El presidente Iván Duque está saludando con el codo. Atrás quedaron los efusivos abrazos y apretones de mano que caracterizaban la amabilidad del mandatario. En la emergencia del coronavirus, el jefe de Estado más joven en la historia del país afronta “la crisis más retadora para la humanidad desde la Segunda Guerra Mundial”, como la llamó el secretario general de Naciones Unidas. Y ese estricto protocolo en el saludo es apenas una muestra sencilla del brusco cambio que el coronavirus ha traído a la Casa de Nariño.
Duque duerme poco y madruga más de lo habitual. En sus constantes apariciones en televisión, por momentos, se ve cansado. Los mismos ciudadanos lo han notado. No es para menos. Ningún presidente estaba preparado para paralizar la cotidianidad, cerrar los aeropuertos, obligar a las personas a confinarse, tomar medidas difíciles y frenar en seco la economía. Ninguno preveía este escenario de catástrofe. El mandatario inicia formalmente su jornada a las seis de la mañana. Desde el estudio de la casa privada, donde vive con la primera dama y sus tres hijos, se conecta virtualmente para hacer una primera ronda con su equipo asesor. Revisa cómo va el avance de la pandemia en Colombia y el mundo, y aprovecha para monitorear el orden público con las Fuerzas Militares. Vía telefónica o por teleconferencia, esa primera tarea le puede tomar dos horas. Luego, durante una hora, habla con emisoras y atiende entrevistas. La Casa de Nariño, que por lo general vive llena y en agitación permanente, está prácticamente vacía. No se ven filas a la entrada. El silencio manda y hay pocas personas en las oficinas que siguen abiertas. El personal administrativo está en sus casas. El que quiera ingresar debe justificar muy bien sus razones, y en todos los casos se le toma la temperatura. A Duque lo acompaña su primer círculo, que sigue al pie de la letra lo que exigen las autoridades sanitarias. En ese grupo, además de la vicepresidenta Marta Lucía Ramírez, están María Paula Correa, Diego Molano, Luis Guillermo Plata, Clara María González, Alejandro Salas, Hassan Nassar, Carlos Cortés, Víctor Muñoz y Federico Hoyos. Las reuniones se dan en el Salón Bolívar, hoy acondicionado como una sala de crisis.
Al mediodía, para evitar riesgos, se habilitó para todos el comedor de la Presidencia. No hay pedidos a domicilio y nadie sale. Por turnos, y guardando las distancias, las personas almuerzan allí, en el llamado Salón Azul. El presidente, cuando da el saludo, siempre les pregunta a cada uno por la salud de sus familias. A medida que la pandemia se ha ido agudizando, el mandatario ha extremado sus medidas personales con sus más cercanos colaboradores y con su familia. A veces prefiere incluso no saludar con el codo sino a distancia, con una palabra o un gesto. Hasta ahora, Duque se ha practicado en tres ocasiones la prueba de la covid-19. Dos de ellas después de viajar a Nueva York y Washington, antes del estado de emergencia, y la más reciente a raíz del encuentro con el alcalde de Popayán, que dio positivo para coronavirus y prendió las alarmas en la Casa de Nariño. Todas dieron negativo. Por prevención, el jefe de Estado no está saliendo de Palacio. Las obsesiones del mandatario son aplanar la curva del coronavirus y ampliar la capacidad médica en los hospitales del país, lo que implica salir a buscar con urgencia respiradores artificiales y pruebas de covid-19. En días pasados llamó a Moon Jae-In, presidente de Corea del Sur, una de las naciones que mejor ha contenido la pandemia en el mundo, para recibir consejos y pedirle apoyo. Aparte de la asesoría internacional, Duque tiene otras dos instancias adicionales en las cuales está soportando sus decretos: un comité científico y su consejo de ministros. En ambas instancias pide evidencia rigurosa para poder tomar decisiones y revisa permanentemente el plan de acción. A Alejandro Salas, uno de sus principales asesores, le pidió desde finales de diciembre del año pasado toda la información que había en medios sobre el avance del coronavirus en China. Hoy, desde la oficina de prensa de la Casa de Nariño, pueden salir por lo menos 20 comunicados anunciando todo tipo de medidas, la mayoría de ellas en el ámbito de la salud y la economía. Todos los decretos pasan previamente por las manos y el filtro de Clara María González, la secretaria jurídica, una mujer cuyo trabajo se ha triplicado. Virtualmente, el mandatario se conecta con medio país. Habla con gremios, alcaldes, gobernadores, congresistas, expertos; con el fiscal, con las altas cortes, médicos, científicos… Ha tratado también de que la agenda del Gobierno no se paralice, pese a las duras circunstancias. En días pasados, posesionó a Federico Hoyos como nuevo consejero político, y a Francisco José Ternera como magistrado de la Corte Suprema de Justicia. Así mismo, destacó la adjudicación de los nuevos operadores de Electricaribe, lideró las mesas de equidad y pobreza multidimensional y otorgó el aval fiscal para la segunda línea del metro de Medellín. Pero la verdad es que el virus no da tregua y copa toda la atención. Duque sabe que este tema, dada su magnitud y los efectos que está teniendo y tendrá en el futuro, le marcará por completo su mandato los próximos dos años. Al final, su éxito como presidente dependerá de cómo resuelva una crisis que puso en jaque el orden mundial, y ya deja más de un millón de contagios y por lo menos 50.000 muertos. Luego de la fase de mitigación vendrá la de la recuperación y, después, la Colombia poscoronavirus con retos nunca antes vistos. El presidente, bajo presión desde diferentes flancos, deberá pensar en un plan de reconstrucción social. La estrategia en la comunicación es fundamental. Todos los días, desde hace dos semanas, el jefe de Estado tiene un programa en vivo y en directo que se llama Prevención y acción, que va de 6:00 a 7:00 p. m. El espacio se ha vuelto indispensable para conocer las nuevas medidas del Gobierno. Los fines de semana hace transmisiones en Facebook Live, donde responde dudas de los ciudadanos. Ahí contesta de todo: desde las medidas para evitar que las empresas se quiebren hasta las sanciones que hay para aquellos que infrinjan la cuarentena, pasando por inquietudes ciudadanas sobre si es posible hacer un trasteo por estos días. El momento más duro del presidente fue cuando le tocó cerrar por completo el país y advertirles a los colombianos que viven en el extranjero que tenían un día y una hora límite para poder aterrizar en el aeropuerto El Dorado. Duque, que vivió casi una década en Estados Unidos, sabe lo que puede sentir un colombiano fuera de su país, y más con la tragedia del coronavirus en ciernes. La primera dama, María Juliana Ruiz, también ha estado al frente. Dejó de un lado el bajo perfil que la ha caracterizado hasta ahora y empezó a liderar la campaña social ‘Ayudar nos hace bien’, cuya meta es entregar un millón de mercados a familias vulnerables. En las crisis se conoce el verdadero carácter de los líderes. La valoración de lo que está haciendo el mandatario depende de la óptica con que se mire. En las redes sociales ha habido tendencias a favor y en contra, lo que es un reflejo de cómo la polarización no cede en el país ni en los momentos más difíciles, cuando se necesita buscar la unidad nacional. Duque ha tratado de acercarse a la oposición, llamó a su más enconado crítico, el senador Gustavo Petro, y ha evitado el roce desde los micrófonos. Expidió un decreto para poner orden en medio de todo tipo de medidas que venían tomando alcaldes y gobernadores. Por eso hubo un amago de crisis. Al otro día, la preocupación ya era otra. Quienes hablan con el presidente por estos días lo ven seguro de que las decisiones que ha tomado han sido las acertadas. La historia será la que juzgará cómo enfrentó un virus que marcará un antes y un después para la humanidad.