Nadie lo esperaba. Después de un conversatorio sobre empresas y paz de la fundación El Nogal, en el que participaron víctimas y victimarios del conflicto, Regis Ortiz, excombatiente de la guerrilla, se le acercó a Martha Amorocho para abrazarla fuertemente y pedirle perdón. Ella acababa de narrar de manera conmovedora la forma en la que perdió a su hijo Alejandro, de 20 años, y cómo otro, Juan Carlos, de 22, quedó en coma profundo tras el atentado al club El Nogal, lugar en el que también se dio el inesperado encuentro. Hubo asombro entre los asistentes. Ortiz admite que jamás creyó que pisaría ese club pues las Farc, el grupo guerrillero al que perteneció, atentó contra este sitio el 7 de febrero de 2003, un hecho que dejó 36 personas muertas y 156 víctimas sobrevivientes. Él, invitado al evento por la Agencia Colombiana para la Reintegración (ACR), abandonó las armas tras ver morir en combate a un niño de 12 años, al que intentó persuadir tiempo atrás para que no entrara a la subversión. El menor murió rogándole para que lo salvara y lo sacara de allí. No pudo cumplirle. Así, con el corazón arrugado, Martha Amorocho y Regis Ortiz, marcados por estos hechos trágicos que cambiaron sus destinos, comenzaron a rehacer sus vidas, a encontrarse consigo mismos. Y el destino los puso frente a frente el pasado 11 de noviembre en El Nogal. ¿Qué sintieron en ese momento? “Vi a Juan Carlos” Martha Amorocho, madre de dos víctimas de El Nogal, Alejandro y Juan Carlos, recuerda así este encuentro. Reconciliación Colombia: ¿Qué pensó cuando tuvo de frente a Regis Ortiz? Martha Amorocho: Cuando veo a ese muchacho, que debe tener unos 30 años, también veo a mi Juan Carlos, que hoy tiene 34. Y también veo inmediatamente a todos los niños que están en los grupos guerrilleros y cómo las circunstancias los llevaron ahí. La historia de Regis es una historia dura. Todos los colombianos hemos participado en la construcción del país que tenemos: por hacer o por dejar de hacer. R. C.: ¿Qué sintió en el momento del abrazo? M. A.: Fue el encuentro de dos seres humanos que necesitan salir adelante y que están dispuestos a tener un país sin víctimas. Los dos, desde orillas distintas, estamos dispuestos a dar. La idea es que cada uno se pregunte qué puedo hacer. Y no, como suele suceder, qué me van a dar. R. C.: ¿Cuál es su papel como víctima? M. A.: Lo que le puedo decir es que todo tiene un proceso, un antes, un durante y un después. Desde el atentado yo me pregunto para qué Dios me dio a un ser como Alejandro y para qué me lo quitó, y para qué me dio a Juan Carlos y para qué me lo dejó. La conclusión es para que yo aporte un granito de arena. R. C.: ¿Por eso le dijo sí a la delegación de víctimas de La Habana? M. A.: Sí, casi sin pensar, porque desde tiempo atrás vengo reflexionando sobre qué voy a dejar en mis hijos y en mis nietos. En ellos veo todos los hijos y nietos de Colombia. Todos los días me pregunto qué estoy dejando. R. C.: Martha, ¿cómo llegó a este momento? M. A.: Soy una mujer de fe y la Virgen me ha servido de modelo y de patrocinadora. Siento su ayuda y su presencia. Esta convicción fue lo que me sacó del drama. Tener rabia y echarle la culpa a alguien es fácil; lo difícil es cuestionarse uno mismo. R. C.: ¿El conversatorio de El Nogal facilitó este proceso? M. A.: El conversatorio fue gratificante. Creo que se necesita educación y pedagogía para la paz en la que tienen que estar incluidos los 46 millones de colombianos y no solo los millones de víctimas. Una educación en la que entendamos que la justicia no es ojo por ojo, en la que se eduque para entender que en el mundo no solo existo yo, en la que comprendamos que el debate sobre reparación no es de plata, sino también de actos simbólicos. Lo que nos quitaron no se puede devolver. Al menos, así es en mi caso. R. C.: ¿Cómo está hoy Juan Carlos? M. A.: Es un ser humano lindo. Cuando él estaba comenzando sus terapias, el neurólogo, que me enseñó mucho, me decía: “Marthica, Juan Carlos no va a ser igual”. Él volvió a ser un bebé. Y yo me preguntaba: ¿será que se vuelve un resentido?, ¿un rencoroso? Gracias a Dios ni lo uno, ni lo otro. Tiene secuelas, pero también tenacidad y se esfuerza por mejorar todos los días. Le costó muchísimo trabajo terminar su carrera, ingeniería electrónica. Es un ser humano bonito y feliz. “Sentí que era necesario decirle que me perdonara” Regis Ortiz es un reinsertado de las Farc que ahora se dedica a ayudar a otros desmovilizados. Reconciliación Colombia: ¿Por qué abrazó a Martha? Regis Ortiz: Me conmovió profundamente su historia. Aunque yo no participé del atentado, sentí que era necesario decirle que me perdonara. Darle fuerzas también en una situación que sé es bastante dolorosa. Creo que es una mujer valiente porque logró, a través de este tiempo, perdonar a aquellos que le causaron tanto daño. R. C.: Es decir, ¿le sirvió este encuentro? R. O.: Ambos tuvimos la oportunidad de conocernos y de contar nuestras historias. Momentos que son necesarios promover en Colombia. Ella pudo contar su historia y yo la mía. Así la gente puede quizá entender la magnitud del conflicto, escuchar nos permite entender. R. C.: ¿Qué fue lo que más le conmovió? R. O.: Ver cómo, con mucho dolor, ella contaba cómo perdió a su hijo ese día del atentado. R. C.: ¿Nunca había escuchado una historia de una víctima de El Nogal? R. O.: Solo había visto las imágenes en la televisión. Dentro de las noticias había muchas historias dramáticas, pero nunca había estado tan cerca de una persona afectada con tanto dolor. No dimensioné jamás la probabilidad de encontrarme en El Nogal y, mucho menos, con una víctima de frente. R. C.: ¿No le dio miedo que lo rechazara? R. O.: La verdad, no. Creo que en estos momentos, más allá de cualquier cosa, uno no debe temer la decisión de reconciliarse. Siempre se confía que al solicitar el perdón, este sea aceptado. Obviamente, existe la posibilidad de ser rechazado. R. C.: ¿El país ha cambiado? R. O.: Hace diez años un encuentro como este no era posible. Han cambiado muchas cosas: en el tema del posconflicto el país no está arrancando de cero, se está trabajando en la reconciliación y en la construcción de paz. R. C.: ¿Qué le dijo Martha Amorocho cuando usted la abrazó? R. O.: Me dijo que había que hacer todo lo posible para que los niños y los jóvenes de hoy no vivan lo que ella y sus hijos vivieron. R. C.: ¿Lo sorprendieron los aplausos en El Nogal? R. O.: En mi mente no estaba el público. Simplemente era ella con su dolor. Y yo ahí. R. C.: Y también saludó al papa Francisco… R. O.: Sí, creo que ambos eventos son importantes, pero lo que pasó esta semana fue mucho más enriquecedor para mi vida: significa mostrarle al país, a través de este abrazo, que es posible reconciliar y perdonar.