El movimiento estudiantil está en aprietos. Después de firmar el acuerdo con el presidente Iván Duque el 14 de diciembre, algunos estudiantes criticaron la decisión de sus representantes. En su momento, solo habían hecho sentir sus objeciones mediante las redes sociales, en las que, inconformes, aseguraron que continuarían en paro. Este año, sus diferencias internas se hicieron más evidentes. La Unión Nacional de Estudiantes de Educación Superior (Unees), plataforma que reúne a más de 400.000 alumnos, convocó a una manifestación que se llevará a cabo el próximo 17 de enero, sin consultar a los otros grupos que firmaron el acuerdo: la Asociación Colombiana de Representantes Estudiantiles (Acrees) y la Federación Nacional de Representantes Estudiantiles de Educación Superior (Fenares). Según Andrés Gómez, estudiante de Ingeniería Eléctrica de la Universidad Tecnológica de Pereira y vocero de la Unees, la manifestación, que se hará en todo el país, busca exigir el desmonte del Esmad, pero también hay una intención política. Explica que la marcha es un claro mensaje para la opinión pública sobre su lucha por la educación, que no termina a pesar de haber llegado a un acuerdo con el Gobierno. Puede leer: Comienza la batalla del referendo por la educación superior gratuita Aunque en un principio los estudiantes sortearon sus diferencias políticas y unificaron sus exigencias para concretar una mesa de diálogo con el gobierno, hoy esa conciliación ideológica parece no estar funcionando. Según un vocero de la Unees, que prefirió no revelar su nombre, todo empezó cuando los representantes firmaron el acuerdo sin presentarlo antes a las 32 universidades públicas. Eso significó una traición para algunos integrantes de esa plataforma. En este caso, Álex Flórez, presidente de Fenares, explica que era imposible que los estudiantes conocieran lo acordado antes de firmar. La manifestación tiene el objetivo de exigir el desmonte del Esmad. pero también hay una intención política Tanto para él como para Alejandro Palacio, presidente de Acrees, se está presentando una reacción natural del movimiento estudiantil porque dentro de cada grupo hay posiciones diferentes. “Es natural que a algunos estudiantes no les guste el acuerdo, que además fue histórico, pues era imposible abarcar todas nuestras exigencias. Por otro lado, están en su legítimo derecho a salir a protestar. Pero en esta ocasión Acrees no hará parte de esta movilización”, expresó Palacio. Esta división de voces en el movimiento estudiantil podría poner en jaque su imagen en la opinión pública, pues si su activismo empieza a responder a una agenda política y no a la consigna de transformar la educación superior por la cual recibieron el apoyo nacional, estarían desvirtuando su real objetivo. “Los estudiantes consiguieron que el país les pusiera atención, ya lograron un compromiso histórico en materia de recursos y una interlocución válida con el gobierno. Es hora de dejar de gritar y sentarse a trabajar. Entonces, lo peor que pueden hacer en este momento es deslegitimarse a través de una protesta que no viene al caso”, aseguró Luis Enrique de Brigard, exviceministro de Educación y expresidente del Consejo Superior de la Universidad Pedagógica Nacional. Le recomendamos: “Examinaremos las circunstancias en las que se dieron esos hechos”: Duque sobre el estudiante Esteban Mosquera Finalmente, en medio de sus diferencias y de una manifestación que no contará con la presencia de todos los grupos que conforman el movimiento, en la mayoría de universidades ya están discutiendo los acuerdos. A final de este mes decidirán el futuro del paro estudiantil más largo de la historia. Según Alejandro Palacio, es muy probable que todas las universidades decidan levantar el paro, como ya ocurrió en la de Nariño. Si logran conciliar, podrán empezar a trabajar en lo que consiguieron: discutir con el Gobierno nacional una reforma a la Ley 30, a la Ley General de Regalías y al Icetex. Sin embargo, eso no significa que cesarán las protestas. Según Andrés Gómez, “No solo negociaremos en una mesa, en 2019 volveremos a presionar al Gobierno en las calles”. Una propuesta que, según Alejandro Palacio, aún no han discutido. De esta manera, la ausencia de una cabeza y de unos objetivos claros y sensatos amenazan con difuminar la fuerza de la loable causa de la transformación de la educación superior.