SEMANA: Algunos llaman estas protestas la “primavera latinoamericana”¿Cómo interpreta este estallido simultáneo? José Palma: En primer lugar, creo que las causas de cada estallido social tienen factores diferentes. La primavera árabe abogó por mayor participación democrática y garantía de los derechos individuales, en regímenes altamente autoritarios y clericales. En el caso de Latinoamérica, con todas las dificultades que puedan haber, los países con estados democráticos han logrado darle estabilidad y gobernabilidad a sus países, junto con asentar políticas de acuerdo y de largo plazo. Justamente, consecuencia de eso, es que hoy hay una ciudadanía más educada, empoderada y más exigente de sus derechos. SEMANA: ¿Cree que hay un efecto espejo propiciado por lo que ha pasado en lugares tan lejanos como Hong Kong o Francia? J.P.: Sí, creo que la gente ve lo que sucede en otros países e imita estos movimientos para lograr resultados a sus propios fines. Pienso que hay ciudadanos más empoderados, dispuestos a demandar mejores condiciones de vida, protección de sus derechos sociales.
SEMANA: ¿Cuáles son los denominadores comunes de Chile y Colombia? J.P.: En cada país obedecen a causas diferentes, pero se podría distinguir un punto en común, la ineficacia de las democracias en mejorar la redistribución del gasto, para que esos ingresos que percibe el Estado vayan directamente a mejorar las condiciones de vida de las personas, sea en sus salarios, transporte, vivienda, salud o pensión. Sea por causas como corrupción, ineficiente administración de los recursos públicos o pobres políticas públicas, en la práctica, parte de esos recursos no llegan directamente a las personas.
En Chile ardió Troya cuando el Gobierno elevó el valor del pasaje del metro. Pero detrás de ello había un descontento con la desigualdad, y con la Constitución de la dictadura. SEMANA: Según varios expertos, uno de los factores que influyó en este estallido es el miedo de una clase media que salió de la pobreza, a volver a ella. ¿Está de acuerdo con este argumento? J.P.: Es posible, aunque pienso que una de las causas de las movilizaciones también está en el descontento por la deficiente gestión de los recursos públicos, la corrupción y la falta de protección de los derechos humanos.Los estados se han llenado de regulaciones, burocracia, de políticas sociales mal focalizadas o elaboradas, en algunos casos, capturadas por la clase política para fines propios, que han impedido que haya una redistribución del gasto más efectiva. SEMANA: Los estudiantes chilenos llevan más de seis meses movilizándose para reclamar educación pública y gratuita de calidad. Estudiantes colombianos de universidades públicas están en huelga desde el 12 de octubre. De hecho el portavoz de la Mesa Amplia Nacional Estudiantil, Jairo Rivera dijo que “se está generando un movimiento continental en defensa de la educación como derecho”. J.P.: Mi percepción en el caso de Chile y en esta última movilización, es que también los jóvenes marchan representando a sus familiares y cercanos, reclamando por mejoras en las pensiones, atención de salud y mejores salarios. Aunque también, algunos han sido manipulados por grupos violentos para generar saqueos y desmanes.
SEMANA: ¿Cuáles son los posibles escenarios en los que pueden derivar ambos casos? J.P.: La capacidad de los gobiernos y parlamentarios de escuchar y lograr acuerdos sociales de largo plazo será clave para determinar cómo avanzan los hechos, aunque las soluciones en ambos casos son distintas. La realidad de Chile y Colombia, es diferente. La base del desarrollo de Chile, desde hace más de 40 años, ha estado en un modelo de economía de libre mercado, que ha incorporado al comercio, las inversiones, la infraestructura y el emprendimiento, como también al régimen pensional, de salud, transporte y a los servicios públicos domiciliarios, como energía, agua, gas y recolección de residuos. Colombia, en cambio, desde la Constitución de 1991 abrió la puerta al sector privado a los derechos básicos, como en salud, pensión y servicios, pero manteniendo o creando también un régimen público, solidario o regulado, paralelo al privado, que a pesar de todas las dificultades que ha tenido, ha logrado resultados exitosos. Un ejemplo que siempre destaco de Colombia, fue la Ley 142 de 1994, que estableció la estratificación socioeconómica de los servicios públicos, para que los estratos altos subsidien a los más bajos. Este modelo, por ejemplo, no existe en Chile. No hay diferencia por estratos y la tarifa es similar en las familias con altos y bajos ingresos. Aquí hay un interesante caso que Chile podría estudiar y seguir de Colombia. SEMANA: En Colombia algunos sectores políticos han intentado politizar las protestas. ¿Ha pasado esto en Chile? J.P.: En Chile también. Una de las características comunes es que se trata de un movimiento ciudadano y no político. En Chile, la clase política de izquierda intentó apropiarse de la agenda social pero no lograron muchos resultados, ya que las demandas no han sido para derrocar al Gobierno ni al presidente, sino para que los políticos tomen acción y hagan propuestas concretas que lleguen a la gente y mejoren su calidad de vida e ingresos.
SEMANA: El expresidente Álvaro Uribe dice que las protestas “forman parte de una estrategia del Foro de Sao Paulo para desestabilizar a las democracias en América Latina”. Pero algunos analistas señalan que este nunca ha logrado reunir tanta fuerza e importancia para influir en la región. ¿Con cuál argumento está de acuerdo y por qué? J.P.: Es claro que el reclamo social y ciudadano, legítimo y pacífico, ha estado acompañado también por movimientos organizados desde afuera o internamente, para generar violencia, vandalismo y destrucción. En especial en Chile. La pregunta es por qué ha sido tan fácil para estos grupos ejercer tanta violencia saqueos a supermercados o desmanes contra locales y personas en el país austral. La razón es que los 17 años de dictadura militar en Chile y de varios juicios y sentencias por violaciones a los derechos humanos, pocos políticos y miembros de las Fuerzas Militares y Carabineros (Policía) han querido asumir la responsabilidad, principalmente penal, de los excesos que se puedan cometer, al resguardar el orden público y la seguridad. Estos grupos violentos organizados conocen esta debilidad y la han aprovechado.
SEMANA: En Chile y en Colombia las protestas denotan la insatisfacción con la democracia, ¿está la democracia en peligro? J.P.: La democracia no creo que esté en peligro pero sí se hace difícil la gobernalidad, si el éxito o el crecimiento económico de países abundantes en recursos naturales como Chile o Colombia, no llegan a las personas. Es necesario hacer una reingeniería profunda en los modelos de administración y gestión pública para optimizar el acceso a mejores condiciones de vida a las personas de bajos ingresos o en informalidad.