temas como el de la muerte por desnutrición de niños en La Guajira y las imágenes del bajísimo nivel del río Cauca de la semana pasada. ¿Las redes polarizan? Hubo consenso afirmativo en que a los políticos los insultan, pongan lo que pongan. Para el publicista Carlos Duque, más que conversaciones, en las redes circulan declaraciones. Sin embargo, otros acotaron que todo depende de las audiencias que siga cada usuario. En Colombia, los uribistas suelen seguir a los uribistas, los petristas a los petristas, y cada uno a sus referentes. Ese esquema de nichos, sumado a lo que Blanca Durán denominó la ‘sensación de tribu’ que implica tener seguidores propios, potencia una especie de ira política. “Las agresiones, o al menos hablar duro, generan seguidores. Eso se asume como rentable”, asegura. Con ella coincide María José Pizarro, para quien resulta evidente que en ocasiones esos ataques provocados por alguien que quiere ser ‘popular’ en Twitter se traducen en acciones en la calle. “A veces la gente indignada desde lo digital y encendida de ira contra una persona que tiene una visión opuesta en el mundo, puede envalentonarse y cometer actos violentos. Eso me preocupa. Hay gente que, por ejemplo, descalifica a los líderes sociales, o trata a determinados políticos como asesinos. A mí me dicen todo el tiempo ‘guerrillera hija de guerrillero’, y nunca he usado un arma”.
Las redes han permitdo que los políticos asuman posturas de frente y que ser ‘de derecha’ o ‘de izquierda’, deje de ser un estigma. Así lo creen. Samuel Hoyos cree algo similar. Pero admite con cierta culpa que las dinámicas de Twitter a veces “han sacado lo más camorrero” que hay en él. Sin embargo, coincide con otros en afirmar que la polarización en sí no es mala. Y que las redes han permitido acabar con cierta hipocresía: el que es de derecha es de derecha, y el que es de izquierda, lo asume con tranquilidad. Por eso es común encontrar en los perfiles de muchos usuarios autodefiniciones como “derechoso”, “tibio”, “mamerto”. El exviceministro Luis Ernesto Gómez tiene una visión menos negativa de las interacciones digitales. Cree que las redes son una plataforma, ante todo, democrática. “Le dan voz a quien no tiene voz”, dice. Sin embargo, coincide con todos en que se deberían regir por las mismas normas sociales. El exministro Juan Fernando Cristo cree algo similar, pues para él las minorías tienen un megáfono en el mundo digital. Y va más allá, al señalar que las redes sociales cambiaron el modo de hacer política, en lo que coincide el senador conservador David Barguil. “En las regiones a veces un ‘tuitero’ tiene un mayor efecto multiplicador que el que puede tener una emisora local”. Puede leer: La falsa noticia de un doble homicidio que indignó a los caleños El concejal del Polo Manuel Sarmiento y Barguil coinciden frente a esa democratización, en que contar con ciudadanos con capacidad de hacerse oír es democrátco, pero también tiene sus riesgos. En la medida en que la opinión general no siempre está calificada en temas relacionados con la política, suelen aparecer personas que distorsionan la verdad de lo que sucede con determinados proyectos e iniciativas, o que reproducen cadenas falsas. Eso sucede sobre todo en campaña. Como ejemplo recordaron la cadena de WhastApp que decía que Roy Barreras presentaría un proyecto para que los pensionados aportaran recursos a los reincorporados en el acuerdo de paz. Las redes, para ellos, no pueden equipararse a medios de información porque no cuentan con la rigurosidad del periodismo.
Varios anotaron que, para hacer política a nivel regional, las redes a veces se han vuelto más importantes que los medios locales. Finalmente, desde la perspectiva de los activistas, como María Fernanda Carrascal y David García, las redes sirven para plantear temas políticos que a veces no suenan tanto en medios tradicionales. Según ellos, ocasiones como la marcha contra el fiscal sonaron gracias a Twitter, Instagram y Facebook y casi no tuvieron relevancia en las agendas de los medios tradicionales. Es difícil poner reglas de comportamiento a las redes sociales. En últimas, son un espacio de libertad. Pero sí hay que valorar la manera como los ciudadanos y los tomadores de decisiones se acercan a ellas para enterarse de la agenda pública y participar en política. En eso coincidieron los participantes en este diálogo de improbables. Los actores políticos e influenciadores no tienen claro qué tanto las redes pueden o no construir legitimidad, fortalecer nuevos liderazgos o facilitar consensos. Pero todos creen que bajarle el tono en el mundo digital al lenguaje en vivo y en directo es un imperativo en un contexto de posiciones tan radicalizadas y en un país que busca superar la página de la violencia. A eso se comprometieron.