Ganar la carrera contra el tiempo. Esa ha sido parte de la estrategia en la batalla contra el coronavirus en el mundo. Los científicos debían encontrar una solución lo más inmediata posible, para enfrentar un virus sorprendente, que se propaga con una velocidad tal que, al poco tiempo de su aparición, fue necesaria la declaratoria de pandemia.
Se pusieron todos los esfuerzos para encontrar una vacuna y, lo que normalmente dura años, entre ensayos y pruebas, se logró en tiempo récord: menos de un año. Los distintos frentes científicos que se embarcaron en la tarea buscaban, a la par con la inyección para la inmunización, una técnica que permitiera programar las dosis con el menor intervalo entre la aplicación de la primera y la segunda.
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Intervalos entre dosis
Moderna y Pfizer se concentraron en una vacuna que permitiera que las inyecciones se aplicaran con una diferencia de tres o cuatro semanas.
En medio de la urgencia que ha planteado el coronavirus, “las empresas no probaron múltiples espacios entre las dos tomas para ver cuál era la más efectiva”, según afirma una publicación de ‘The New York Times’.
Si bien Estados Unidos lleva un ritmo vertiginoso en la vacunación, y ha inmunizado al 35 % de su población con al menos una dosis, no escapa de los nuevos tentáculos del virus: nuevas variantes, aumento de contagios en población sin enfermedades asociadas, más hospitalizaciones, entre otras.
En el hilo que se ha seguido, en la carrera por lograr la vacuna y controlar su rápida aplicación, “cada uno eligió un espacio corto para terminar las pruebas lo más rápido posible”, señala la publicación estadounidense.
Todo eso tuvo sentido, pero también deja varias lecciones. En primer lugar, es la razón por la cual Estados Unidos pudo empezar a vacunar en diciembre, en vez de retrasar el proceso de inmunización durante unos meses más, como estaba previsto originalmente.
En ese país se han salvado muchas vidas. Sin embargo, ahora, después de la entrada de las vacunas en la fase humana, nadie sabe a ciencia cierta cuál es el tiempo más eficaz entre la aplicación de una y otra dosis. Es más, según ‘The New York Times’, “tal vez lo mejor, realmente, sean de tres a cuatro semanas. Tal vez una demora más prolongada sea igual de eficaz (o, en realidad, incluso más eficaz)”.
Un virus lleno de sorpresas
En Estados Unidos han venido aplicando una segunda dosis a millones de personas, mientras otra cantidad similar espera la oportunidad de una primera inyección.
La publicación estadounidense señala que “eso está sucediendo a pesar de que una sola inyección proporciona un alto grado de protección, e incluso, cuando una variante de coronavirus más grave y contagiosa está barriendo el país. Tanto los casos como las hospitalizaciones han aumentado en los últimos días y las muertes no disminuyen”.
Petición científica
En respuesta al nuevo reto que está planteando el coronavirus, con nuevas variantes que tienen en vilo a los científicos, un número creciente de expertos médicos están pidiendo a la administración Biden que cambie la política y prioricen las primeras dosis: “Perdimos una ventana y la gente ha muerto”, dijo Sarah Cobey de la Universidad de Chicago, según cita ‘The New York Times’.
“Ahora es urgente obtener una dosis de vacuna para el mayor número posible de personas”, tuiteó el Dr. Atul Gawande, cirujano y escritor médico.
“Necesitamos vacunar a más personas”, dijo el Dr. Ezekiel Emanuel de la Universidad de Pensilvania, según anota la publicación de ‘The New York Times’, que además cita voces según las cuales, el Dr. William Parker y otros, argumentan que distribuir la primera y segunda inyección sería más equitativo y más eficiente”, además de ser más equitativo, porque las comunidades de clase trabajadora, negras y latinas tienen tasas de vacunación más bajas. Es decir, “las primeras dosis ahora van de manera desproporcionada a los menos privilegiados y las segundas, a los más privilegiados”.
Hay salida...
Los estimativos apuntan a que, es más eficiente una demora en la aplicación de las segundas inyecciones, pues permitiría duplicar el número de personas que reciben la primera inyección en las próximas semanas, justo, cuando el pico de la tercera ola está su furor.
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Según ‘The New York Times’, “hacerlo podría evitar que otros estados experimenten la miseria actual en Michigan, donde un brote severo, alimentado por la variante B.1.1.7, ha abrumado a los hospitales”.
Y es que, precisamente, la mayor preocupación acerca de una demora más prolongada entre la aplicación de las dosis es que puede permitir que se desarrolle una nueva variante en las personas mientras esperan su segunda inyección, y aún no tienen protección completa. Por esa razón, el principal asesor de la administración Biden en estos temas, el Dr. Anthony Fauci, se opone a una demora más prolongada, debido a esta posibilidad.