La madrugada del viernes de abril Ricardo Molina Araújo corría desesperado de un lado a otro por los pasillos de la Clínica Valledupar y pedía a gritos que le quitaran la vida. Minutos antes había llegado con el cuerpo exánime de su esposa a quien había herido tras descargar el proveedor de su pistola en la habitación de la casa. Una de las balas rebotó en la pared y perforó la cabeza de Sildana Maestre Maya, su esposa durante 25 años y madre de sus tres hijos, un hombre de 24 años y dos mujeres de 17 y 18 años, que fueron testigos de la tragedia.La noche anterior Ricardo había estado con amigos ganaderos en el Hotel Sonesta y pasada la una de la mañana salió para su casa ubicada en el barrio Novalito, al norte de la ciudad. Al llegar, su esposa, Sildana, le recriminó haber llegado tarde y se presentó una discusión. Él, para intentar ponerle fin, sacó su pistola y disparó al aire. En total, las autoridades encontraron 16 proyectiles en la habitación, 13 pegaron en el techo y tres en las paredes. El arma que utilizó Molina fue una pistola CZ de fabricación checa que tiene precisamente capacidad para 16 proyectiles de 9 milímetros.En un momento dado, una de sus hijas le pidió que parara esa locura. “Mi papá descargó el arma y amagó a la pared creyendo que estaba desocupada, apuntó y disparó”, explicó la joven en un testimonio escrito que leyó el abogado defensor de Molina. La otra hija, que también estaba en la habitación, según El Heraldo dijo que su papá sacó el cargador “y luego se le disparó la pistola”. Ese fue el último disparo: el proyectil rebotó en la pared y penetró la cabeza de su esposa.Cuando vio que Sildana se desplomó, a Ricardo se le pasó la borrachera y llamó a su cuñado Carlos Alberto Maestre, hermano de la víctima. Después de contarle lo ocurrido entre los dos la llevaron a la Clínica Valledupar donde la intervinieron para estabilizarla, pero no pudieron extraer la bala. El sábado 26 de abril, en horas de la mañana, Edgardo Maya Villazón exprocurador general de la Nación, primo muy cercano de Sildana, se la llevó a Bogotá en un avión hospital y desde entonces se encuentra internada en la Clínica del Country donde permanece en coma inducido con pronóstico reservado. Para Maya ha sido un drama por partida doble, pues Ricardo, el agresor, es hijo de Consuelo Araújo, la Cacica, quien fue su esposa hasta su trágica muerte en 2001.El hecho conmocionó a Valledupar, pero cinco días después, el martes 29 en la noche, arrancó el Festival de la Leyenda Vallenata y la historia de Ricardo y Sildana pasó a un segundo plano.Ricardo es hijo del patriarca Hernando Molina y la periodista y fundadora del Festival de la Leyenda Vallenata Consuelo Araújo Noguera, conocida como la Cacica, quien se hizo famosa por sus fogosas columnas periodísticas en los años setenta en el diario El Espectador. Ambos, amigos de parrandas del maestro Rafael Escalona.De la unión entre Molina y Araújo hubo cuatro hijos, Rodolfo, presidente del festival vallenato; Hernando, exgobernador; Andrés, abogado y periodista, quien tiene un programa en Radio Guatapurí, y Ricardo, el hijo que se ha mantenido alejado de la vida social y política, dedicado a administrar las tierras y ganados de la familia. Ricardo había logrado llevar una vida lejos del poder y de la vida social, muy distinta a la que han llevado sus hermanos y sus primos los Araújo. Es un ganadero de tiempo completo, hombre de pocas palabras y, al parecer, como dicen en el Caribe, es de muy mala bebida.Sildana ha sido siempre considerada la compañera perfecta. Una mujer juiciosa, que trabaja en la rama judicial y en su calidad de contadora lleva las cuentas de la finca. Después de la muerte de la Cacica se hizo cargo del manejo de la casa de su primo Edgardo Maya, uno de los más afectados con esta tragedia, quien además tiene su residencia al frente de la de la pareja. Al cierre de esta edición, los médicos evaluaban la posibilidad de empezar a despertar a Sildana del coma inducido, pues esperaban que hubiera disminuido el hematoma para poder extraer la bala. Del resultado de un examen Tac se deduce que por la ubicación del proyectil no están perdidas las esperanzas.El sábado, durante la audiencia de legalización de captura, imputación y formulación de cargos, los periodistas que siguieron paso a paso el procedimiento vieron a un hombre abatido, arrepentido y deprimido. La Fiscalía acusó a Molina de tentativa de homicidio agravado mientras su abogado defensor pidió al juez de control de garantías que calificara su conducta como un ‘hecho culposo’, es decir que no tuvo la intención de causarle daño a su esposa. Molina no aceptó los cargos y dijo que no había actuado con dolo. El juez desechó la solicitud del abogado defensor y ordenó detención preventiva en un centro carcelario.Esta historia resume la tragedia de la violencia intrafamiliar en Colombia. Es altamente probable que a Ricardo Molina no se le pasó por la cabeza matar a su esposa, ni siquiera herirla. De haberlo querido, con cualquiera de esos proyectiles, lo habría podido hacer. Sin embargo, algo no anda bien si un esposo llega a su casa y al menor reclamo saca un revólver para callar la queja.“No podemos olvidar que en la costa en general y en la región del Cesar en particular hay una cultura machista donde el hombre de la casa es dueño de todo: de la tierra, sus vacas, sus peones, sus mujeres y sus compadres. Y desafortunadamente, en ese contexto, hay una generalizada actitud proclive a justificar todo tipo de agresión a la mujer por parte del hombre”, explica el filósofo Simón Martínez Ubarnes.Un informe del Programa Desarrollo y Paz del Cesar dice que en este departamento el 72 por ciento de las mujeres han sido maltratadas. Y las estadísticas, además, corroboran que el problema va en aumento: en 2010 murieron 18 mujeres por este tipo de violencia; en 2011, 20; en 2012, 35; y en 2013 bajaron a 17, pero las denuncias crecieron.“En esta región ha sobrevivido una institución colonial: ‘el débito conyugal’, significa que las mujeres se deben a sus maridos, y si una mujer quiere dejar a su marido hay una respuesta contra eso”, anota la psicóloga Alejandra Arias, que estuvo al frente del estudio mencionado.Ricardo Molina no es el único que ha estado en la picota pública por este motivo. Hace un par de años, la esposa del presidente del Concejo de Valledupar, Pepe Yamín Castro, nieto del exsenador José Guillermo Castro Castro, lo denunció por haberla golpeado. Para la época tenía dos meses de embarazo. La Fiscalía lo acusó, pero finalmente el año pasado el caso precluyó a su favor.En estos días, para hablar sobre el caso de Ricardo Molina y Sildana Maestre, se escucha por las calles de Valledupar frases como: “Es que ella le peleaba cuando él le discutía”. O a una mujer que pregunta “¿si eso ya venía por qué no se separó?” y otra que le responde: “Porque ese fue el marido que le tocó”.De hecho, uno de los vallenatos más populares, La celosa, del célebre compositor Rafael Escalona, es un himno en la materia. “Cuando salgo de parranda / muchas veces me distraigo / con algunas amiguitas (…) / Como ya tú me conoces / te agradezco me perdones / si regreso un poco tarde / Cuando llegue yo a mi casa / quiero verte muy alegre / cariñosa y complaciente / Pero nunca me recibas con desaire / porque así tendré que irme nuevamente. / Negra no me celes tanto / Déjame gozar la vida”.