Eran amigos desde pequeños. Julián* no dejó de verse con Diego Felipe Becerra, a pesar de que ya no vivían en el mismo barrio. Por eso, la cita del viernes pasado estaba planeada con anterioridad. “Quedamos de vernos por la tarde, le dije que me tuviera almuerzo. Y así fue, cuando llegué a su casa me tenía arroz, carne y papas”, cuenta Julián, el amigo de Diego que, junto a otros dos jóvenes, estuvo con él la noche en que un policía le disparó. El plan para el viernes, después de las seis de la tarde, era claro: pintar con aerosol algunas paredes del barrio Pontevedra (en el norte de Bogotá). Y aunque alcanzaron a rayar varios muros, el final de la noche no fue, para ninguno de los jóvenes, lo que esperaban. “Nos fuimos caminando, los tres, por la Avenida Boyacá. La idea era hacer grafitis por el camino. En el recorrido compramos algo de tomar (whisky) para el frío, pero no nos emborrachamos, ni siquiera estábamos prendidos”, contó Julián a Semana.com. Sobre las diez de la noche y mientras Diego intentaba dejar, una vez más, su trazó en una pared apareció una patrulla de la policía. Estaban en ese momento en la Avenida Boyacá con 116. “Cuando los vimos empezamos a correr. Yo perdí de vista a la niña y al otro muchacho que iba con nosotros, pero no a Diego”, aseguró.  Estaban asustados. “Creíamos que lo peor que podría pasar era que terminamos en un CAI o en la UPJ”, cuenta el joven, de 16 años. Por eso cuando Julián escuchó un disparo frenó en seco. Un uniformado se le acercó y lo requisó. Él no se resistió. Luego vio que a Diego, su amigo, lo traía un policía agarrado de la camisa. “Él (Diego) le decía que me dejara, que yo no estaba haciendo nada. Estaba muy preocupado por mí”, contó. Diego intentó escaparse. Corrió. Y sonó otro disparo. Julián, quien iba unos pasos adelante, volteó a mirar y ahí estaba Diego, con un balazo en la parte baja de la espalda. “Decía que no sentía las piernas, que llamara a su mamá (...) Yo de inmediato le pregunté al policía por qué lo había hecho”, señaló el testigo, el amigo. Lo que vino después fue confusión. “El policía estaba nervioso, había un celador también ahí que auxilió a Diego. Apareció un carro en la vía que se ofreció a llevarlo a la clínica, lo subieron y con él (Diego) se fue también el policía, a quien le entregué el celular de Diego para poder comunicarme luego y saber cómo estaba”. Julián llamó al papá de Diego. Llegó 20 minutos después, en el camino a la clínica marcó al teléfono que le había dejado al policía. Primero le contestaron y le colgaron, después sonaba apagado. “Al llegar a la urgencias vi a muchos policías, reconocí al que había disparado. Le pregunté ¿fue usted el que disparó? Y otro de ellos me respondió ¿Y si fue él, qué?”, recuerda el joven. Según el parte médico Diego ingresó allí con dos orificios por arma de fuego. Uno en el hombro izquierdo y otro en la región toracolumbar. Murió, aunque intentaron reanimarlo por cerca de 25 minutos. Para Julián no es claro en qué momento se produjo el segundo disparo contra su amigo. Si bien recuerda que antes de escuchar el que le dio en la pierna, oyó otro, está seguro de que ese primer disparo no afectó a Diego. La historia no terminó ahí. Para la familia de los jóvenes hasta ahora empieza. Las preguntas que dicen tener son muchas. Las autoridades aseguran que los jóvenes intentaron robar a los pasajeros de un bus. El comandante de la Policía de Bogotá, general Francisco Patiño, en diálogo con la FM dio la versión que la institución maneja de los hechos. Aseguró que la línea 123 recibió una llamada en la que alertaban sobre un robo en un bus, por lo que la patrulla que estaba más cerca atendió el llamado. Patiño señaló que en la patrulla iban dos policías, uno que conducía y el otro que hizo la persecución, este último fue el que disparó, según el comandante, porque “parecía que el joven iba a dispararle”. Las dudas que tienen la familia son muchas, “¿por qué si el joven le iba a disparar estaba de espaldas?, ¿por qué si supuestamente estaban robando no capturaron a los otros dos jóvenes, sobre todo cuando uno de ellos fue hasta la clínica y estuvo frente a frente a la policía?, ¿por qué no se ha sabido nada de los pasajeros del supuesto bus que intentaron robar?”. Mientras el caso se revuelve, la investigación la adelanta la Fiscalía General de la Nación."Por transparencia hemos dejado en manos de la Fiscalía la investigación de este caso, y al interior de la institución también desarrollaremos las investigaciones disciplinarias necesarias para esclarecer este caso", indicó el general Patiño a Caracol Radio, en donde además aseguró que la institución ya tiene identificado al efectivo involucrado en el hecho, y que fue retirado del servicio de vigilancia mientras se encuentre en curso la investigación. "En este momento el agente se encuentra desarrollando actividades de carácter administrativo con el fin de que no exista ningún tipo de tropiezo en el proceso", aseguró. La familia y amigos de Diego en medio de su dolor piden que se aclare el hecho, ruegan para que el nombre del joven quede limpio. “Él no era ningún delincuente, él tenía lo que necesitaba, no tenía necesidad de robar, ni de hacerle daño a nadie”, dijo en la funeraria uno de sus compañeros de colegio. Pero no solo las personas cercanas a la víctima piden claridad. También lo hizo el vicepresidente Angelino Garzón, quien puso a disposición de las autoridades su propio esquema de seguridad de la policía para que ubiquen a los testigos de la muerte de Diego. “Le he pedido a mi equipo de seguridad de la Policía que trate de ubicar al chofer de la buseta, que es fundamental porque al final y al cabo la buseta no la maneja un fantasma”, afirmó el vicepresidente. *Nombre cambiado por ser menor de edad.