Luis Carlos Vélez: ¿Cuál es su balance del acuerdo de paz?

Bernard Aronson: Con buenas y malas noticias. La buena noticia es que la guerra que duró más de 52 años, que costó la muerte de más de 200.000 colombianos y desplazó a cientos de miles de personas se acabó. Las Farc desmovilizó el 90 por ciento de sus hombres, incluyendo combatientes que representan alrededor de 14.000 personas. Entregaron sus armas a Naciones Unidas y el reporte arrojó que esas armas estaban en buenas condiciones. Usted no entrega sus armas en buenas condiciones si tiene la idea de regresar a la guerra. Hay grupos que se negaron a unirse al proceso de paz, pero la mayoría de las Farc lo hicieron y se convirtieron en un partido político. Todas las cosas terribles que estaban asociadas a esa guerra se acabaron.

L.C.V.: Y las malas…

B.A.: La mala noticia es que este era un acuerdo que necesitaba un cambio fundamental en la relación entre las ciudades y las zonas del interior para juntar a “las dos Colombias” y llevar los servicios del Estado a las zonas alejadas. Una de las cosas que todos asociamos al acuerdo de paz era la necesidad de que el Estado llenara las zonas que históricamente pertenecían a las Farc y llevara salud y educación. Lo segundo era brindarles seguridad a los combatientes y a otros que aceptaron los términos del acuerdo y se rindieron a la violencia. Así como a los líderes sociales y a los activistas. Hoy los traficantes y las bacrim se mudaron a las zonas que antes tenían las Farc y han estado asesinando a los líderes que se ponen en su camino. El Gobierno ha fallado en la implementación y es muy triste porque los términos del acuerdo eran una oportunidad para Colombia. El desarrollo económico, los proyectos alternativos a los cultivos de coca y la seguridad a los combatientes es algo que todavía está por hacer.

L.C.V.: ¿Hubo una sobreoferta de promesas de ambas partes?

B.A.: No creo que haya habido una sobreoferta. Creo que hay una falta de voluntad para implementar el acuerdo. Se sabía que públicamente muchas veces los temas de la implementación iban a ser difíciles, quizás un poco más que la negociación. Francamente, un partido político ha visto esto como un juego de fútbol en donde hubo y hay personas que apoyan y atacan todo el tiempo. El primer año hubo muchos ataques a los magistrados de la Justicia para la Paz. Hasta ahora ha habido intentos permanentes para bloquear el acuerdo en vez de implementarlo.

L.C.V.: Pero algunos dirían que el Gobierno actual también se eligió bajo la premisa de corregir cosas con las que sus votantes no estaban de acuerdo en el tema del proceso, es decir, que está cumpliendo con su promesa; adicionalmente, dirían, el plebiscito fue votado negativamente…

B.A.: Primero que todo, no hay ninguna previsión en las leyes colombianas o en la Constitución que requieran que un acuerdo de paz debe ser enviado a un plebiscito. En segundo lugar, algunas personas podrían estar en desacuerdo, pero luego de que el No ganó, hubo un esfuerzo para negociar ciertas cosas que eran críticas. La mayoría de las personas no estaban de acuerdo con el proceso y eso es la democracia. No estoy sugiriendo que todas las personas tengan que apoyarlo. Pero el acuerdo además fue aprobado por la mayoría de los congresistas y las lluvias también causaron que muchas personas en la zona norte del país no asistieran a votar. Es desafortunado porque esto fue usado por los oponentes para golpear el acuerdo, pero constitucionalmente tiene validez y por tres periodos presidenciales.

L.C.V.: En las elecciones, llueva o diluvie, se deben respetar sus resultados… ¿No cree que parte de la polarización que vive nuestro país tiene origen en que muchos piensan que no se respetaron los resultados de un plebiscito y que fue impuesto? ¿No fue una mala idea la del plebiscito?

B.A.: No creo que haya sido una mala idea. Creo que fue una idea democrática. Pero el hecho de que tres cuartos del total del Congreso lo hayan aprobado es algo que significa mucho. Esa es una fuente de expresión democrática también. Lo que es desafortunado es que muchas personas que se opusieron al acuerdo fueron utilizadas solo como un arma. Se desplegó mucha información imprecisa acerca de lo que en realidad había en el acuerdo. Usted recuerda que uno de los coordinadores de la campaña del No dijo después en un medio de comunicación colombiano, luego de la votación, que la estrategia fue poner a circular mentiras y que funcionó. Eso no fue democrático.

L.C.V.: Usted fue casi que un consejero del presidente Santos en el acuerdo de paz. Si tuviera la oportunidad de aconsejar al presidente Iván Duque, ¿qué le diría?

B.A.: Mi rol fue ser el delegado de Estados Unidos para apoyar el proceso de paz y sobre cómo hacer más rápido el diálogo entre el Gobierno y las Farc. Como todos sabemos, hay muchos problemas hoy. La covid, igual que en tantos otros países, ha sido devastadora. Colombia tiene un gran número de refugiados de Venezuela. Las personas están perdiendo sus trabajos y sus vidas. Yo le recomendaría tener una agenda positiva sobre el acuerdo de paz. Trataría de informar de buena fe a las personas que tienen una posición válida y crítica sobre la implementación. Pero las masacres y los asesinatos que están ocurriendo son inaceptables. El acuerdo de paz creó la Comisión Nacional de Garantías de Seguridad, que debía estar liderada y presidida por el presidente de la república. Esta debía reunirse cada mes y tener una unidad especial de investigación para perseguir a estos asesinos. Nunca se implementó de esa forma. Por tantos años Colombia lideró esta imagen de la cocaína; fue muy difícil deshacerse de esa imagen internacional relacionada con las drogas. Y algo para tomar ventaja de eso fue el acuerdo. El Gobierno debería tener liderazgo para decir: no me gusta esto, pero voy a implementarlo como se pactó y tratar de volver a unir al país.

L.C.V.: Precisamente sobre la coca, algunos dicen que el narcotráfico está creciendo porque algunos temas del acuerdo hacen más difícil combatirlo. ¿Tiene una opinión al respecto?

B.A.: Creo que la razón por la que la lucha contra las drogas es difícil es, en parte, porque la demanda continúa. Pero la razón principal es que estos vacíos que fueron dejados cuando las Farc abandonaron sus territorios no fueron llenados por las fuerzas del Gobierno. No hay programas sociales, no hay justicia, no hay policía, no hay escuelas. Y estas áreas que tenían rutas de narcotráfico abiertas quedaron dispuestas para los narcotraficantes, los gangsters, las bacrim. Esa fue una falla de la implementación.

L.C.V.: ¿Qué cree que va a pasar con la óptica de Estados Unidos al acuerdo de paz luego de las elecciones de noviembre?

B.A.: Depende de quién gane. La administración de Donald Trump parece exclusivamente interesada en los niveles de la producción de cocaína. Yo no creo que ese sea el foco para atender el problema. Es solo parte de la agenda política de Trump. El vicepresidente Biden fue un promotor muy fuerte del acuerdo de paz. Él fue una gran ayuda para mí en mi trabajo y también fue un apoyo grande en el Senado de los Estados Unidos. Creo que él les daría mucha más atención a los problemas en su complejidad: la criminalidad, la inseguridad, los derechos humanos.

L.C.V.: ¿Cuál es su lectura del último mensaje de las disidencias de las Farc en la que aparecen en una fotografía cargando armas?

B.A.: No lo sé. No creo que ellos tengan ninguna credibilidad en el país. Mi lectura es que no veo que estén creando un gran nuevo ejército porque carecen de toda legitimidad. Es más importante que el 90 por ciento de las Farc se desmovilizó, entregaron sus armas e ingresaron a los programas de reintegración. Eso para mí es el mensaje importante. Todos los acuerdos de paz tienen disidencias que no se suman a lo pactado. El acuerdo de Colombia con las Farc fue mucho mejor que muchos de los acuerdos previos, de hecho por el número de personas que se mantienen y participan aún. A lo que hay que ponerle atención es a que el desarme y la desmovilización han tenido éxito.

L.C.V.: ¿Cuál es su mensaje para los colombianos que están perdiendo la esperanza en el acuerdo de paz?

B.A.: Colombia está atravesando por momentos difíciles. La combinación de las afectaciones de la covid, los refugiados de Venezuela. Y hay algunos dedos que señalan al acuerdo de tener la culpa, pero yo no entiendo el argumento sobre cómo el acuerdo podría hacer las cosas peores. Lo que está haciendo las cosas peores es la falta de voluntad para enfrentar los problemas del narcotráfico y a los responsables de las masacres. Yo no creo que haya alguien que crea que las cosas estarían mejor si los desmovilizados tuvieran de vuelta sus armas y regresaran a la guerra. La pregunta aquí es si hay una forma de implementar el acuerdo que sea buena para todo el país y que una a los ciudadanos. Ese es el verdadero reto político y el liderazgo que se necesita.

L.C.V.: ¿En sus ojos, hay manera de modificar el acuerdo?

B.A.: De hecho, 90 cambios fueron hechos en el acuerdo de paz entre el debate del No y los debates en el Congreso. Pero en este punto, ¿cuáles son las posibilidades de cambiarlo? Yo no lo entiendo. A la gente no le gusta y votaron por un Gobierno que lo criticó con todo el derecho a hacerlo en democracia. El acuerdo no soluciona todos los problemas de Colombia. Pero si el acuerdo hubiese sido implementado de forma correcta, mucha de la violencia que hemos visto en los últimos meses podría haber sido prevenida.