Dos disidentes de las Farc habrían participado en un atentado en contra de Rodrigo Londoño. El ataque fue frustrado por las autoridades quienes creen que detrás del plan estaría alias el Paisa. Según la información preliminar, el atentado iba a ejecutarse entre el Valle del Cauca y Quindío.  Tras una reunión que sostuvo en Armenia con la ministra del Interior, Nancy Patricia Gutiérrez, el director de la Policía Nacional, general Óscar Atehortúa, confirmó que en el operativo dos miembros de una célula terrorista al mando de alias el Paisa fueron neutralizados.  En agosto del año pasado, Iván Márquez le anunció al mundo que se rearmaba para refundar una guerrilla. A su lado estaban nada menos que el Paisa y Jesús Santrich. En un mensaje leído supuestamente en medio de la selva del Inírida, Márquez aseguró que retomaba la lucha armada. "Una nueva modalidad operativa conocerá el Estado. Solo responderemos a la ofensiva. No vamos a seguir matándonos entre hermanos de clase para que una oligarquía descarada continúe manipulando nuestro destino". Márquez, rodeado de hombres y mujeres uniformados, dijo que el volver a las armas era una respuesta al Estado por la traición a los acuerdos de paz firmados en La Habana. "Anunciamos al mundo que ha comenzado la segunda Marquetalia (lugar de origen de las Farc) bajo el amparo del derecho universal que asiste a todos los pueblos del mundo de levantarse en armas contra la opresión". En ese momento, Londoño, jefe del partido de la Farc, aseguró que él seguía firme con el proceso de paz y le dijo a SEMANA que: "Desde luego que los primeros responsables de la decisión de rearmarse son quienes la adoptaron". La historia que llevó a la ruptura en la Farc La gota que rebosó la copa de las tensiones en el seno de la Farc llegó en mayo del año pasado, cuando Márquez afirmó en un mensaje que haber entregado las armas había sido un error. Para Londoño, estas declaraciones volvieron insostenible el papel que desde la clandestinidad asumió el exjefe del equipo negociador, quien se ha resistido a presentarse a la Justicia Especial para la Paz (JEP). La revolución epistolar de Márquez se convirtió en una carga que le está haciendo mucho daño al naciente partido, y era necesario frenarla de raíz. La fractura al interior del partido de la Farc era un secreto a voces. Días después de la demoledora carta que hizo pública Iván Márquez reconociendo que “fue un grave error haber entregado las armas”, Rodrigo Londoño, antes Timochenko, tomó el toro por los cuernos y aseguró que "debe reconocer la necesidad de marcar distancias con ellos". A través de una carta, el máximo representante del partido político que surgió fruto de los acuerdos, le recuerda a Márquez y a los excombatientes que están a su lado los compromisos que adquirieron, los errores que cometieron y el costo que viene pagando la Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común por "haberse ido sin ninguna explicación".  "Desafortunadamente Iván no percibió la dimensión del puesto que nuestra larga lucha lo llevó a ocupar. Se fue, sin ningún tipo de explicación, y se negó a ocupar su curul en el Senado, dejando acéfala nuestra representación parlamentaria en el momento que más requería su presencia", le dijo. Las diferencias entre Londoño y Márquez no son nuevas. Algunos consideran que comenzaron hace unas dos décadas, cuando las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc) empezaron a sufrir una silenciosa fractura entre dos bandos. En esa época, el liderazgo de Manuel Marulanda Vélez controlaba esa situación. Por un lado, estaba el ala guerrerista militar, con el propio Tirofijo, Raúl Reyes, el Mono Jojoy y Márquez, a la cabeza. Por el otro, el ala más política y académica, liderada por Jacobo Arenas, Alfonso Cano y Timochenko. En los años ochenta se presentó un relevo en el secretariado de las Farc, la máxima instancia de poder de ese grupo guerrillero. Esto permitió el ingreso, primero de Cano y, luego, de Reyes. Sin embargo, Cano quedó como tercero en la línea de mando después de Tirofijo y Jacobo Arenas. Los críticos de Cano lo acusaban de no haber hecho una larga carrera guerrerista en ningún frente, también de no demostrar su talante en combates con la fuerza pública. Había llegado directamente de Bogotá a La Uribe (Meta), donde funcionaba la sede política de las Farc, conocida como Casa Verde. Reyes, que siempre creyó que él y no Cano debía ser el sucesor natural de los comandantes históricos, se alió con Márquez, quien había llegado al monte huyendo del exterminio de la UP. Los dos, con el tiempo, conspiraron para tratar de convencer a Marulanda de cambiar el orden de sucesión y dejar en claro quién lo iba a reemplazar, convencidos de que escogería a Reyes.

En los años de Casa Verde, Timochenko, que ingresó de 17 años a las Farc en 1976, estaba a cargo de la seguridad de esa zona y empezó a tener afinidad con Arenas y Cano. Pronto se ganó la confianza del secretariado, al que ingresó diez años después. Sin importar que fuera el miembro más joven de la cúpula, le asignaron la misión de expandirse por el país por medio de bloques guerrilleros. Junto con el Mono Jojoy, creó el Bloque Oriental, considerado la máquina de guerra más poderosa de las Farc. Entretanto, Márquez reemplazó en el secretariado a Jacobo Arenas, tras su muerte en 1990, y entró con ganas de ascender rápido en la línea de mando. Con la estructura de bloques lanzada a inicios de la década de los noventa en la VIII Conferencia Guerrillera, las dos alas de las Farc se fortalecieron. Cada bloque se convirtió en un feudo de los comandantes, pero rendían obediencia y cuentas al Estado Mayor. Esto funcionó, al punto de poner al país al borde del mito de ser un Estado fallido. Sin embargo, el Plan Colombia, la política de Seguridad Democrática de Álvaro Uribe y el Plan Patriota cortaron la comunicación entre los bloques. Esto, finalmente, acentuó las corrientes y personalismos que venían formándose en las Farc. Márquez consolidó su poder en el Caribe y, con la muerte de Reyes, asumió su papel al frente de la Comisión Internacional de las Farc. En ese nuevo cargo conoció a reconocidas figuras de tendencia trotskista del continente como Jorge Berstein, Iñaki Gil de San Vicente y el dominicano Narciso Isa Conde, que radicalizaron su pensamiento. Rápidamente, él y quienes lo rodeaban como Santrich comenzaron a alejarse de las posturas tradicionales de las Farc. Desde ese momento, el ala encabezada por Iván Márquez quedó convencida de la llegada de una inminente revolución mundial anticapitalista y socialista, en la que las Farc estaban llamadas a participar como grupo armado. Timochenko parte cobijas con Iván Márquez Iniciada la fase exploratoria de las negociaciones, un hecho bastante anecdótico evidenció el alejamiento de Márquez y su combo. Un charlatán les aseguró a Iván Márquez y a Santrich que los huesos de Simón Bolívar no estaban en Caracas, sino en Colombia. Ellos, convencidos de la información del supuesto médium, hicieron una expedición sin consultarle al Estado Mayor. La molestia de las Farc radicó en que le hubieran creído al espiritista semejante cuento, a pesar de que sí hallaron una osamenta que custodiaron celosamente. Después de que Timochenko resistió en la década de 2000 la avanzada paramilitar en el sur de Bolívar, se convirtió por orden jerárquico en el máximo jefe de las Farc tras la muerte de Cano. El nuevo comandante tenía la difícil tarea de decidir si continuaba los acercamientos iniciados por su predecesor con el Gobierno, en busca de una salida negociada al conflicto. Dentro de las consultas, Márquez le envió una dura carta en la que le decía que tenía que ponerse los pantalones y tomar una decisión como máximo jefe, sin consultarlo tanto. Este asunto generó fricciones entre ambos comandantes. Finalmente, en contra de los guerreristas, Timochenko decidió continuar las exploraciones y en una medida estratégica, nombró a Márquez jefe del equipo negociador. Era una forma de poner a prueba la subordinación de este y evitar que quienes no creían en los diálogos se reorganizaran y fundaran una disidencia armada, lo que habría frustrado la firma de cualquier acuerdo.