Fueron 50.000 votos de diferencia, el 0,47 por ciento de la votación el que le dio la victoria al No. Ese 2 de octubre de 2016 será recordado en la historia como el día en que los colombianos no refrendaron el acuerdo que se tejió por cinco años en La Habana para ponerle fin al conflicto y acabar con la guerrilla más antigua de América Latina: las Farc. Le recomendamos: “La noche de las lágrimas”: un capítulo del nuevo libro de María Jimena Duzán Han pasado dos años y Juan Manuel Santos, quien lo convocó, ya no está en la Casa de Nariño, y en el poder está uno de los que ganó con el plebiscito. La guerrilla dejó las armas y se convirtió en partido política, las Farc dio paso a la Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común. Quienes forjaron los acuerdos ven desde la barrera lo que el nuevo gobierno quiere reformar y la comunidad internacional se muestra expectante por lo que ocurrirá con el proceso que “inspira” a otros lugares en conflicto, como le dijo Jean Arnault –jefe de la Misión de la ONU- al presidente Iván Duque. Con mirada retrospectiva estos fueron los 10 efectos que produjo la victoria del No: 1. El uribismo se fortaleció Quienes llevaron las banderas del No ganaron, aunque en su momento dijeron que les habían hecho conejo al resultado electoral. Han sacado réditos políticos de su victoria. Prueba de ello es que dos años después están en el poder, y los defensores del Sí pasaron a la oposición. Por nombrar algunos nombres, el expresidente Álvaro Uribe fue el senador más votado y desde el Congreso alinea la bancada del Centro Democrático, el partido con más curules en el parlamento, pues ganó las elecciones del pasado mes de marzo. Carlos Holmes Trujillo es el canciller y Alejandro Ordóñez es el embajador en la OEA.  2. Duque presidente La victoria de Iván Duque en las urnas merece un punto aparte –aunque es un efecto directo del fortalecimiento del uribismo-. Los 10 millones de votos con los que fue elegido fue la demostración de que las fuerzas del No se mantuvieron unidas hasta las presidenciales y que eran mayoría. Además, Duque subió al poder luchando con el fantasma de hacer “trizas los acuerdos”, pero prometiendo “corregirlos”. 3. Nuevas fuerzas políticas Con el plebiscito salieron a relucir fuerzas políticas que hasta ese entonces no se creía que fueran decisivas. Fue el caso del voto cristiano que se movilizó en favor del No. “Esto hizo que se neutralizara el apoyo de la Iglesia católica al acuerdo. Cuando los evangélicos empezaron con el activismo, la Iglesia quitó su apoyo explícito, guardó silencio para no desentonar”, explicó el exministro Juan Fernando Londoño. 4. El ‘conejo’ El No ganó en las urnas, pero asegura que no ganó en la práctica. Aunque Santos –la misma noche del resultado- convocó a las fuerzas políticas vencedoras para abrir un espacio de diálogo, el mismo Uribe aseguró que Santos le hizo ‘conejo’ a la decisión popular porque sus reclamos no fueron atendidos ni incluidos, y que el acuerdo firmado en el Teatro Colón no acogió la propuesta de los ganadores.  “La consecuencia obvia (del triunfo del No) era que no se debían implementar los acuerdos porque fueron negados por el pueblo. Pero el presidente Santos se pasó por la galleta los resultados. Al final la consecuencia del triunfo del No terminó siendo la trampa a la democracia que le hicieron Santos y sus aliados en la corte y en el Congreso”, explicó a SEMANA el exviceministro Rafael Nieto Loaiza. Puede leer: "Escuchar no es renegociar": promotores del Sí 5. Nobel impopular El acuerdo de paz con las Farc era la gran apuesta del entonces presidente Juan Manuel Santos, perder el plebiscito fue un revés que le costó hasta el último día de su mandato. Él mismo reconoció que no se esperaba el resultado, estaba confiado que el Sí ganaría. "Me equivoqué. Los referendos se deciden por razones diferentes a la pregunta en particular", dijo Santos a la Deutsche Welle poco antes de entregar el poder a Duque. La impopularidad de Santos solamente creció con el pasar del tiempo, en 2010 rondaba los 70 puntos, y en 2016 los 25. Ni siquiera el Nobel de Paz que le fue otorgado logró amortiguar el golpe, los uribistas incluso lo utilizaron para echar sal a la herida. 6. Más polarización No se puede decir que la polarización nació el día del plebiscito, pero sí que se acentuó. Prueba de ello es que en las pasadas elecciones presidenciales se habló de quienes defendían la paz y los que no. Esto siempre molestó a los uribistas –incluido el mismo Duque- porque aseguran que no existen amigos y enemigos de la paz. Aún ahora, en el Congreso existe la llamada “Bancada por la paz”, que se autoproclamó así y que está compuesta por los movimientos de oposición al gobierno Duque. Además, no hay que olvidar que Duque ganó, pero que Gustavo Petro obtuvo 8 millones de votos, muchos de ellos de personas que aunque no comulgaban con las ideas del exalcalde, querían la continuidad de la implementación del acuerdo. 7. Poca voluntad política Con la derrota en el plebiscito, el acuerdo que parecía ir viento en popa quedó herido. Los colombianos se manifestaron y la balanza se inclinó, por tanto la voluntad política también. Después del 2 de octubre de 2016 todo fue más complicado, sobre todo sacar adelante la agenda legislativa, parte de la cual nunca vio la luz. “El acuerdo era un programa de reformas (como la reforma rural integral), para acabar con lo que lo hacía un país fértil para la violencia. Pero después del plebiscito se quedó sin oxígeno, no había voluntad política y al gobierno le tocó priorizar lo que quería sacar adelante, como la justicia transicional. En definitiva toda la institucionalidad quedó débil”, explicó Londoño. Consulte: Habla el partido Farc: “el acuerdo de paz pasa por momentos de incertidumbre” 8. Efecto colateral Como un efecto dominó llegó la derrota en las urnas del plebiscito a la negociación con el ELN. El hecho de que los colombianos no respaldaran mayoritariamente el proceso de paz con las Farc y que después de esto mucho de lo pactado quedara en un peligroso limbo, minó la confianza en el grupo guerrillero. 9. Legitimidad herida Las instituciones creadas a partir del acuerdo de paz con las Farc quedaron con un manto de duda que los promotores del No se han encargado de fortalecer. El ejemplo más claro es el de la JEP, al punto en que la posibilidad de acabarla  no se ha ido del todo y todavía exigen reformas.

10. El posconflicto en el limbo La paz estable y duradera a estas alturas del partido parece más una frase retórica que una realidad. En la agenda del gobierno Duque no está como prioridad cumplir con todo lo pactado, sino enfocarse en algunas cosas como que el narcotráfico no sea un delito conexo al político y por tanto amnistiable, y en ayudar a quienes decidan “genuinamente” reinsertarse. Pero nada se habla de la paz territorial, por ejemplo.