El discurso del presidente Iván Duque ante la asamblea general de la ONU se convirtió en su presentación ante la comunidad internacional. Era su primera vez en el foro y nunca antes había tenido una oportunidad para dar a conocer su visión sobre el momento del país, la región y el mundo. El bautizo tuvo varios actos, pues antes de su intervención en el conocido recinto de Nueva York sostuvo reuniones con varios colegas, encabezados por Donald Trump -quien lo visitará en Bogotá a comienzos de diciembre- y participó en otros eventos en la capital del mundo.Duque retomó algunos hilos de sus antecesores, en especial la conexión entre la realidad internacional y los principales temas de la agenda interna. En el mismo salón de la Asamblea General, Virgilio Barco y César Gaviria habían pedido ayuda para luchar contra los carteles de la droga, Álvaro Uribe para combatir contra el terrorismo y Andrés Pastrana y Juan Manuel Santos para buscar la paz. El nuevo mandatario expresó que erradicar el narcotráfico, consolidar el proceso de paz y atender a la población de venezolanos migrantes tiene una dimensión internacional y requiere una acción colectiva y de financiación multinacional.Puede leer: El ELN acusa a Duque de querer "hacer trizas" el proceso de pazPero generó la mayor atención del recinto cuando llegó al tema de Venezuela. No comenzó con él, pero fue el tema de la cumbre. Varios mandatarios se refirieron al asunto, comenzando por Trump, y la llegada de Nicolás Maduro el miércoles en la noche, cuando intervino para pedir una investigación acerca del atentado que le achaca a Estados Unidos y a Colombia, hizo aún más visible el discurso sobre qué hacer frente a la crisis del vecino país. El presidente Duque habló duro contra “la dictadura” venezolana: “La libre determinación de los pueblos no puede ser manipulada para convertirse en la libre manipulación de los opresores”, dijo. Su énfasis, sin embargo, se centró en la migración de venezolanos –“la crisis más indignante de la historia reciente en la región”- y afirmó que solo el fin de la dictadura podría aliviarla.

Nicolás Maduro, de Venezuela, llegó sorpresivamente  a la asamblea, denunció la participación de Colombia y Estados Unidos en un atentado en su contra y pidió una comisión del organismo multilateral para investigarla.La fuerte intervención del presidente colombiano frente a Caracas, sus coincidencias con Trump y las respuestas de Maduro en tono igualmente crítico hacia Bogotá y Washington, consolidaron a la crisis venezolana como parte de la agenda bilateral colombo-estadounidense. Una “triangulación”, como dicen los expertos, que se agudiza con figuras polarizantes y radicales como Maduro y Trump. Paradójicamente, mientras los lazos entre Colombia y Venezuela se debilitan cada vez más –Duque descartó al país vecino como garante de los diálogos con el ELN y se unió a un grupo de naciones que denunciaron a Maduro ante la CPI- en Nueva York se planteó la posibilidad de un estrechón de manos entre Maduro y Trump. La reunión no llegó a concretarse, pero la puerta para hacerlo quedó entreabierta.La audiencia también esperaba con interés las palabras del presidente Duque sobre el proceso de paz con las Farc. Preocupaban sus planteamientos de campaña –y los de su partido- sobre la necesidad de revisar y hasta echar para atrás lo pactado entre el gobierno de Juan Manuel Santos y las Farc. Al fin y al cabo, la ONU ha desempeñado una función protagonista en el proceso de paz, y las instancias del sistema conocían sus detalles. En los últimos años habían sido el centro de los discursos del expresidente Santos.Duque fue cauto. Sin entusiasmo –apenas le dedicó unos pocos párrafos- agradeció el apoyo de la ONU y manifestó su disposición a seguir adelante. Incluso pidió un refuerzo en la ayuda para que “el proceso de desmovilización, desarme y reinserción salga adelante con éxito”. Pero sin entrar en detalles, insinuó algunos de los planteamientos que ha hecho en el país sobre la necesidad de realizar ajustes. En particular, la diferenciación entre el tratamiento a la cúpula y a las bases de la guerrilla. Y combinar la búsqueda de la paz “con el imperio de la ley que combina los bienes públicos de seguridad y justicia”, dijo.El presidente no repitió el discurso de su campaña electoral, cuando habló de mano dura contra los acuerdos y contra las Farc, pero planteó un sutil corte de cuentas con el gobierno anterior: “Ustedes saben –se refería a los órganos de la ONU que han acompañado la negociación y la puesta en marcha de los acuerdos- que nuestro gobierno recibió un proceso frágil en los frentes presupuestal e institucional”. En síntesis, más que un gran giro en el enfoque internacional de la paz, Duque planteó una continuidad con ajustes que no precisó. Eso sí, mostró un cambio de prioridad frente a la paz con la exguerrilla de las Farc.Le sugerimos: Duque y Uribe, 50 días de desencuentrosEl presidente abordó su tercer gran tema cuando habló del narcotráfico. Ese asunto estuvo presente en los discursos de sus antecesores en los años noventa, cuando asistían a Nueva York para buscar enfoques multilaterales y un mayor equilibrio en la lucha contra la oferta y la demanda. Y, de alguna manera, ahora regresó. El actual mandatario retomó ese argumento al invocar el “llamado global a la acción contra el problema de las drogas”, suscrito por 130 países. En esencia, dijo que el combate contra el narcotráfico es una prioridad pero que no puede quedar solamente en manos de Colombia.El tema de Venezuela entró a formar parte de la agenda bilateral entre Colombia y el país vecino, lo cual se dificulta por la presencia de dos radicales como Trump y MaduroPero dirigió su objetivo principal a encender luces de alerta. Por una parte, buscó dejar en claro que el nuevo gobierno encontró un auge en la siembra de hoja de coca. Y lo vinculó con uno de los asuntos frente a los que la comunidad de Naciones Unidas tiene mayor sensibilidad: la paz. Al expresar la voluntad de Colombia de combatir las drogas, y buscar el apoyo de otros países, insistió en que este negocio ilícito se ha convertido en “combustible y aliciente” de “peligrosos grupos armados organizados”. También reiteró su decisión de combatir el consumo y la adicción “que está destruyendo las almas de tantos jóvenes”. Lo cierto es que, ante la situación que encontró, todo indica que la lucha contra las drogas, y el compromiso de la comunidad de naciones frente a ellas, regresó al discurso de política exterior.

Duque  habló sobre Venezuela, la corrupción, la paz con las Farc y el narcotráfico, y resaltó su fe en el multilateralismo. Antes se había reunido con Trump.Puesto que se trataba de una presentación en sociedad del nuevo gobierno, el mandatario subrayó algunos de sus aspectos característicos. En particular, la llegada al poder de una nueva generación y el nombramiento de un gabinete paritario de hombres y mujeres. Esto, luego de mostrar algunos de los avances del país en materia de modernización.Finalmente, el mandatario esbozó –sin entrar en minucias- su credo en materia de relaciones internacionales. Algunos de sus aspectos recogen tradiciones de la diplomacia colombiana, como su confianza en el multilateralismo, en especial frente a los puntos de una agenda internacional moderna: el cambio climático, el comercio justo, la lucha contra la corrupción y el fin de la discriminación.Duque, en fin, no comenzó su gobierno con un perfil parroquial ni aislado del mundo. Su discurso indica que, para él, los grandes asuntos de la agenda interna tienen un componente en el plano internacional. Al fin y al cabo, el joven mandatario desarrolló la mayor parte de su carrera profesional fuera de Colombia. Y precisamente en Washington, un centro de la política mundial.